Jorge Fuembuena

El juego favorito

10 Diciembre 2024 Por Roberto C. Rascón
Retrato de Jorge Fuembuena, Alberto García-Alix
El fotógrafo Jorge Fuembuena explora la relación transversal entre cine y fotografía. © Alberto García-Alix (cortesía de Jorge Fuembuena)

La curiosidad, la intuición, la empatía, la complicidad, la intimidad y el compromiso son el motor del trabajo fotográfico de Jorge Fuembuena. Estrechamente vinculado al mundo del cine, es uno de los referentes de la foto fija para rodajes en España, pero también ha retratado a grandes estrellas, como Ryan Gosling o Jessica Chastain, además de volcarse en proyectos dedicados a Buñuel, Pasolini o Berlanga.

“Un retrato es una invitación al juego”. Jorge Fuembuena (Zaragoza, 1979), un fotógrafo para el que “no hay disparo, hay acto”, se ha permitido jugar hasta con grandes estrellas de cine, mirándolas a los ojos y haciendo del silencio cómplice su mejor aliado. El resultado es una hipnótica serie de retratos —tomados en el Festival de San Sebastián, donde ejerce como fotógrafo oficial desde hace años— protagonizados por Kristen Stewart, Timothée Chalamet o Susan Sarandon, entre muchos otros. No es casual que el fotógrafo zaragozano utilice la palabra “juego”, porque el acto de fotografiar le vincula con su pasado: “Fotografío como acto de amor, me permite conectar con la infancia, con la inocencia, me devuelve al yo niño”. Cuando le preguntamos sobre el talento, Jorge rescata la vigencia de una virtud que muchos pierden con el paso del tiempo: “La base de todo es el anhelo permanente de la curiosidad. El acto de creación es un acto ilógico y hay que olvidar las lógicas. La experiencia intuitiva es la que nos provoca adentrarnos en una imagen”. Quien quiera adentrarse en las suyas, puede visitar Ánimas —hasta el 22 de diciembre en La Zaragozana (Fábrica de Cervezas Ambar)—, una exposición dentro de la Sección Oficial de PHotoESPAÑA que propone “un viaje infinito por mi universo visual”, por unas fotografías que son “cajas de resonancia” listas para ser observadas, pero también escuchadas.

La fotografía es tu vida, pero ¿cómo nace tu relación con ella?
Nace a través de mis viajes por el mundo y de la curiosidad. Soy receptivo a casi todo, pero siempre desde un cierto escepticismo; hay que vislumbrar qué hay detrás de las apariencias. La fotografía nos habla precisamente de eso, de lo inefable, de lo inexplicable, y hay pocas cosas tan elocuentes como el silencio de la fotografía. Fotografiar tiene una voz secreta.

¿Y cómo es la mirada de Jorge Fuembuena?
Una mirada educada, que se expresa acerca del mundo desde lo incompleto, lo fragmentario o lo inmediato. El espacio empieza porque miramos más allá de donde estamos, más allá de nosotros mismos. Hay una visión basada en el silencio y en cómo la mirada documental genera una posición ante el mundo. La fotografía no va de explicar, va de evocar y sugerir. La clave es trabajar entre lo visible y lo invisible, tender puentes entre ellos.

“La fotografía no va de explicar, va de sugerir. La clave es trabajar entre lo visible y lo invisible, tender puentes entre ellos”

¿Qué nos puedes contar sobre Ánimas, tu actual exposición en PHotoESPAÑA?
La muestra explora el género del retrato. En la arquitectura expositiva las distintas series se entrelazan a través de una ruta con links secretos que construyen un viaje infinito por mi universo visual. Es como un rizoma, estableciendo tensiones, diálogos, solapamientos, ecos o resonancias entre imágenes. Es una confrontación y una coexistencia. Es una expo muy instalativa, una construcción planteada específicamente, en la edición y elección de soportes, para esos talleres antiguos. Las obras conviven y dialogan con ese espacio tan simbólico.

Tu trabajo está muy vinculado al mundo del cine. ¿Ha sido tu mayor inspiración?
Hago fotografía fija en cine. Construyo exposiciones y publicaciones con imágenes de rodajes. Asimismo, trabajo como fotógrafo oficial de distintos festivales, como el de San Sebastián, Málaga, Nantes... Como autor estoy interesado en lo transversal entre cine y fotografía. Llevo 12 años trabajando sobre el universo de Luis Buñuel. Básicamente sobre tres conceptos: la fe, el erotismo y la muerte. El trabajo relaciona imágenes de archivo y encontradas con imágenes construidas y simulacros. También estoy trabajando con la biblioteca erótica de Luis García Berlanga. Son 20.000 revistas propiedad del cineasta como suscriptor anual que permiten reflexionar sobre nuestra relación con el deseo, el cuerpo y el género.

Tu talento ha traspasado fronteras. Háblanos de tu proyecto sobre Pasolini.
Toma el título de una de sus novelas, Raggazi di vita (1955), y continúa la línea experimental de proyectos transversales entre cine y fotografía. Comencé durante una beca en la Real Academia de España en Roma. Exploro la belleza del fracaso en los chavales del borgate, efebos que deambulan por las calles buscándose la vida. Sus gestos y posturas corporales recrean algunas de las pinturas de otro maldito, Caravaggio. Las calles de la periferia de Roma son el escenario de resistencia donde construir comunidad, y el lugar propicio donde tomo posición en un claro ejercicio de activismo político. Durante la fase de investigación, el cineasta Gaspar Noé y yo compartimos documentación, ideas y conceptos. Con su cine, Pasolini rompió de manera rotunda los esquemas estéticos de la época, algo así como hizo Buñuel con Los olvidados. Este trabajo lo presenté en PHotoESPAÑA y se pudo visitar en el MAXXI, el museo de arte contemporáneo de Roma.

“El alma de la fotografía es el retrato. En mis retratos existe una distancia íntima con el sujeto, que te devuelve la mirada y te cautiva, te interpela”

El pasado verano tus retratos de estrellas del cine presidieron la Galería de Cristal del madrileño Palacio de Cibeles durante el ciclo Cibeles de Cine. ¿Cómo son ese tipo de encuentros?
El alma de la fotografía es el retrato. En mis retratos existe una distancia íntima con el sujeto, que te devuelve la mirada y te cautiva, te interpela. El retrato es un misterio sin resolución permanente, un instrumento de encuentro con el otro. Elimino lo anecdótico, lo accesorio. La prestigiosa Mk2 fue la encargada de comisariar la muestra, con la cortesía del Festival de Cine de San Sebastián, donde hice estos retratos como fotógrafo oficial.

Como fotógrafo, ¿en qué contexto te sientes más cómodo? ¿Ante una estrella de cine o ante una persona anónima?
No me interesan los retratos complacientes, si cómplices. El pacto, la química y el vínculo en ese espacio con los retratados es directo, sintonizamos con la energía. Trato de que las personas estén muy cómodas, me están dedicando una parte de su vida —su tiempo y su confianza— y hay que ser agradecido. Es un tesoro. Soy muy delicado y tierno, y hablo a la gente desde el convencimiento en lo que hago. Me interesan los retratos más psicológicos, donde la mirada sea el elemento clave, donde se construya un espacio emocional. Siempre busco correspondencias emocionales, una horizontalidad con las personas que viene determinada por la mirada del sujeto a quien retrato.

¿Para ti existe una línea que separe al fotógrafo del artista?
Lo ideal es que coincida el trabajo personal con el profesional, que vayan en la misma dirección semántica, ambos desde la libertad de creación. Mi trabajo en cine retroalimenta mi trabajo como artista, como hacía en su día Richard Avedon. Que mi afición coincida con mi oficio es un sueño.

“La fotografía es un acto de fe y me gusta transmitir entusiasmo y fomentar el crecimiento, como persona y como autor”

También ejerces como profesor. ¿Qué te gusta transmitir a tus alumnos?
Por ejemplo, les digo: “Si esta imagen fuese música, ¿a qué género pertenecería? ¿Cuántos instrumentos y de qué tipo serían?” Es una declaración de intenciones, un statement, a través de la mirada y las ideas con el fin de compartir interrogantes y estimular el pensamiento crítico. La fotografía es un acto de fe y me gusta transmitir entusiasmo y fomentar el crecimiento, como persona y como autor. En festivales y encuentros de fotografía imparto lecturas y conferencias, además de talleres en distintas escuelas de fotografía.

Y tus maestros, ¿quiénes han sido?
El primero que me enseñó a mirar fue Bernard Plossu, que escribe el texto en Ánimas, una leyenda viva en la historia de la fotografía de autor con quien hice varias excursiones por la Sierra de Guara (Huesca) hará más de dos décadas. Mi aprendizaje también debe mucho a autores como Alberto García-Alix o Miguel Trillo; jugamos a retratarnos. A su vez, he aprendido trabajando con cineastas como Carlos Saura, con quien mantenía una gran relación de amistad y que escribió un texto en modo de carta personal para mi libro ELEGIES, publicado por RM.