Haze
La voz de la calle
Haze ha vivido mil vidas: rapero flamenco, compositor de bandas sonoras, profesor de Lengua… Y en la raíz de todo están el barrio y su identificación con los desheredados, con aquellos que tienen que esforzarse para salir adelante. Es la voz de la calle y sus letras nos obligan a mirar de cerca esa realidad a la que a menudo preferimos dar la espalda. 'Carne de cañón', su próximo disco, no nos va a dar esa opción: cara a cara y sin apartar la mirada.
Sergio López, más conocido como Haze, era un niño que en los 80 jugaba al fútbol esquivando jeringuillas en las calles de Los Pajaritos, uno de los barrios más depauperados de Sevilla. La delincuencia y las dificultades socioeconómicas del entorno, incluido su fugaz paso por prisión, inspiraron su primera maqueta, Crónicas del barrio (2004), que llamó la atención de las grandes multinacionales discográficas. Hoy, el rapero flamenco acaba de publicar su primer poemario autobiográfico, El niño que salió del barrio, y compagina el lanzamiento de su próximo disco, Carne de cañón, con su sueño cumplido: ser profesor de instituto.
¿Cómo recuerdas el barrio de tu infancia, que ha inspirado muchas de tus letras?
Aquel lugar era el caldo de cultivo perfecto para convertirse en “carne de cañón”. Vivimos el boom de la heroína: jugábamos en la plaza entre jeringuillas, veíamos la violencia policial contra los drogodependientes que consumían ante nosotros, las redadas con helicópteros, las manifestaciones de las familias contra la droga… Aquello que viví me inspiró, de eso bebí. Yo tenía la suerte de contar con una familia estructurada, con valores y amor, que pasaba escasez económica, es verdad, pero a la que nunca le faltó un plato caliente en la mesa.
¿Crees que esa escasez hizo que buscaras una salida en la música?
Las dificultades económicas sí, pero sobre todo fue el ejemplo del sacrificio de mis padres lo que me llevó a luchar por mis sueños. Pedir que te fíen en las tiendas cuando tienes siete años —“ya te lo pagará mi madre a final de mes”— da mucha vergüenza, pero también te hace madurar de golpe. Mi padre repartía listines telefónicos y dormía en la furgoneta para ahorrar las dietas y traer más dinero a casa. Mi madre trabajaba limpiando en diferentes lugares y recuerdo sus dolores de espalda y su cansancio. Cuando trabajé como peón de albañil o de repartidor de publicidad por dos duros me di cuenta de que tenía que esforzarme si quería salir de esa rueda.
“Me identifico mucho con los desheredados, con aquellos que tienen que esforzarse por salir adelante”
¿Cuáles fueron los primeros versos que escribiste?
Quizá fueron versos de amor para intentar ligar con niñas cuando estaba en el colegio… Pero mis primeras rimas como aprendiz de rapero fueron La vil hipocresía y Personalidad inexistente con unos 15 años. Yo tenía claro que el mundo era muy hipócrita y que los jóvenes de mi edad, cuando yo era adolescente, no tenían personalidad. Eso quizá no haya cambiado: las modas se solapan y siguen unas a otras, los heavys, las boy bands, el reggaeton, el trap… Los jóvenes se siguen moviendo por modas.
Pero el rap permanece…
Porque el rap es más una descripción, una narrativa de lo que sucede. En mi caso solo soy un narrador de cosas reales, que son verdad y que hay que tener en cuenta. No se debe mirar hacia otro lado. Yo planteo: “Esta es la realidad, ¿quién va a hacer algo al respecto?”. Desde mi primer disco al último no ha mejorado mucho la situación de los barrios empobrecidos. El deterioro de las periferias de las ciudades y las carencias socioculturales y económicas que sufren esas zonas siguen siendo temas de actualidad que puedo transmitir a través del rap.
¿Cómo surgió la oportunidad de componer bandas sonoras?
Hubo una época en la que el cine cani y social estaban de moda y directores y productores me llamaron para películas como Yo soy la Juani, Siete vírgenes o Madre amadísima. Ahora mismo no tengo proyectos cinematográficos, pero el cine me encanta y creo que hago una música muy cinematográfica, que se adapta muy bien a ese arte. Además, se está haciendo mucho y muy buen cine español, donde se refleja la vida de barrio y el costumbrismo, así que en algún momento llegará la oportunidad de que vuelvan a contar con el rap flamenco.
En 2004 ganaste el Premio al Mejor Álbum de Hip Hop español. Y apenas cuatro años más tarde llegó la crisis, ¿qué supuso para ti?
Fueron tiempos difíciles para todos y yo solo soy uno de los muchos que sufrimos aquel golpe económico. Se acabaron los conciertos, el caché bajó, no había bolos, no tenía ni para pagar la hipoteca, como muchos otros. Y tuve que reinventarme: volví a estudiar con 31 años y sin haber tocado un libro desde Secundaria. Conseguí aprobar el acceso a la Universidad, estudiar Filología Hispánica, doctorarme [su máster en Filología Hispánica fue Premio Extraordinario por la Universidad de Sevilla] y después presentarme a las oposiciones a profesor. ¿Habría seguido este camino sin la crisis de 2008? Pues no lo sé, pero sí sé que ha sido un buen camino y que he cumplido mi sueño de ser docente.
“Me preocupa el auge de las ‘narcoficciones’ porque se ve al malo como a un héroe y los jóvenes pobres quieren ser como el malo”
Durante años has escrito sobre la violencia de género, las crisis migratorias, los estragos de la droga… ¿Qué temas te preocupan ahora?
Me siguen preocupando los desheredados porque me identifico mucho con aquellos que tienen que esforzarse por salir adelante. Eso sigue presente en mis letras. También me preocupa el auge de las narcoficciones. En el cine, la literatura o la música vemos grandes producciones que vanaglorian el mundo del narcotráfico, ¿no es increíble? Eso está haciendo mucho daño en las zonas más empobrecidas porque se ve al malo como a un héroe y los jóvenes pobres quieren ser como el malo.
¿Dirías que vuelves al origen, al barrio, en tu próximo disco, Carne de cañón?
Creo más bien que ni la pobreza, ni la delincuencia, ni las drogas, ni la cárcel dejarán de existir y por eso es un disco atemporal, que saldrá a la venta en marzo y del que voy sacando sencillos. Se titula Carne de cañón porque al final en un entorno difícil corres el riesgo de ser carne de presidio. Este disco es un retrato de la realidad de las periferias más pobres, porque hay toda una imaginería del arrabal, del mundo carcelario y de la droga, de la corrupción de las instituciones y su relación con la delincuencia. Y para escribir sobre esto he intentado ser muy directo, muy explícito. La mezcla del rap y el flamenco permite letras muy duras y, al mismo tiempo, melodías flamencas muy pegadizas.
¿Y cómo compaginas la autoproducción del disco con tu tarea como docente?
Fíjate si será un disco cocinado a fuego lento que empecé a trabajar en él en 2019. Me pilló por medio la pandemia, que aproveché para centrarme en la composición y la música, después estudié la oposición, conseguí la plaza, preparé la programación y ahora toca madrugar todas las mañanas para ir a dar clase a un instituto en Coria del Río (Sevilla). ¿Es muy difícil hacerlo como músico independiente, sin la maquinaria ni el músculo financiero de las grandes multinacionales? Sí, pero también es un reto muy gratificante. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos, hay que aprender, y en ello estamos.