Israel Suárez, “Piraña”
Toque maestro
Alimentado desde la cuna y enriquecido por sus influencias multiculturales, el talento del percusionista Israel Suárez, más conocido como "Piraña", ha logrado elevar el cajón flamenco a instrumento de culto. Así queda patente en su participación en Volando, el documental musical dirigido y escrito por Javier Limón estrenado en Madrid durante la celebración de los Premios PLATINO.
“El Miles Davis del cajón”, así han llegado a bautizar a Israel Suárez (Madrid, 1982), uno de los mejores percusionistas flamencos del panorama actual. Su sensibilidad para amalgamar ritmos y sonidos de otras influencias, como el latin jazz, han dado como resultado un estilo propio, contemporáneo y racial, que trasciende los cánones ortodoxos. Aunque él mismo define el cajón como un instrumento sencillo, sus manos lo hacen latir apasionado y rico en matices. “El cajón es un instrumento muy limitado, pero transmitir es lo más importante”, nos cuenta. Fue Paco de Lucía quien descubrió este instrumento vernáculo de la música afroperuana y decidió traerlo a España en 1977. Hoy, el cajón no es solo parte del flamenco, sino que enriquece también el espíritu de un gran espectro de géneros musicales.
¿Cómo descubriste tú el cajón?
Lo descubrí de pequeño, en mi casa, allí todos somos músicos. Crecí escuchándolo. Tengo 39 años y Paco hizo una actuación en Madrid hace 35. Me llamó mucho la atención. Recuerdo que los cajones que tenía de pequeño estaban fabricados con altavoces de la minicadena de mi casa. Ahora el que tocamos es el mismo que se usa en el pop y el latin jazz.
Un cajonero, ¿nace o se hace?
Hay gente que aprende y gente que nace con este don. Es como ser cantaor. Si tienes esa intuición es todo mucho más fácil. Es una manera de crear, de vivir la vida cuando eres pequeño. La guitarra siempre estaba en casa, mi padre canta, pero yo canto fatal y la guitarra la toco de vez en cuando, para un rato. Con el cajón fue un amor a primera vista. Mi hermano, Ramón Porriña, es mi ídolo, me gustaba mucho cómo lo tocaba y me sentí identificado con él.
El cajón flamenco es un gran desconocido, al menos para el gran público. ¿Qué relación guarda con un estilo musical, en principio tan alejado, como la música afroperuana?
Realmente la música afroperuana tiene mucho ritmo de 6x8 y el flamenco igual. Hay métricas muy relacionadas tanto con la música peruana como con la latina, en general, y la africana. Si no hubiesen existido los aviones, Paco (de Lucía) no hubiese podido ver a Caitro Soto tocar el cajón en una fiesta de la embajada española en Lima. En El viaje del cajón, un documental que hizo con Javier Limón, cuenta que cuando vio el cajón vio un instrumento ideal para los flamencos, los gitanos. Decía que era el grave y el agudo de los pies de los bailaores. Paco compartió sus impresiones con su percusionista que, por entonces, era el maestro Rubem Dantas. Cuando lo trajeron a España y los flamencos lo vieron se volvieron locos. Es un instrumento pequeño muy agradecido a la hora de tocar. Ya es parte de nosotros.
Más allá de su versatilidad, ¿crees que encierra una simbología social?
Puede ser. Porque no todos podían disponer de una batería en su casa. Pero quien no tenía dinero para comprar un cajón, rompía un altavoz de una minicadena, le ponía un contrachapado y listo. De hecho, el cajón se originó con las cajas de quienes viajaban en los barcos (en el siglo XIV), que pasaron penurias. Ahora ha evolucionado muchísimo, existen muchas marcas.
“Paco de Lucía contaba que cuando vio el cajón vio un instrumento ideal para los flamencos, los gitanos. Decía que era el grave y el agudo de los pies de los bailaores”
Además de la fusión entre el cajón afroperuano y el flamenco a finales de los setenta, ¿qué otros paradigmas se han articulado en torno a este instrumento?
Junto a Alain Pérez, Caramelo y Jerry González creamos un movimiento hace 18 años: surgió en una jam session y se gestó algo nuevo. Tocar el cajón junto a músicos de latin jazz fue un choque cultural y yo aporté lo que sabía a esa experiencia. Rodando Calle 54 con Fernando Trueba, junto a Chano Domínguez, conocí al maestro Giovanni y a Bebo Valdés, e hicimos una gran fusión con el latin jazz. Actualmente hay una rama de los flamencos que tocan el cajón que tiene mucha más información de la que yo tenía, gracias a esa fusión y a la música cubana.
Durante tu trayectoria profesional has colaborado con grandes artistas de disciplinas muy diversas. ¿Cuál ha sido memorable?
Para mí, el artista más importante con el que he tocado ha sido Paco de Lucía. Cumplí un sueño de la infancia. En el flamenco, te crías escuchando su música. Cuando mi compadre, Javier Limón, me dijo que Paco quería que fuese al estudio, pasé tres días sin comer. He tocado con muchos artistas buenísimos como Bebo Valdés, otro de los grandes, y un sinfín de maravillosos músicos, que son maestros. Pero Paco me marcó.
¿Qué destacarías de él?
Sobre todo, su persona. En lo musical, me voy a quedar corto con cualquier cosa que te diga. Era una persona excelente, muy humilde y humano. Te escuchaba, se tomaba un café contigo. Me sorprendía que si no había un restaurante en el aeropuerto te acompañaba al Burger y todo eso te chocaba siendo quien era.
Tu hermano Ramón Porrina, Antonio Carmona, Rubem Dantas… han sido para ti grandes referentes. Pero, ¿qué otras influencias han tenido peso en tu estilo?
Yo soy una persona a la que le gusta mucho escuchar música. En mi casa era “el raro”, porque además de flamenco, escuchaba a Joan Hidalgo, al maestro Changuito, a Tata Güines… Me gustaba mucho el latin jazz, la música caribeña, la de Sudamérica, la afrocubana… Pienso que es bueno tener como inspiración diversas fuentes y aplicarlas a tu estilo.
¿Y cuáles han sido las aportaciones del "Piraña" al cajón flamenco? ¿Cómo definirías tu estilo?
Seguí la senda del Maestro Rubén, de Antonio Carmona y de mi hermano Ramón, que son los que abrieron el camino. Luego he ido cogiendo alguna curva, para darle personalidad. Mi generación lo ha tenido más fácil porque hemos contado con más información musical foránea, y eso te va enriqueciendo. Luego, tú lo tienes que llevar a tu terreno.
¿Cómo surgió la idea de participar en el documental Volando?
Javier Limón, el director y compositor de la música, que es amigo mío de toda la vida, me contó una idea que quería plasmar en un documental. Y me encantó. Sinceramente lo hemos pasado muy bien rodando.
¿Qué ha sido lo más gratificante?
Muchas cosas. Nosotros decimos que las personas y la música van juntas. El rodaje implicaba viajar a diversos lugares y compartir su cultura ha sido muy enriquecedor. La participación multicultural pone de manifiesto que la música puede volar a cualquier sitio y estar en todas partes.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Acabo de grabar un disco que se llama Lágrimas de mujer, un homenaje a Lágrimas Negras de Bebo y el Cigala, con cuatro mujeres. En noviembre saldrá un single de mi disco que se llama Son Tres. Además, estamos trabajando en el proyecto documental El piano de Bebo con nueve grandes pianistas. La idea surgió porque en el estudio de Javier Limón hay un piano que perteneció al artista cubano, y también queremos hacer un pequeño disco con él.
Ostentas el honor de ser uno de los mejores cajoneros mundiales, ¿hasta dónde te gustaría volar?
Me gustaría que la gente conociera el mundo del cajón, del flamenco, que es de donde yo vengo, y aportar cosas buenas. Lo importante es transmitir y que quienes te vean se lleven una buena impresión, que digan: “He visto su concierto y ¡qué bien me lo he pasado!”.
“La participación multicultural pone de manifiesto que la música puede volar a cualquier sitio y estar en todas partes”