Editorial Caniche

Asalto al arte

3 Enero 2020 Por Rafa Cervera
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Libros publicados por la editorial Caniche. © Alfredo Arias

Un libro encuadernado con tapas cubiertas de gotelé. Un diario fotográfico de un grupo pop de gira por México. Un poemario ideado como un ‘ready-made duchampiano’. Una selección de libros convertidos en obra pictórica por un artista plástico. La editorial Caniche entiende la edición como un espacio de libertad y riesgo en el que cada propuesta sigue sus propias reglas.

Caniche nació como fruto de un asalto, que es como los responsables de esta editorial denominan a las acciones artísticas que han ido organizando desde hace cinco años. Unidos por su interés por la arquitectura, el diseño y el arte, el jurista especializado en urbanismo Carlos Copertone (Cáceres, 1973) y el arquitecto Patxi Eguiluz (Orduña, Bizkaia, 1972) decidieron unir todas esas disciplinas y algunas otras más bajo un mismo techo creativo. “El proyecto Caniche —cuenta Copertone— surgió para dotar de una cierta organización a cosas que ya hacíamos, bien individualmente, bien juntándonos entre nosotros o con otros. Nació como tal en 2015, en un contexto temporal en el que aún se arrastraba la crisis económica y se habían minimizado las plataformas de visibilización del trabajo de artistas y arquitectos”.

Su primer asalto fue una intervención definida por la descontextualización del hecho artístico, una característica que determina su filosofía de trabajo. En este caso, presentaron el arte de Raúl Domínguez en una carbonería del barrio madrileño de Lavapiés. “Se trataba de crear expresiones artísticas efímeras, que estuvieran como fuera de lugar, de ahí la idea de llamarlas asaltos”, remata Eguiluz. Caniche convierte estas acciones en libros, pero también usa los libros como punto de partida para realizar estas intervenciones.

Editar desde la resistencia

Copertone califica la idea de “profundizar en el libro como una arquitectura que genera un espacio productivo” como el motor que les llevó a publicar su primera referencia. A partir de ese momento, Caniche se ha convertido en un laboratorio de creación a través del cual un escultor como Txomin Badiola publica una novela (Malformalismo), o una especialista en arte, Cristina Garrido, retrata y relata el proceso de documentación y fotografía de las obras artísticas (The (Invisible) Art Of Documenting Art). Fieles a su filosofía, Copertone y Eguiluz hicieron que su primer libro fuera de poesía, aunque estaba ya imbuido y caracterizado por el espíritu de Caniche. Ready-Made —explica Eguiluz— tenía un diseño muy cuidado, no era un poemario tradicional, proponía un juego entre el diseño y la poesía del autor, Mateo Navarro, hasta el punto de que ambos elementos resultaran igual de relevantes en el libro”.

Caniche es una apuesta tan arriesgada que podría ser confundida con un ejercicio de elitismo. Nada más alejado de la realidad. Lo que busca es defender el libro como objeto, ahora que parece un formato en peligro de extinción, a merced de un mercado en el que hay sobreabundancia de oferta y una oferta que no está a la altura de la demanda.Somos una plataforma completamente autogestionada. Tratamos de no embarcarnos en proyectos pensando en la recepción comercial que puedan tener, sino siguiendo un criterio propio”, dice Copertone. “Hacemos una labor de resistencia —añade Eguiluz—, y con ella colaboramos a que el libro no desaparezca. Editamos volúmenes en los que confiamos y los vestimos lo mejor que podemos. El diseño es muy importante en esta editorial”.

Eguiluz y Copertone son la parte visible de un equipo que se completa con Ernesto Miralta e Isabel Lerma. El primero aporta su experiencia en gestión empresarial a una iniciativa que, hasta hace muy poco era cien por cien artesanal, desde la fabricación hasta la distribución. Por su parte, Lerma pone al servicio de la empresa sus conocimientos como profesional en el sector editorial y literario.

Sacar el arte a pasear

Caniche publica libros en edición limitada. “Consideramos cada libro como un proyecto —cuenta Eguiluz— que, una vez concluido, no es necesario revisitar”. No obstante, con la última referencia de su catálogo, Malformalismo, nacía la etiqueta Letras Caniche, que sí admite reediciones si llega el caso. “Nos sentimos más cómodos trabajando con formatos reducidos”, dice Eguiluz. “Creamos Caniche para dar salida a propuestas que, de otra manera, posiblemente, no hubiesen visto la luz. Nuestra precariedad de medios va unida al carácter efímero de todo lo que hacemos. La prioridad es sacar el mundo del arte de los lugares donde suele verse. Buscar alternativas es mucho más fácil si la intervención solamente dura un día. Y hace que el hecho en sí sea más atractivo por la urgencia que impone: si no lo ves en ese momento ya no lo ves nunca”.

Guillermo Mora, David Bestué, Carlos Irijalba o Rafa Munárriz son algunos de los autores incluidos en el catálogo. Entre ellos figuran también Nacho Canut y Alaska, miembros de Fangoria, y responsables del que quizá sea el libro más pop de la colección, Mx Ultra, un encargo de la editorial consistente en fotografías tomadas por Canut durante una gira mexicana del dúo, y comentadas por la cantante. Una obra en la que los autores son invisibles y lo único que vemos de ellos es la mirada que proyectan sobre objetos, lugares y personajes.

Caniche se presenta así como una editorial que busca “acompañar, empujar, estimular y financiar a artistas para que desarrollen un proceso de creación, de tal manera que resulta difícil reconocer a primera vista un libro de Caniche, ya que no siguen un patrón predeterminado, salvo el cuidado a la hora de darles imagen”. Entre sus próximos lanzamientos anuncian títulos a cargo de Elena del Rivero, quien con El archivo del polvo repasará su experiencia personal durante la tragedia del 11-S. Por su parte, Letra Caniche contará próximamente con obras de Itziar Okariz, Jon Mikel Euba y Moisés Puente.

Copertone ve el trayecto recorrido hasta ahora como un ejercicio de aprendizaje, “porque nada resulta más fértil y productivo que rodearnos de artistas y arquitectos y acompañarlos en sus procesos creativos”. Una pura cuestión de fluctuación de talentos que se encuentran y se retroalimentan de manera espontánea y, sin embargo, necesaria. “Para mí —dice Eguiluz—, el talento ajeno depende siempre de aquello que te interese como espectador, lector o usuario. En mi caso, entiendo ese don como la capacidad para que alguien me sorprenda en un campo que a mí me interesa”. Para Copertone, en cambio, el talento es “un no sé qué. que decía Miguel Fisac, y nosotros simplemente tratamos de servir de vehículo o de medio de comunicación para que un creador, en su pugna por comprender el mundo, llegue al resto de las personas”. El arte como caja de resonancia de nuestra existencia, la edición como proceso de crecimiento, transformación y difusión de la misma. Eso es Caniche.