Pilar Aymerich

La mirada ética

23 Septiembre 2022 Por Beatriz Portinari
Pilar Aymerich, Premio Nacional de Fotografia en 2021, posa junto a su gato
Pilar Aymerich, Premio Nacional de Fotografia en 2021, posa junto a su gato. © Cortesía de Pilar Aymerich

Desde sus comienzos, a finales de los años 60, hasta hoy, Pilar Aymerich ha fotografiado la realidad social con una mirada femenina impregnada de ética, compromiso y respeto hacia el mundo y sus retratados. Manifestaciones con reivindicaciones feministas o retratos más íntimos y costumbristas componen algunas de sus imágenes más icónicas, las cuales le valieron el Nacional de Fotografía en 2021.

Para la fotógrafa Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) no debería existir una “mala fotografía”, ya que se puede elegir no hacerla. Y es que la honestidad, la sororidad y la moralidad han acompañado cada negativo que ha revelado en su laboratorio como cronista silenciosa de la historia del país. Su trabajo, presente en colecciones como el Museo Reina Sofía, ha sido reconocido con el Premio Nacional de Fotografía 2021 y la Cruz de Sant Jordi 2005, entre otros galardones, que destacan su compromiso con los derechos humanos, la cultura y la feminidad.

De pequeña, tu padre decía que “mirabas como un mochuelo”. ¿Cómo era esa forma de mirar?
Era una niña muy tímida y tenía un mundo interior bastante sólido: me encantaba leer e inventar historias. Mi padre decía: “La niña mira mucho pero no habla, parece un mochuelo”. Y con eso me quedé. La fotografía, por aquella época, no tuvo importancia para mí, aunque mi padre tenía una pequeña cámara Voigtländer con la que realizaba retratos familiares. Fue la que me llevé a Londres con 18 o 19 años porque no tenía dinero para comprarme una y ahí empecé a ser el “mochuelo” que miraba a través de la cámara.

Tras estudiar dirección teatral y escenografía, ¿para ti es más importante la composición o la intuición en la fotografía?
En mis fotografías cuido la escenografía. Por ejemplo: los personajes que retrato siempre están colocados en un decorado natural que te ayuda a entender quién es esa persona. Creo que los encuadres son una representación teatral; incluso en las manifestaciones, cuando impresiono el negativo, veo una historia detrás.

“Como hombre nunca me hubiera tenido que plantear: profesión o hijos. Y yo lo hice, elegí la profesión”

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cómo te planteas la escena que vas a fotografiar?
Muchas veces más que acontecimientos sociales buscaba retratos, las caras de las personas que se manifestaban. Mi objetivo era explicar, a través de esas imágenes, qué pasaba en aquel momento; la actitud que tenían, sobre todo las mujeres, al manifestarse. Esto implica una manera de mirar. Hice fotos en tantas manifestaciones de mujeres porque formaba parte del colectivo feminista que empezó a crearse en los años 70: escritoras, pintoras, fotógrafas… Aún estaba vivo Franco y luchábamos por dar una teoría al feminismo. Era empezar de cero.

¿Era difícil ser mujer y fotógrafa en aquella época?

Cuando cubría manifestaciones y la policía cargaba contra los manifestantes, ser mujer y, por tanto, invisible era una ventaja para que pasaran de largo. Cuando empezaban las cargas podía apartarme a un rincón, sacar la polvera y fingir que me retocaba el maquillaje o me pintaba los labios. Yo no corro, ni me subo a los árboles, ni me tiro al suelo; hago un retrato más intimista, no tan del momento decisivo. Creo que ser mujer conforma la mirada y permite conectar con el otro.

¿Qué sacrificios o esfuerzos has tenido que hacer para vivir de tu talento?
Como hombre nunca me hubiera tenido que plantear: profesión o hijos. Y yo lo hice, elegí la profesión. A pesar de lo difícil que puede ser a veces, en estos 50 años nunca me he planteado dejarlo… Bueno, hace 20 o 25 años estaba un poco harta de que me cortaran fotos o de que no me firmaran y pensé en hacer “objeción fotográfica”. Me molestaba que no se reconociera o se respetase mi profesión.

¿Cómo surgió la serie de las mujeres presas en la cárcel de la Trinidad?
Una de las manifestaciones que cubrí en el año 76 reivindicaba que se retiraran las monjas que dirigían la cárcel de la Trinidad en Barcelona y entraran funcionarias. Allí había mujeres totalmente olvidadas y yo quería saber cómo eran, cómo estaban. Dos años después se hizo una pequeña reforma de prisiones y sacaron a las monjas. Antes de que llegaran las funcionarias, las propias presas se hicieron cargo de la prisión. Trabajaba en la revista Vindicación feminista y pude entrar. En ese tipo de reportajes cuentan las emociones, el hecho de dar tú misma una imagen de ternura para que las personas se dejen fotografiar.

“Lo peor que puedes hacer es traicionarte a ti misma, por eso la ética en la fotografía es clave”

¿Hacer o no una fotografía es también una decisión moral?
Sin duda. La fotografía documental trabaja con seres humanos: es una relación entre el que está delante y el que se sitúa tras la cámara. Ahí interviene lo que tú eres y en lo que crees. Lo peor que puedes hacer es traicionarte a ti misma, por eso la ética en la fotografía es clave. Nunca deberías cruzar las líneas rojas que te has marcado porque estarías perdida, pondrías en juego tu moralidad.

¿Cómo te planteaste los retratos de los tres supervivientes de Mauthausen?
Aquel día la periodista Montserrat Roig me llamó para decirme que acudiera a su casa, donde estaba entrevistando a tres hombres que habían sobrevivido al campo de concentración. Estaban contando cosas terribles en torno a una mesa, pero no hice esa foto, ni siquiera como recurso, porque no explicaba nada. Cuando terminaron les pedí que me acompañaran a un descampado cercano y que posaran junto a un muro. Al sugerirles que se pusieran en fila, como en el campo, fue cuando el dolor se reflejó en sus rostros. No quise recrearme, solo disparé dos fotos porque no quería que sufrieran. Quizás no sea buena fotógrafa de acontecimientos porque prefiero perder una foto a provocar dolor.

“Quizás no sea una buena fotógrafa de acontecimientos porque prefiero perder una foto a provocar dolor”

¿Crees que el talento fotográfico es algo con lo que se nace?
No se puede ser categórico en esto. Es cierto que para dedicarte a la imagen debes tener cierta mirada. A veces parece que con conocer la técnica, contar con una buena cámara y ser impetuoso ya no hace falta nada más. Y no es así. Creo que es más importante la cultura, que te permite entender el mundo. ¿Se nace o se hace? Es más complicado: depende de la persona, de si aprende a leer las imágenes, a entenderlas. A veces vienen a mi estudio fotógrafos jóvenes a pedirme consejo y siempre les digo: “Estudia Imagen. No sé si la fotografía artesanal, la parte de laboratorio que yo hago, existirá dentro de 20 o 30 años, pero lo que siempre existirá es la imagen”.

Afirmas que “un país sin fotografía es un país sin historia”. ¿Por qué?
Creo que la fotografía documental sirve para contar las historias que han ocurrido en una ciudad o en un país. Es una fotografía necesaria. El problema en España es que nunca se han tenido buenos archivos fotográficos y eso coarta la memoria de un país. A lo largo de la historia, la fotografía ha sido clave porque permite entender situaciones. La guerra de Vietnam, por ejemplo, se entiende por la niña que corre con el cuerpo quemado por el napalm. Estas situaciones se pueden explicar con palabras, pero una imagen transmite una sensación distinta.