Lorenzo Castillo

La belleza está en el interior

24 Febrero 2020 Por Enrique Bueres
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El interiorista Lorenzo Castillo es uno de los 100 mejores del mundo por la biblia del diseño ‘Architecural Digest’ USA. © Luisma Reyes

Es el diseñador de interiores español más internacional. Sus trabajos se conocen y reclaman en multitud de países, desde Estados Unidos a China, pasando por Francia, Italia, Reino Unido o Portugal. Lorenzo Castillo, al frente de un equipo de ocho personas, se ocupa de proyectos integrales que abarcan desde la arquitectura de los espacios hasta el último detalle decorativo. 

Las creaciones de Lorenzo Castillo (Madrid, 1968) consisten en hacer que la vida sea más bella, en toda la extensión de la palabra. Su talento y sensibilidad se manifiestan tanto en el diseño de mansiones, viviendas y hoteles (varios Room Mate, por ejemplo) como en restaurantes, bien sea en Madrid, Londres o Bruselas (los de Marcos Morán, entre otros). También firma colecciones de telas para Gastón y Daniela, y alfombras para The Rug Company. En estos momentos se encuentra desarrollando proyectos en el extranjero, por lo que gran parte de su tiempo transcurre en aviones. Conseguimos robarle unos minutos de su complicada agenda para charlar con él sobre inspiración, la belleza en nuestros días y nuevos retos.

¿Puedes explicarnos las diferencias entre interiorista, decorador y arquitecto de interiores?

El decorador entra a hacer su trabajo con la casa ya terminada. En ocasiones, el interiorista y el arquitecto trabajan solapándose, ya que se mezclan sus obligaciones, que es el diseño del interior de un edificio. Antiguamente los arquitectos eran claramente artistas y por tanto se convertían también en interioristas, como Robert Adam. Actualmente es una profesión que se ocupa sobre todo de las partes técnicas y ejecutivas del edificio, pero tiene que compartir espacio con el interiorista.

¿Cómo te defines? 

Te diría que soy un diseñador de interiores. En mis proyectos, el 90% de la decoración se hace por encargo para el cliente y es un proyecto único y un trabajo integral en el que me ocupo desde la arquitectura hasta el último detalle decorativo como, por ejemplo, elegir la vajilla o los manteles.

¿Cuánto influyó tu familia en tu vocación?

Fue una influencia visual, ya que tuve la suerte de vivir en casas muy bonitas. Fue fundamental su respeto y apoyo en mi vocación, que desde niño era ser interiorista.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con este mundo?

La decoración en casa de mis padres, donde experimentaba con mi madre cambiando telas, sofás, papeles o moviendo muebles que rotaban por toda la casa. Era muy divertido.

¿Cuál dirías que es actualmente la tendencia global dominante que define el interiorismo del siglo XXI?

Hay una vuelta muy clara al clasicismo tras unos años 90 y principios del S. XXI muy impersonales, sin alta decoración. Hablo de España, claro, fuera es otra historia. Eran interiores muy medidos, en blanco y gris, con dos piezas antiguas colocadas tipo museo de un modo poco natural, y algún cuadro contemporáneo abstracto con poco color. Eso tan aburrido ha dado paso a una decoración mucho más rica, con arte y antigüedades, libros, alfombras de distintas procedencias, paredes muy trabajadas, escayolas en el techo, suelos naturales de maderas de gran calidad o piedra, y una luz muy cálida. Son casas más vividas y naturales.

¿De qué se nutre tu inspiración artística?

De gran parte de la arquitectura internacional de cualquier época, y también del arte español del XVII y XVIII. Fui anticuario en mis principios, lo que también me ayudó mucho a la hora de adquirir la experiencia que tengo en artes decorativas —es importante que un decorador sepa diferenciar los estilos artísticos—.

Cuando te enfrentas a un nuevo proyecto, ¿cómo lo enfocas?, ¿en qué buscas inspiración?

Me inspira sobre todo la familia que va a ocupar el espacio, pero también la localización de la casa. Ahora estoy trabajando en Hong Kong, en Nueva York y en Como (Italia), tres lugares tan distintos que cada uno transmite una inspiración diferente.

“Cuando me enfrento a un proyecto me inspira sobre todo la familia que va a ocupar el espacio”

¿Cómo definirías tu estilo?

Un clásico reinventado a través de una nueva paleta de color y una nueva redistribución de los que eran los criterios y reglas de los antiguos estilos. La verdadera modernidad significa también crear nuevos lenguajes con referencias al pasado. Ha ocurrido siempre en la moda, con firmas como Gaultier, Saint Laurent o Galliano. ¿Por qué no en decoración?

¿Cómo consigues dar vida a un proyecto para que, aun siendo único, refleje tu sello personal? 

Lo que tienen todos mis proyectos es alma, o vida. Lo consigo apoyándome en el uso del arte, libros y recuerdos personales capaces de crear una sensación de casa vivida, de un hogar que transmita paz.

¿Cuáles han sido los proyectos de los que te sientes más orgulloso?

De todas mis casas, porque las hago en los pocos ratos libres que tengo y las utilizo como experimentos para usar mi estilo de diferentes formas. Ahora mismo estoy como loco haciendo una casa asturiana en un prau desde donde se ven los Picos de Europa, y con un interior muy insólito para el lugar donde está situada la casa.

¿Cómo definirías la belleza en nuestra época?

La belleza es la armonía máxima que se consigue a través de la proporción justa de un canon perfecto, de un colorido y de un equilibrio de formas. Es una receta casi imposible, pero a veces se consigue. Te das cuenta cuando sientes una sensación de máxima felicidad.

¿Crees que hay frecuentar la belleza para poder comprenderla y recrearla?

Hay que intentar rodearse de ella porque afecta a nuestro estado anímico. Pero ojalá esto fuera fácil en un mundo tan complicado.

Las redes sociales son fuentes de ideas para creadores y árbitros de la elegancia. ¿Qué relación mantienes con ellas?

Utilizo Instagram solo para publicar mi trabajo, y me divierte ver los comentarios de los fans extranjeros. Pinterest no me interesa nada, prefiero los libros como ayuda e inspiración.

¿En qué situación está el interiorismo?

La decoración española está en un momento magnífico; se ha democratizado, cuenta con muchos seguidores y gente a la que le divierte o la utiliza sin miedo.

¿En qué ciudades has desarrollado proyectos?

En Santo Domingo, Nueva York, Paris, Londres, Florencia, Como, Bruselas, Hong Kong, Bangkok, Singapur, Shanghái y por toda España, claro.

¿En cuáles trabajas ahora?

Uf, déjame recordar, pero entran obras en Mónaco, Oporto, París...

¿Cuántas personas forman parte de tu estudio?

Somos ocho en total, todos jóvenes arquitectos. Y no queremos crecer más porque el diseño me gusta hacerlo a mí. Me parece que así somos más auténticos y honestos con el cliente. No me interesa convertir el estudio en una máquina de proyectos todos iguales. O peor, copiados de otros diseñadores.

¿Cuáles son tus colores favoritos a la hora de trabajar?

Es difícil decir uno o varios, porque cada uno me sirve para lograr un objetivo. Diría que azules, como marino, turquesa, índigo y lapislázuli. Verdes, amarillos en su forma más cálida. Tostados, tierras, arenas, marrones claros…

¿Quién ha sido tu referente en materia de interiorismo?

En España he tenido pocos referentes, pero he tenido mucho cariño a Duarte Pinto Coelho. Me gustan más, y me han influido, la decoración americana, inglesa y francesa del siglo XX, y Renzo Mongiardino en Italia.

¿Qué encargo o nuevo reto te gustaría recibir?

Diseñar más cosas. Ahora, con mi propia marca [Lorenzo Castillo] estoy muy involucrado en el diseño de telas, papeles o alfombras que en España distribuyen Gastón y Daniela y The Rug Company. La colección está teniendo tanto éxito, sobre todo en América, que queremos ampliar la oferta.

¿Qué esperas de la década de los años 20 que acaba de empezar?

Espero tener mucha paz interior que me permita seguir igual.