Kresta Design
Reinventar el espacio
Aunque mantienen que no se adscriben a ningún estilo, el mobiliario del estudio madrileño Kresta tiene carácter propio. Con elementos forjados en hierro, pero con un perfil cromático capaz de activar los espacios y cambiar por completo su intención, sus piezas se sitúan más cerca del trabajo artístico que de la producción industrial. Cada elemento pretende significar más allá de su uso, por ello sus obras se apoderan de la atmósfera de cualquier salón.
“Todo buen artesano mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento”, así hablaba de artesanía el sociólogo Richard Sennett. Los arquitectos Cristina Domínguez Lucas y Fernando Hernández-Gil suscriben esta idea. Es también el modo con el que operan en Kresta Design, la firma de muebles que nació como una forma más humanizada de proyectar su trabajo. Su propio nombre habla sobre ellos. Alude a su logotipo, inspirado en una máscara de gallo que tenía Cristina cuando era pequeña. “La marca nació con una vocación lúdica y más divertida que el trabajo profesional diario. Por eso nos acordamos de ese disfraz con cresta de cuando éramos pequeños”, aclara la diseñadora. Además de pasarlo bien con lo que hacen, el tándem creativo buscaba cierta singularidad a través de sus piezas. “Pensamos que es más humano el mueble que el espacio. Dando respuesta a esa necesidad surgió la firma”, explica.
Lo que comenzó como una solución a medida ante las peticiones de sus clientes ha tomado vida propia. “Empezamos a diseñar de forma específica para los proyectos, pero luego, las piezas han funcionado por sí mismas”, comenta Fernando, la otra mitad del equipo. Ambos reconocen que hasta ahora los tiempos de creación los han ido marcando sus encargos, pero todo está a punto de cambiar. El lanzamiento de su nuevo sitio online desencadenará el comienzo de una nueva etapa en la compañía. “Queremos estructurar nuestros diseños de cierta manera y darle una lógica propia al producto. Nuestra próxima propuesta, por ejemplo, incorpora piezas inspiradas en la naturaleza, donde interpretamos la mantis y la hormiga desde la perspectiva de un asiento”, añade.
Vuestro mobiliario se aleja de la producción en masa. Apuntáis a una filosofía más ligada a la artesanía y al arte que a lo industrial. ¿Cómo encaja esto en el entramado actual?
Cristina: Nuestras piezas se crean a pequeña escala y, por ello, tenemos más libertad creativa. Están más ligadas al trabajo artístico y a la artesanía. Intentamos diseñar manteniendo una comunicación continua con el taller, lo que nos ofrece la oportunidad de experimentar. No hay ninguna silla igual, cada una está significada, parecen animales estáticos. Por ejemplo, si dejas una silla mantis en un salón, se apodera de ese espacio porque tiene mucha personalidad.
Fernando: Nuestros objetos están más relacionados con la representación, la imagen y el significado que con el hecho de sentarse. Deben tener un valor más allá de la funcionalidad. Desde una perspectiva de negocio esto suena fatal, pero otra aproximación nos llevaría a un punto que no controlamos. No somos una marca que diseña mobiliario para vender miles de unidades, simplemente es un proyecto que nos divierte y que se desarrolla en paralelo a lo que creamos en arquitectura o interiorismo.
Sin embargo, el material principal que aplicáis a vuestros diseños está muy ligado a lo industrial y a la producción en masa.
Fernando: Trabajamos con hierro porque nos permite resolver varias cuestiones a la vez, ya que es un material sencillo, resistente y apto para diseños de interior y exterior. Para nuestros primeros objetos de mobiliario de exterior trabajamos con artesanos herreros, y fue cuando descubrimos que este material se adaptaba muy bien a la forma y a las ideas que teníamos. Aunque no renunciamos a utilizar otros y siempre estamos probando cosas nuevas, por ahora, tratamos de sacarle partido. Es un viejo conocido que se aplica desde la Bauhaus, con la incorporación del tubo de hierro. Queríamos dar continuidad a esos orígenes y, pese a que está muy desarrollado, todavía ofrece muchas posibilidades para construir elementos diferentes.
Lo cierto es que el hierro toma otra dimensión gracias a vuestro uso del color. ¿Qué intención toma el espectro cromático en vuestras piezas?
Fernando: Nos gusta utilizar el color en la arquitectura, pero en ella las decisiones cromáticas son muy condicionantes. Así que preferimos que sean los objetos los que activen el espacio y les den fuerza y vitalidad. Con un gesto pequeño se consigue un efecto muy grande en la atmósfera de un entorno.
Cristina: Es una sensación similar a cuando abres una fruta y, de repente, aparece un color. Lo mismo cuando entras en un salón y encuentras una pieza que es naranja.
Fernando: Desde el punto de vista del método, el color ayuda a establecer un centro, crear un eje de interés o poner en valor un determinado rincón. Es algo que es muy útil. Para nosotros, el color y la luz son esenciales a la hora de diseñar. Aunque hacemos muchos proyectos con bases o paletas más neutras, el color siempre es muy importante porque pone valor el espacio. Por ejemplo, el leitmotiv del Restaurante Casaplata, en el que trabajamos en Sevilla, era exactamente ese. Es un lugar con un fondo gris plata uniforme, donde cobran mucho protagonismo los elementos de mobiliario a través del color. Tomamos como referencia los bodegones de Morandi.
Vuestros objetos establecen cierto antagonismo con el espacio. Por ejemplo, en la intervención que hicisteis con ellos en una casa de campo de Villalba de los Barros, en Extremadura. ¿Os gusta entablar un diálogo entre el legado de los edificios y vuestro mobiliario?
Cristina: Existe tanto contraste que los muebles ponen en valor la arquitectura original del espacio y viceversa. Es un discurso que siempre tenemos en el estudio, el del juego de contrarios, porque pensamos que se potencian.
Fernando: La casa tiene unos colores que se corresponden con los materiales de construcción propios de la zona —conocida como Tierra de Barros—, y tanto el suelo como las paredes son arcillosos. Nosotros incorporamos unos verdes grisáceos en la carpintería que tienen que ver con las viñas, así como objetos de mobiliario que te trasladan al presente. Tratamos de respetar la atmósfera original, pero sin mimetizarlos ni hacer una cosa de época. Por eso, cuando incorporamos un mueble moderno, el espacio funciona porque conserva herencia, el espíritu, la simplicidad y la rotundidad de formas, y que dialoga muy bien con lo que hay allí.
Muchas de vuestras piezas tienen ruedas o son fácilmente manejables. ¿La portabilidad es uno de vuestros fundamentos?
Cristina: Solemos pensar en la movilidad de las piezas. Cuando hacemos un mueble grande, pensamos que con ruedas va a ser más adaptable. Además, nos gusta dar la posibilidad de que sean fáciles de transportar.
Fernando: Estéticamente, también concuerda muy bien con nuestro planteamiento de hacer muebles versátiles.