Suso33

Un superhéroe del arte

7 Julio 2025 Por Roberto C. Rascón
Suso33
Suso33 posa con una camiseta de su célebre, rupturista e icónica firma: la ‘plasta’. © SelectorMarx

“El arte urbano es sinónimo de talento porque requiere inteligencia, destreza y actitud”. Quien mejor para afirmarlo que Suso33, uno de sus grandes referentes en España, tras su visita a Espacio Iberia Madrid. Defensor de la ciudad como una escenografía viva y siempre a la vanguardia creativa, reivindica a la nueva generación de artistas urbanos: “Sus trabajos son alucinantes y fascinantes”.

Corría el año 1984 cuando un casi adolescente llamado Jesús cogió un espray y realizó su primera pintada. Desde ese día, el grafiti se convirtió en su mejor aliado para expresarse y Jesús comenzó a metamorfosearse, aunque él aún no lo supiera, en Suso33 (Madrid, 1973). “La gente me llama Suso —sin el 33, que se hace pesado— y ya está. Nadie me llama Jesús”, aclara al arrancar la entrevista. También le ayudó a superar algunos problemas derivados de su condición de zurdo contrariado —obligado a escribir con la derecha—. Le di la vuelta a lo que era un defecto y lo convertí en una virtud”, reivindica orgulloso. Casi en un superpoder, porque ahora esa capacidad para trabajar igual de bien con ambas manos le permite llegar donde otros no llegan. Pero el camino, recuerda, no fue sencillo: “Aunque suene naíf, de alguna forma me veo vinculado al mundo de los superhéroes. Yo descubrí mi talento porque no tenía una vida cómoda y me obligué a esforzarme y a luchar para impedir que me pisotearan. Estar fastidiado me hizo indagar caminos que a lo mejor de otra forma no hubiera transitado”. Un talento que ahora, en su labor como comisario, le gusta descubrir en otros: “Entiendo el arte como algo comunitario, que se hace en compañía y no en solitario. Esto no va de mirarse a sí mismo y por eso me veo obligado a poner en valor a otros”.

Con solo 11 años te echaron del colegio por pintar en las paredes. ¿Recuerdas que te impulsó a coger el espray?
Una necesidad de expresión. Tan sencillo como eso. Mientras otros niños se expresaban jugando, bailando o saltando, yo dibujaba. Era un zurdo contrariado y eso es algo muy complejo para un niño, así que viajaba a través del dibujo y nunca he dejado de hacerlo. Además, me encontré con esa maravilla que es el grafiti y la cultura hiphop y me sirvió para desarrollarme.

Con el tiempo convertiste tu condición de zurdo contrariado en una especie de superpoder. Cuéntanos qué ventajas, entre comillas, tiene para tu trabajo.
Al principio era un problema, o así me lo hacían entender. Cuando era pequeño aún no se veía bien lo de usar la mano izquierda, pero, como lo llevaba dentro, hacía unas cosas con la izquierda y otras con la derecha. Ahora, cuando me enfrento a una obra de grandes dimensiones, resulta útil porque si no llego con una mano lo hago con la otra. Convierto la pintura en una danza y utilizo todo el cuerpo. Antes me decían que era algo malo, pero en realidad tengo el doble de posibilidades.

“Si existen muros a la creación, hay que saltárselos y eso es lo que también me ha permitido desarrollarme como un artista transdisciplinar”

Ahora se te califica como artista plástico, muralista, videoartista, escenógrafo, performer… Pero, por encima de todo, ¿continúas siendo un orgulloso grafitero?
Nunca he abandonado ese lenguaje y sigo usándolo sin permiso en el espacio público, pero con respeto y sentido común. En ningún caso puede catalogarse como acto vandálico. Obviamente, con 52 años que voy a cumplir no es lo mismo que con 11, pero esa actitud es la que me ha mantenido vivo artísticamente. Si existen muros a la creación, hay que saltárselos y eso es lo que también me ha permitido desarrollarme como un artista transdisciplinar.

Tu arte nunca se ha encerrado entre cuatro paredes. ¿La calle ha sido, es y será siempre tu hábitat?
Sí, mi trabajo está constantemente expuesto y la gente puede ver todo el proceso y eso les llega porque no estoy encerrado en un estudio decidiendo lo que muestro y lo que no. Al exponerme tanto el ego queda a un lado y eso conecta con el público. Cuando estuve en Espacio Iberia, la gente disfrutó mucho porque es testigo del proceso creativo y ahí entran en juego los errores y el lado más humano. Lo público está muy presente en mi trabajo y haber comenzado en la calle me ha hecho perder miedos y entender que el error es parte del proceso. También me ha permitido bajar al arte del púlpito y hacerlo más accesible, por eso llego a públicos de diferentes edades, incluso a personas que creen no tener nada que ver con el arte.

La soledad es uno de tus temas artísticos, pero, como vimos recientemente en Espacio Iberia, te gusta rodearte de gente y compartir tu proceso creativo, ¿por qué?
Sí, la soledad está muy presente en mi trabajo. Por ejemplo, en mi serie Ausencias. El individuo en sociedad puede estar rodeado de gente y, a la vez, tremendamente solo. Para mí, esa dicotomía genera una tensión creativa. Cuando creo me gusta estar en contacto con otras personas y generar vínculos. Realizo muchos talleres con gente joven, a veces en comunidades más desfavorecidas, y mi motivación es social, humana. No tengo tan presente la palabra arte.

Como rezaba el título del documental de Carlos Saura que protagonizaste, las paredes hablan, pero ¿qué dicen?
Las paredes hablan es un título muy bonito. Carlos Saura venía documentando murales, grafitis y pintadas desde hacía años como un grito a favor de la libertad de expresión; al margen de que sus mensajes gusten o no o de que sean correctos o incorrectos. Las paredes están vivas y a veces dicen lo que la gente no se atreve a decir en voz alta. Son como una especie de diario de lo que ocurre y me gusta porque no está tan controlado.

“Me alucina que algo tan antiguo como pintar en las paredes siga siendo tan actual. Es algo que ha existido, existe y existirá. Está muy vivo”

Desde las primeras representaciones gráficas en cuevas prehistóricas hasta hoy. ¿Lo de pintar en las paredes como forma de expresión ha existido siempre?
La acción de pintar en las paredes siempre es una manifestación artística de tremenda contemporaneidad. Además, es universal. Se dice que es un arte efímero, pero fíjate lo paradójico que es que las primeras muestras que se conservan sean unos dibujos en las paredes. Me alucina que algo tan antiguo como pintar en las paredes siga siendo tan actual. Y funciona al margen de museos, instituciones, galerías, coleccionistas o mercados. Es algo que ha existido, existe y existirá. Está muy vivo.

Has sido testigo del salto del arte urbano de las calles a las galerías. ¿Lo vives como un triunfo o despierta en ti sensaciones contrapuestas?
Cuando empecé ni se consideraba arte. Ahora, en cambio, está más que asimilado y muy bien valorado. Como es un movimiento global, es lógico que las instituciones pongan la mirada en este tipo de arte; lo contrario sería ocultar la realidad y la razón de existir de los museos es la de preservar el conocimiento para futuras generaciones. Las galerías no son nadie para legitimar. Es más, quizás su papel haya sido hasta contraproducente en la historia de grafiti y el arte urbano. Yo, por ejemplo, no trabajo con galerías porque realizo proyectos en los que no hay un resultado final; me interesan más los procesos y las tensiones que se generan, creando y destruyendo en el momento.

Como consecuencia de esa evolución, la situación ahora es muy diferente a la de tus inicios. ¿Cómo ves la escena del arte urbano actual? ¿Hay talento entre los jóvenes?
El arte urbano siempre ha sido una vía de expresión para el talento. España es un país líder en artistas, tanto hombres como mujeres, procedentes del arte urbano que han podido desarrollarse sin seguir los cauces habituales. Actualmente hay una gran cantidad de jóvenes con talento que están mostrando sus capacidades y logrando vivir de ellas. Además, ahora el arte no necesita de tantos intermediarios porque llega de forma más directa a través de las redes sociales.

Cuando crecemos, dejamos de dibujar. En tu caso no ha sido así y además te ganas la vida con ello. ¿Te sientes un privilegiado?
En realidad, parece que me va mucho mejor de lo que me va... Nadie regala nada y todo lo que he logrado es el resultado de mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha constancia, muchos errores, muchos sacrificios, muchos arrepentimientos… Es muy duro, pero sí, me siento un privilegiado.