Pedro Paricio

El arte como acto de fe

22 Enero 2025 Por Roberto C. Rascón
Pedro Paricio
La pasión es el motor de la obra del artista canario Pedro Paricio. © Halcyon Gallery

“El arte es como un rayo que cae sobre ti. No lo eliges, te toca”. Una misión que Pedro Paricio asumió con pasión: “Unas veces me ha ido mejor y otras peor, pero mis ganas de levantarme a diario para ir al taller no han cambiado”. Porque “sin pasión es muy difícil que el talento florezca”, afirma. Un talento que, con solo 27 años, llamó la atención de la prestigiosa Halcyon Gallery londinense.

Cada día, Pedro Paricio (Tenerife, 1982) acude diligente a su taller porque sin pintar, confiesa, se sentiría como un pez fuera del agua. “Para mí pintar es como respirar”, asegura. De verbo incontinente y apasionado, la conversación arranca con la inteligencia artificial —“en mi trabajo actual no tiene influencia, pero la he investigado porque me interesa”—, para detenerse después en las figuras de Bergman —“me he visto 25 películas suyas seguidas y recomendaría Vergüenza porque, ante el repunte de conflictos armados, es muy oportuna”— o Van Gogh —“cuando leí sus primeras cartas, me fascinó su capacidad para describir los campos que luego acabó pintando”—. También confiesa su entusiasmo por los idiomas —“me ayudan a expandirme mentalmente, ahora estoy aprendiendo francés”— o la importancia de su familia —“mi pintura y mi familia son indisolubles, sin ellos no sería yo”. El artista canario transmite una insaciable sed de conocimiento y es que considera que el aprendizaje es “imprescindible para avanzar”.

Hace años tu talento llamó la atención de la galería Halcyon de Londres. ¿Qué crees que vieron en ti?
Tendrías que preguntárselo a ellos [risas]. Cuando una galería internacional, que tiene acceso a todos los artistas del planeta, viene a buscarte es porque ve algo único, algo especial. Pero decir esto de uno mismo es como no tener abuela, ¿no? Las grandes galerías suelen apostar por artistas consagrados porque uno joven implica más riesgos. Yo tuve mucha suerte, creyeron en mí con 27 años y me convertí en el artista más joven de la galería. Mis cuadros pasaron a estar colgados al lado de los de Picasso.

Antes de eso, viviste tiempos de precariedad. ¿Por qué no te rendiste?
No me rendí porque creía en mí y en mi trabajo. Además, no podía hacer otra cosa porque el arte es como un rayo que cae sobre ti. No lo eliges, te toca. Para mí pintar es como respirar, lo contrario es inconcebible. Sería como un pez viviendo fuera del agua. Unas veces me ha ido mejor y otras peor, pero mis ganas de levantarme a diario para ir al taller no han cambiado. El arte es un acto de fe ciega.

“El talento es como un diamante escondido en la tierra, necesitas tener la capacidad de hundir las manos en ella y escarbar pase lo que pase”

Volviendo al talento, ¿cuál es su ingrediente principal?
El talento es un don, lo tienes o no lo tienes, pero requiere pasión. Sin pasión es muy difícil que el talento florezca. Tú puedes tener un don físico para, por ejemplo, jugar al baloncesto porque mides más de dos metros, pero si no lo trabajas a diario de poco te va a servir. Cuando te mueve la pasión, el esfuerzo se concibe de otra forma. El talento es como un diamante escondido en la tierra, necesitas tener la capacidad de hundir las manos en ella y escarbar pase lo que pase.

Siempre has sostenido un diálogo con los grandes maestros del pasado, ¿qué te impulsa a ello?
Aprender. La civilización es un camino de aprendizaje, es imprescindible para avanzar. Sin ese aprendizaje repetiríamos cosas dándolas por nuevas y eso es engañarse. No puedes romper con el pasado sin conocerlo. Tienes que saber lo que han hecho los grandes maestros y encontrar tu propia voz, es decir, hacer avanzar el arte construyendo tu propio discurso.

Eres un artista que absorbe influencias de otras disciplinas, como el cine, la literatura o la música. ¿La curiosidad es uno de tus motores?
Sí, pero la curiosidad también procede de la pasión. Cuando no estoy pintando, estoy leyendo o viendo una película. Tengo ansiedad por aprender y me interesan mucho la cultura y la ciencia. Llevo años siguiendo el tema de la física cuántica y le dediqué unas esculturas cuando la gente no tenía ni idea sobre su impacto.

“Tienes que saber lo que han hecho los grandes maestros y encontrar tu propia voz, es decir, hacer avanzar el arte construyendo tu propio discurso”

El color es una de las señas de identidad de tu obra. ¿Cuándo escuchaste su llamada?
De siempre. Tiene que ver con mi personalidad, que es bastante positiva, y con mi apasionada visión del mundo. También influye el carácter canario, alegre en general. En mi tierra, por su situación geográfica, la luz se refleja de forma diferente y eso también me ha influido. Yo miro los colores y flipo, lo veo todo saturado.

De la primera pincelada a la última trabajas en solitario y de forma muy artesanal, ¿por qué?
Necesito sentir que en cada obra lo he dado todo para irme feliz a dormir. Me da igual que a la gente le guste o no, lo que me importa es sentir esa entrega total. Yo establezco un diálogo con la obra, no puedo imponerme a ella pero tampoco dejarla libre albedrío. Es como un hijo, que solo escapa a tu influencia cuando se va de casa. La obra sale al mundo libre de ti y encuentra nuevos espectadores a lo largo del tiempo, tiene vida propia y es infinita. Una obra es capaz de encapsular el alma y la conciencia de un tiempo, por eso el arte perdura y cuadros de hace siglos nos siguen hablando.

En la era del consumo acelerado, ¿qué puede hacer un artista para perdurar?
Para mí depende de la apuesta que hagas, o apuestas por el arte o por el consumo. No es lo mismo escribir que ser escritor, ¿no? Ahora el 90% de la creación está concebida para el entretenimiento —pasa con los libros, las películas, los cuadros— y el éxito puede ser circunstancial, fruto de la moda o del marketing. La mayoría de esas obras desaparecerán porque el tiempo es un buen regulador a la hora de decidir qué perdura y qué no.

Soy un privilegiado porque hago lo que me gusta. ¿Cuánta gente puede decir eso? Es verdad que lo hago hasta reventar, que es como una enfermedad

¿Y qué papel juegan las redes sociales? Como artista, ¿se puede ser ajeno a cualquier preocupación comercial?
Como artista puedes ser ajeno, pero alguien lo va a tener que hacer por ti. Porque una cosa es el arte y otra el mundo del arte. Si te pasas más tiempo en las redes que pintando, malo. Pero eso sucede. Hay artistas que dicen que le dedican varias horas al día a Instagram y yo me pregunto, ¿cuándo pintan? [risas]. Y quizás les vaya mejor. Si te has metido en el arte para ganar dinero, es que el arte para ti es una mera excusa.

Al principio hemos hablado de lo difícil que es llegar en el mundo del arte, pero ¿y mantenerse? ¿Cuál es el secreto?
El éxito es una moneda de dos caras porque puede acabar contigo. Se puede morir de éxito. Por eso lo más importante es volcarte en tu obra pase lo que pase, como si fuera una misión. No es lo mismo saber si vas a poder pagar las facturas a final de mes que no saberlo, pero lo importante es no acomodarse. Si te fijas, todos los grandes nombres que han influenciado la cultura eran gente volcada en lo que hacía. Ese era su secreto. Y no tiene que ver con la productividad, porque cada uno tiene su proceso creativo. Yo soy un privilegiado porque hago lo que me gusta. ¿Cuánta gente puede decir eso? Es verdad que lo hago hasta reventar, que es como una enfermedad, como una fiebre.