Ana Barriga

#pinturabenditomilagro

20 Julio 2022 Por Almudena Sacristán
Ana Barriga, artista
Las piezas artísticas de Ana Barriga levantan pasiones a nivel nacional e internacional. © Celia Macías

“Naranjazo”, “shuleito”, “malandro”, “voltereta y media al marcador”… Mientras habla, Ana Barriga asegura no parar de darle patadas al diccionario y, es cierto, está reventando el lenguaje, pero no el que ella cree, sino el artístico. México, Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur son solo algunos de los múltiples países impactados por su poderío. Parece que el arte pop, bien cargadito de acento, no necesita traducción.

Charlar con Ana Barriga (Jerez de la Frontera, 1984) es como beberse una copita del vino de su tierra: te entona en un momento. Un efecto igual de embriagador despiertan sus obras, los nombres con los que las bautiza o los hashtags de sus publicaciones en Instagram. ¿Ejemplos? Putti Barriga se llama su última escultura; Mande!, La pareja perfecta o Plan B son títulos de pinturas suyas escogidas al azar; y #anaparriba, #portidejolastragaperras o #reinatú las “almohadillas” que, a estas alturas, se han convertido en una de sus señas de identidad. Sarcasmo andaluz en vena y a todo color.

Todos tus hashtags son para enmarcar, pero hay uno que utilizas recurrentemente: #pinturabenditomilagro. ¿Es así como la sientes?
Totalmente. Por el entorno que he tenido y por donde me he criado, había más posibilidades de que me dedicara a la prostitución o a vender droga que al arte. No por mis padres —ellos lo han hecho genial—, de hecho, hemos tenido un entorno supercreativo a pesar de que aquello era la nada absoluta. El tema es que allí dedicarte a algo cultural era un milagro.

¿Cuándo te diste cuenta de que la pintura era tu talento?
Estudié muchísimas cosas antes de empezar a pintar y, ya cuando estaba harta de hacer módulos y de acudir a escuelas de arte, decidí ir a la universidad. Pero en mi familia aquello era menos factible que viajar a Marte. De hecho, comencé tarde, con 24 o 25 años. Eso sí, cuando puse el primer color, la primera mezclita en el soporte, fue como caer por un agujero negro maravilloso. Una potencia que no había visto ni experimentado en mi vida.

“Me he cargado muchos cuadros antes de coger el punto a los materiales tal y como los entiendo ahora: con respeto, pero también con irreverencia”

Ahora expones y vendes tu trabajo por todo el mundo. ¿Qué te diría tu yo del pasado?
Yo me crie en Cuartillos, una pedanía jerezana de alrededor de mil habitantes, así que alucinaría. Cuando estaba en Nueva York y hacía videollamadas a mis padres, mientras les enseñaba los imponentes edificios, les decía: “Esto no es nada para la chica de Cuartillos”.

Óleo, esmalte, rotuladores y espray son tus materiales básicos. ¿Cómo llegaste a juntarlos todos?
Por absoluto desconocimiento. Por aquello de ahora vamos a probar esto y ahora vamos a hacer esto otro, y al final acabé mezclando toda una amalgama de productos. Me he cargado muchos cuadros antes de coger el punto a los materiales tal y como los entiendo ahora: con respeto, pero también con irreverencia. Yo te construyo, pero yo te destruyo.

Más de una vez has dicho que tu proceso creativo se asemeja un poco al síndrome de Diógenes. Explícanos esto para no preocuparnos.
Y después me preguntan por qué estoy soltera… (risas). Siempre hago lo mismo: voy a los rastros o a cualquier sitio en el que pueda encontrar algún tipo de desecho y me lo llevo al estudio, donde tengo una colección brutísima de cacharros. Con la pieza en cuestión, monto un bodegón y voy jugando, pintando, manipulando o lo que se me ocurra. Así, poco a poco, voy construyendo la forma de lo que quiero contar. Esto lo tuve que cambiar con la pandemia y ahora lo que hago es un mix entre lo que encuentro dentro y fuera de mi cabeza. Ahí está el pulso.

Tu universo pictórico lo protagonizan figuras con acabado cerámico que luego perviertes con otros trazos. El resultado tiene guasa, tiene calle, ¿de tal palo tal astilla?
Los trazos son el ingrediente picante. A mí me encanta jugar con ese tipo de contrastes: estirarlos y retorcerlos al máximo. Tiene mucho que ver con cómo me han educado, las experiencias que he tenido y las que sigo teniendo. Es que la vida está muy loca.

¿Cuáles son los temas más recurrentes en tu obra y dónde encuentras la inspiración?
Sexualidad y sensualidad. La pintura es súpersexy. Tiene algo muy meloso que te seduce por el contoneo de la propia materia y, por otro lado, tiene guarreo: huele mal, te ensucia, te cuesta trabajo quitártelo de encima. También me interesan la religión, la política y la vida en general. Y la inspiración la encuentro saliendo a la calle. Si estás un poco atento a lo que pasa a tu alrededor, flipas con la historia. Es normal que todavía no nos hayan conquistado los alienígenas, ¡no se atreven a venir!

“Me levanto por la mañana y hasta que no llego al estudio es como que no respiro. Ahí pasa lo que yo quiero que pase”

¿Pasas mucho tiempo en el estudio?
El estudio es mi casa, mi cueva, y allí me tiro todo el día porque soy torpe y tengo que echar muchas horas. Me levanto por la mañana y hasta que no llego es como que no respiro. Ahí realmente pasa lo que yo quiero que pase. Lo necesito todos los días.

Ahora mismo nos respondes desde Londres, ¿qué estás haciendo allí?
Después de Nueva York, tuve la intuición de que en Madrid ya había bailado suficiente. Fue sacarme el billete a Londres y me salieron dos proyectos: una galería con la que he vuelto a colaborar y otro muy gordo que solo de pensarlo me elevo del suelo. Cuando hice la escultura de Laki Kat, la compró el County Hall de Londres y el dueño del edificio me ha dado una beca de residencia que incluye estudio y alojamiento, pero además me apoyan en todas las investigaciones y creaciones que quiera hacer. En paralelo, me han encargado un jardín de esculturas frente al London Eye.

En medio de toda esta hiperactividad, has creado una beca para impulsar el talento joven que se llama IAM WITH YOU. ¿En qué consiste?
Durante la pandemia, un montón de colegas de profesión me contaban cómo se les caían proyectos, cómo no cobraban o cómo las instituciones reducían las ayudas. Entonces se me ocurrió crear una beca autofinanciable consistente en lo siguiente: yo vendo un cuadro y el beneficio te lo doy a ti. Y tú coges y te vienes conmigo al estudio, produces lo que te dé la gana y donas una obra que dejas para que nosotros le encontremos comprador y entregar ese dinero a otra persona. La vamos a lanzar cada dos años para que sea más factible. A mí me interesa que sigan saliendo artistas jóvenes porque esto tiene que seguir rodando.

Hablando de jóvenes prometedores, ¿qué es para ti el talento?
El talento es exprimir el limón a hierro. El disfrute y el goce, el saber sobrellevar las cosas y vivir a muerte.

Antes nos referíamos a la Ana Barriga del pasado, ¿algún mensaje para la del futuro?
Sigue flipando, cariño.