Leonor Serrano Rivas

Una mirada mágica

26 Diciembre 2022 Por Jaime Soteras
La exposición ‘Magia natural’, de Leonor Serrano Rivas, puede visitarse en el Museo Reina Sofía (Madrid)
La exposición ‘Magia natural’, de Leonor Serrano Rivas, puede visitarse en el Museo Reina Sofía (Madrid). © Laura Sánchez San-Segundo

La relación entre magia, ciencia y filosofía ha impulsado a la artista Leonor Serrano Rivas a reconstruir para su nueva instalación artilugios —como la caja de música, la cámara oscura o la linterna mágica— que inspiraron en el siglo XVI una renovada visión del mundo. La exposición ‘Magia natural’, perteneciente al programa ‘Fisuras’ del Museo Reina Sofía, se puede visitar hasta el 27 de febrero.

La inquietud por conocer ha sido una constante en la vida humana. En el siglo XVI, ciencia, magia y filosofía se dieron la mano cuando diversos artistas se pusieron a trabajar en el diseño de aparatos que abrieron caminos nunca explorados hasta ese momento. Su objetivo era plantear otras maneras de generar conocimiento y buscar respuestas a las grandes cuestiones trascendentales. Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1986) rinde homenaje a aquellos artistas y actualiza su discurso en un momento donde regresar a los orígenes parece muy oportuno. Magia natural es una muestra que garantiza una luminosa experiencia estética y que se relaciona con el visitante de una forma muy especial.

¿De dónde parte el viaje al pasado que planteas en la exposición?
Siempre he estado interesada en las estructuras que recogen la teatralidad, y estas provienen del Renacimiento. Los artistas del siglo XVI, cuyos aparatos componen Magia natural, tienen un peso importante en la formación del conocimiento científico que nos ha llegado. Llevaba tiempo investigando sobre ello, así que la invitación del Reina Sofía para participar en el programa Fisuras vino en un momento perfecto.

¿Qué talento tenían estos artistas? ¿De qué forma te inspiraron?
Al crear sus artefactos, la intención de esos artesanos era proporcionar una imagen alternativa del mundo. Eso me apasiona, y entendí que mirar a los orígenes a través de ellos era como volver a narrar todo ese conocimiento. El potencial que tiene el arte es acercarte a las cosas desde otro ángulo, generar otra perspectiva.

“El potencial que tiene el arte es acercarte a las cosas desde otro ángulo, generar otra perspectiva”

Más que de visitantes a la exposición, tú hablas de espectadores. ¿Qué papel deben jugar en ella?
Gonçalo Tavares, un autor al que sigo mucho, dice en su libro Viaje a la India que las personas tenemos tres formas de aproximarnos a los objetos —lo llama “la línea del nivel de la mirada”— y he tratado de articular esta idea a lo largo de tres salas. En el Espacio 1 el espectador no tiene que cambiar el punto de vista para contemplar los objetos e, incluso, pasa a formar parte de la película que proyectamos. En la Sala de Bóvedas esta aparece suspendida en el techo, por lo que hay que mirar hacia arriba. Y en la Sala de Protocolo los tapices del suelo te obligan a mirar hacia abajo. Este movimiento performativo sutil e inconsciente cambia la forma de enfrentarte a la pieza y a la representación del mundo.

¿Qué criterio has seguido a la hora de ocupar las salas y posicionar los objetos?
La idea es que una pieza se encadene con la siguiente, que haya una narrativa. Cada objeto recoge un momento concreto, pero hay un hilo. Aunque el recorrido es libre, lo planteé como una trama de tres capítulos en la que se pasa de la oscuridad a la luz. En cada sala hay un objeto que la preside. Espacio 1 contiene la cámara oscura, Bóvedas la linterna mágica y Protocolo la caja de música.

Estudiaste y viviste en Londres, pero también pasaste periodos en Tokio o Tánger. ¿Qué te aportó viajar a esos lugares y conocer otras culturas?
Mi etapa inglesa fue importante porque pasé ocho años en Londres y Oxford. El cambio respecto a España fue abismal porque la forma de educar en la academia anglosajona es totalmente diferente y los referentes son otros. También estuve en Tokio unos meses y he hecho residencias en Tánger. Es duro porque no estás en tu zona de confort, pero son experiencias fructíferas a nivel profesional porque te acercan a una forma de producción nueva donde las reglas del juego son otras. Eres como un niño que se aproxima al mundo por primera vez y tratas de entender cómo moverte dentro de él.

“La práctica artística tiene algo muy bonito: puedes ser todas las personas que quieras. Te tienes que permitir jugar”

¿Qué te motiva en tu trabajo?
Un artista lo es por una necesidad espiritual y emocional. Es raro, pero sientes que no puedes hacer otra cosa. Trabajas por convicción. Hay un interés en acercarte a cosas que no conoces y la práctica artística tiene algo muy bonito: puedes ser todas las personas que quieras. Te tienes que permitir jugar. Es una mezcla de pulsión espiritual y de curiosidad técnica.

Aparte de la instalación, ¿qué otras técnicas artísticas sueles trabajar?
La instalación es una forma de mostrar mi interés por la arquitectura [Leonor también estudió esa carrera] y los espacios, pero trato de no tener preferencias. En mi caso, es la idea la que me lleva al medio y no al revés. Siento fascinación por las técnicas nuevas. Por ejemplo, he hecho vidrio soplado y esmaltado. También me gusta mucho el proceso de rodaje de una película porque es completamente distinto a mi día a día; contrasta con una vida mucho más reflexiva y solitaria en el estudio.

“El talento es tener la capacidad de aportar una visión que genere un nuevo espacio de imaginación en los demás”

Y para finalizar, ¿cómo definirías el talento?
En mi caso, el talento es una capacidad para proporcionar una imagen alternativa del mundo, aportar una visión que genere un nuevo espacio de imaginación en los demás. Creo que en el momento actual esto es muy pertinente.