Virginia Feito

El extraño encanto del mal

10 Junio 2025 Por Roberto C. Rascón
Virginia Feito
Las novelas de Virginia Feito se han convertido en un fenómeno editorial a nivel mundial. © Pilar Hormaechea

La escritora Virginia Feito ha cumplido uno de sus sueños literarios: insuflar vida a una psicópata. Se trata de Winifred Notty, la perturbadora protagonista de su segunda novela: ‘Victorian Psycho’. Una institutriz inmune al miedo que desnuda las miserias de la sociedad victoriana en un ‘thriller’ sangriento cargado de humor negro. Orgullosa de su creación, disfruta del encuentro con sus lectores en la Feria del Libro de Madrid.

Cuando era pequeña, Virginia Feito (Madrid, 1988) ya escribía cuentos con la máquina de escribir de su madre. Su vocación estaba clara y el gusanillo, pese a tomar un ligero desvío para adentrarse en el mundo de la publicidad, siempre estuvo ahí. Su primera novela, La señora March, se convirtió en un fenómeno editorial… ¡En Estados Unidos! “La gente se sorprende porque escribo en inglés y es normal”, confiesa, pero tiene explicación: Virginia se educó en inglés, comenzó a leer en inglés y, por tanto, se siente más segura escribiendo en inglés. Dicen que la segunda novela es la más difícil y Virginia lo corrobora con el humor negro que la caracteriza: “Viví un pequeño drama en el que casi me meto en el mar y sigo andando”. Afortunadamente, decidió darse la vuelta y terminar Victorian Psycho. Con Winifred Notty, una institutriz capaz de hacer reír en un párrafo y helarte la sangre en el siguiente, Virginia ha cumplido uno de sus sueños: entregar a la literatura su propio psicópata. La particular psique de su protagonista está siendo uno de los temas de conversación durante sus firmas en la Feria del Libro de Madrid, un evento patrocinado por Iberia. Lectores que anhelan ver en pantalla grande la adaptación de sus dos novelas —Hollywood compró los derechos de ambas—, un sentir que comparte la propia escritora: “¡Ojalá salgan pronto porque parece más difícil hacer una película que publicar un libro!”.

Tenías una prometedora carrera en el mundo de la publicidad y decidiste dejarlo todo para dedicarte a la literatura. ¿Era tu verdadera vocación?
Sí, sin duda, escribir era mi vocación. Comencé a escribir historias de pequeña con la máquina de mi madre. Cuando me gradué en la universidad pensé: “¿Qué hago ahora? ¿Me voy a casa de mis padres a escribir un libro?”. No me pareció realista, de hecho, me sonó irresponsable, así que intenté buscar algo cuyo requisito fuera la escritura y la creatividad, pero en una oficina y con una nómina. La publicidad era muy divertida y me motivaba, no la odiaba ni muchísimo menos, pero con los años mi verdadera vocación volvió a llamar a mi puerta.

¿Qué te empujó a arrancar tu carrera literaria con un “Once upon a time” en vez de con un “Érase una vez”? ¿Fue una decisión consciente o inconsciente?
Es raro porque no es mi idioma —ni yo ni mis padres somos nativos—, pero siempre he tenido relación con el inglés. Viví fuera de pequeña y desde entonces leo casi exclusivamente en inglés. Cuando comencé a escribir, intentaba imitar a mis autores favoritos y todos eran anglosajones. El castellano, incluso hoy, me impone mucho porque no me siento segura y para escribir una novela necesito sentirme cómoda.

“El castellano, incluso hoy, me impone mucho porque no me siento segura y para escribir una novela necesito sentirme cómoda”

Una española escribiendo en inglés y publicando primero en Estados Unidos. ¿Qué talento crees que detectaron en aquel primer manuscrito de La señora March?
La verdad es que no lo sé y me gustaría preguntárselo algún día [risas]. Me costó porque en España el autor tiende a tratar directamente con la editorial, pero en Estados Unidos y en Inglaterra no puedes llegar a ninguna editorial sin un agente. Tenía una lista de agentes y les mandé el manuscrito a varios. No recuerdo el número exacto, pero tuve bastantes rechazos hasta que uno le vio algo. ¿Qué le vio? La novela tenía unos ingredientes que en ese momento estaban de moda, como puede ser el thriller protagonizado por una mujer, pero además tenía un toque diferente y eso le debió intrigar. Además, pensaría: “Esto lo puedo vender” [risas].

Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero tú has conseguido triunfar también en España. ¿Te gusta visitar la Feria del Libro de Madrid y compartir tiempo con tus lectores?
Sí, me encanta. Y cada año me gusta más. Los escritores no somos excesivamente aventureros y la feria es nuestro gran momento de acción. Hacemos frente a temperaturas altas y vientos huracanados para estar con nuestros lectores. Estoy siendo un poco extravagante con esta metáfora [risas], pero es que es muy emocionante y siempre recibo mucho cariño. Me vengo bastante arriba con la feria porque me alimenta el ego.

Tras el éxito de La señora March, ¿sentiste vértigo a la hora de afrontar tu segunda novela?
Muchísimo. Escribí el primer manuscrito después del éxito de La señora March y sentía como si volara. “Soy brillante y puedo hacer cualquier cosa”, pensaba. Iba sobrada, pero lo leyeron personas de mi entorno —mi agente, mi madre— y empezaron a llegarme comentarios de que no estaba todo lo bien que yo creía. Me dijeron que tenía grandes ingredientes, pero que necesitaba trabajarla más. Fue un golpe duro. No me gusta la crítica, llámame loca [risas], y entré en crisis. Lo edité muchísimo: en tercera persona, en primera, en pasado, en presente, quité cosas, las volví a incluir… No sabía muy bien qué hacer y me entró el pánico.

Hablando ya de Victorian Psycho. ¿Qué tiene la figura de la institutriz que tantas y tan buenas ficciones ha protagonizado? ¿Qué te llamó a ti la atención?
Me gusta mucho que en aquella época vivían como en un limbo. No pertenecían a la clase alta, pero tampoco eran sirvientas. Solían ser mujeres que, por azares de la vida, habían tenido que ponerse a trabajar. Tenían que adaptarse a una familia, educar a sus hijos, reprimir cualquier pensamiento o actitud que no estuviera bien visto y callarse todas las desgracias o injusticias que vieran. Me parece una figura muy intrigante que se adapta muy bien al drama y que tiene mucho jugo para una historia.

Has confesado cierta fascinación por los psicópatas. ¿Es lo que te motivó a adentrarte en la mente de una?
El psicópata es una figura literaria que me encanta y siempre supe que quería crear uno. Cómo funciona la mente de un psicópata es un tema fascinante. Que un ser humano no sienta ni miedo ni culpa tiene algo de liberador, incluso de atractivo, pero por otro lado es algo terrorífico para una vida en sociedad. Cada psicópata que descubro en novelas despierta mi atención y me hacía mucha ilusión crear el mío, hacer mi pequeña aportación a ese tipo de personajes y que quedara en la historia literaria.

“Cada psicópata que descubro en novelas despierta mi atención y me hacía mucha ilusión crear el mío, hacer mi pequeña aportación a ese tipo de personajes”

Tus novelas parecen nacidas para saltar a la gran pantalla. De hecho, Hollywood llamó a tu puerta y trabajas en los guiones de ambas adaptaciones. ¿A qué lo achacas?
Creo que tengo un estilo muy visual y no lo puedo evitar. No sé imaginarme una acción de una forma que no sea visual, como si fuera una película en mi cabeza para así poder describirla. Obviamente la literatura te permite describir cosas que el cine no, pero, por lo que me cuentan, mis historias son fácilmente adaptables y pueden dar mucho juego en su salto a la pantalla. Hay novelas increíbles y maravillosas que son muy difíciles de adaptar porque no sabes ni cómo empezar a traducirlas a un lenguaje puramente visual.

Te han comparado con maestras del suspense como Patricia Highsmith o Shirley Jackson. ¿Cómo llevas esas comparaciones? ¿Son tus principales referentes o tienes otros?
Me lo tomo un poco a risa porque, obviamente, el talento no es comparable, pero por otro lado me hace mucha ilusión. Shirley Jackson me impactó muchísimo cuando la leí y sí, es un referente. Patricia Highsmith siempre me ha encantado y tiene uno de los psicópatas más famosos de la literatura, Ripley. Pero me siento más inspirada por el humor negrísimo de otras obras suyas, como Pequeños cuentos misóginos. También citaría a Bret Easton Ellis, autor de American Psycho. Y no me olvido de Charles Dickens porque fue el primer autor al que intenté imitar cuando era pequeña… Yo era una niña muy pedante, evidentemente [risas].

De cara a tu tercera novela, ¿te gustaría explorar otros géneros o te sientes cómoda en el suspense?
No sé si calificaría mis novelas estrictamente como suspense. Tanto La señora March como Victorian Psycho mezclan diversos géneros y me gusta que sean difíciles de clasificar. Lo que no creo que pueda evitar es escribir algo con un toque oscuro... Me da vidilla [risas]. No sé si sabría crear conflicto si no hay algo turbio en el centro. En cuanto a explorar otros géneros no me da miedo, de hecho, me ilusionaría cambiar y sentir que hago algo distinto.