Lara Moreno
Mujeres en la ciudad
‘La ciudad’ es la nueva novela de Lara Moreno. Y Oliva, Damaris y Horía son las tres mujeres que pueblan sus páginas, tres nombres unidos a tres historias que no se olvidan fácilmente y que consolidan a la escritora andaluza como una de las grandes voces femeninas de la literatura actual en España. Porque, como ella misma reivindica, ha llegado el momento de, por justicia, leer a las mujeres.
Oliva, Damaris y Horía son las protagonistas de La ciudad. Mujeres que, pese a habitar un mismo edificio, se miran pero no se ven. Abren la puerta del mismo portal, suben y bajan en el mismo ascensor y transitan los mismos rellanos, pero son invisibles las unas para las otras. Cada una de ellas carga en soledad con diferentes angustias, pesares y desconsuelos. ¿Por qué no se ayudan? La respuesta a esa pregunta late en el corazón de la tercera novela de Lara Moreno (Sevilla, 1978), la cual, a diferencia de las anteriores, se ambienta en una gran urbe: Madrid. Una ciudad que le sirve a la autora para mostrar las taras de una sociedad que tiende a separarnos en vez de a unirnos. Diez años después de recibir el Premio Cosecha Eñe y ser nombrada Nuevo Talento Fnac de Literatura, la andaluza se consolida como una de las grandes voces femeninas de su generación.
Antes de centrarnos en tu nueva novela (La ciudad), quiero saber cómo nace la Lara escritora.
Yo empecé a leer muy pronto y, en realidad, el impulso de escribir siempre viene de la lectura. Lo que más me gustaba era leer, lo hacía durante horas y horas. Cuando publiqué mi primer libro me vino un recuerdo: yo, con nueve años, diciendo que quería ser escritora. Mi tía me confirmó luego que era real. Así que siempre tuve una gran vinculación con la lectura y la escritura.
“Cortazariana”, por Julio Cortázar, es uno de los apelativos que ha recibido tu escritura, pero ¿quiénes han sido tus referentes literarios?
Creo que es una de las preguntas más difíciles que pueden hacerme… Por suerte, se actualizan constantemente. Cortázar, que además es un escritor muy pegajoso, influyó mucho en mi primer libro de relatos. En su momento, leí a muchos autores del boom latinoamericano, pero también a españoles como Juan Marsé o Mercè Rodoreda. Ya con 30 años empecé a leer a más mujeres, también porque se abrió el mercado, como la poeta Blanca Varela, y ahora mismo estoy enamoradísima de Montserrat Roig, a la que estoy descubriendo porque casi toda su literatura estaba descatalogada. Y no me puedo olvidar del mexicano Emiliano Monge, uno de mis escritores preferidos.
“Yo empecé a leer muy pronto y, en realidad, el impulso de escribir siempre viene de la lectura”
Las vidas de las tres mujeres que protagonizan La ciudad son muy diferentes, pero ¿qué tienen en común?
En realidad tienen poco en común más allá de compartir un mismo territorio urbano, que en este caso es Madrid. También comparten un edificio, pero la forma en la que las tres lo habitan define lo que las une y lo que las separa. Solo una de ellas, Oliva, que es española, vive realmente en el edificio. Damaris es colombiana y trabaja en él cuidando a los hijos de una pareja, que es algo muy diferente. Y Horía, inmigrante ilegal marroquí, lo habita de forma precaria, escondida en la casucha del portero como pago a sus servicios de limpieza y con miedo a que la policía se la lleve en cualquier momento.
Pese a compartir espacio físico y temporal, ¿por qué no surge la sororidad [solidaridad femenina] entre ellas?
No, no surge ningún tipo de sororidad entre ellas. Las tres tienen sus redes, pero son como las de casi todos: horizontales. Ocupan escalones diferentes dentro de una jerarquía social, así que no pueden ayudarse porque no se ven realmente. Al principio fantaseé con la idea de que se necesitaran, pero me di cuenta de que no era verosímil porque en la vida real, cuando habitamos espacios socioeconómicos diferentes, no solemos ni mirarnos ni ayudarnos.
Hasta La ciudad tus personajes se movían en zonas rurales, ¿por qué decidiste ambientar esta historia en una gran urbe como Madrid?
Es un reto que me puse. Cuando terminé de escribir mi libro anterior, Piel de lobo, decidí mirar a la ciudad en la que llevo viviendo tanto tiempo y que condiciona tanto mi vida. Madrid bien merece una novela, tanto por lo bueno como por lo malo. Es una ciudad que tiene tantas realidades como habitantes y me servía para mostrar cómo nos organizamos socialmente —en lo económico, en lo laboral, en lo humano— y nuestras virtudes y carencias como sociedad.
“Madrid es una ciudad que tiene tantas realidades como habitantes y me servía para mostrar nuestras virtudes y carencias como sociedad”
La población inmigrante en España supera el 10%, pero ni mucho menos las ficciones reflejan esto. Tú novela es una excepción. ¿Por qué poner el foco ahí?
Supongo que precisamente por eso. La realidad es que vivimos de espaldas a ese 10% de la sociedad. También viene de una toma de conciencia a nivel personal: ¿cuál es nuestro comportamiento hacia las personas que vienen a ganarse la vida a nuestro país, huyendo, en muchos casos, de auténticos terrores? Cuando me plantée mirar la ciudad desde un punto de vista narrativo, pensé que no podía hablar del centro de Madrid sin hacerlo de inmigración.
El pasado octubre estuviste en Feria del Libro de Frankfurt, donde España fue el país invitado. Tras vivir esa experiencia en primera persona, ¿por qué crees que le cuesta tanto a la literatura en español trascender fronteras?
Para empezar, quien ha tenido colonizado el mercado de las traducciones desde siempre ha sido el inglés. Es decir, no sé si es un problema del español o es que el inglés deja muy poco espacio; de hecho, creo que hay otras lenguas que se encuentran en la misma situación. Al final, por cómo funciona el mundo editorial, casi todos los editores leen en inglés.
“Que la mirada de la mujer haya estado relegada en casi todos los ámbitos es una de las grandes injusticias de la historia de la humanidad”
Si yo digo la palabra talento, ¿qué reflexión se te viene a la cabeza?
Es bonito pensar que el talento es un don, pero creo que solo si viviéramos en una sociedad con igualdad efectiva sabríamos cuánto de don hay realmente en la palabra talento; o si, al final, como casi todo lo demás, depende del código postal donde hayas nacido.
El talento femenino en la literatura siempre ha estado ahí, pero, como tú misma decías antes, ahora se editan muchos más libros escritos por mujeres. ¿Llega tarde?
Llega siglos tarde. A las mujeres, y a las escritoras en particular, se nos ha negado un espacio durante siglos. Que la mirada de la mujer haya estado relegada en casi todos los ámbitos es una de las grandes injusticias de la historia de la humanidad. Así que si hay que leer a mujeres es, lo primero, por justicia.