Ray Loriga
Entre la duda y la culpa
Ray Loriga (Madrid, 1967) lleva más de veinticinco años demostrando su enorme talento como escritor, guionista y director. Además de haber dirigido a actores como Viggo Mortensen en 'La pistola de mi hermano' y a Paz Vega en 'Teresa, el cuerpo de Cristo', también ha escrito historias que han sido llevadas al cine por Pedro Almodóvar, Carlos Saura y Daniel Calparsoro.
Los intereses literarios de este creador, que con libros como Lo peor de todo y Héroes se convirtió en icono de la generación de los 90, van de la novela al relato, pasando por el cuento infantil y los artículos de opinión. El ganador del Premio Alfaguara 2017 acaba de publicar Sábado, domingo, una novela sobre dudas, culpas y remordimientos que, como sus mejores obras, resulta ser una historia con un extraño encanto.
¿Qué exploras en esta última novela que no hayas hecho ya en las precedentes?
Algunos de los temas que desarrollo son constantes, pero en cada libro que escribes te encuentras en un momento distinto de tu vida. Es la primera vez en la que confronto el vértigo de dos voces: yo mismo como escritor y el propio personaje; lo que pensábamos que íbamos a ser en el futuro y la suma o la resta de lo que finalmente resultamos ser.
La historia de Sábado, domingo (Editorial Alfaguara) está narrada en dos tiempos: unos hechos extraños que sucedieron en 1988 y que después, en 2013, encuentran explicación. En medio, unas prolongadas campanadas de silencio que abarcan 25 años. ¿El paso del tiempo y las circunstancias que afrontamos nos cambian radicalmente o solo de modo superficial?
El tiempo nos va limando y nos convertimos en algo distinto. Cuando se es joven, casi todos hacemos una proyección de nosotros mismos, de nuestras capacidades, de nuestra personalidad… Y soñamos con una evolución determinada que valoramos como que será una mejora. Con el paso del tiempo te das cuenta que no siempre es así, que no se mejora necesariamente. Con el tiempo, la gente no cambia, solo empeora.
¿Tienes en tu carrera literaria alguna mancha oscura, la culpa de “alguna medusa tenebrosa” que te quite el sueño?
No, en mi carrera literaria no hay ninguna pesadilla que me quite el sueño. Pero en la vida personal… todos tenemos momentos en los que pudimos hacer las cosas mejor.
La portada de tu novela lleva la imagen de una mujer. La industria editorial busca al lector femenino desesperadamente y parece como si a los lectores masculinos los diese ya por perdidos.
En Sábado, domingo la voz del narrador es la de un hombre. Es su historia. Pero en la trama de la novela hay dos mujeres que son fundamentales: la camarera del Vips de López de Hoyos y la prima del narrador, que es su alter ego, su amiga, su confesora. Pero, aunque yo no hago las portadas de mis libros, hay un hecho estadístico: en España, el número de lectoras supera con mucho a los lectores masculinos, como en una proporción cercana al 80-20. Sólo hay que ir a una presentación de cualquier libro y verás que el 80% son mujeres. Es verdad que las mujeres en España son la masa fundamental lectora y, por lo tanto, es el target de negocio que buscan las editoriales.
“La literatura, como la lectura, es soledad y silencio. Todo está en tu cabeza”
Hay un momento en Bohemian Rhapsody, el biopic sobre Queen, justo cuando Freddie Mercury rompe la banda cansado del círculo hamsteriano de grabación de disco, promoción y gira, que podría compararse con la vida del escritor profesional ya que responde al mismo esquema: escribo una novela, hago la presentación oficial, me voy de gira promocional por ciudades de provincias, firmo en las ferias del libro y… vuelta a empezar.
No he visto la película. Nunca he sido de ponerme muchos discos de Queen en casa. La escritura y la promoción son dos trabajos diferenciados y opuestos. La literatura, como la lectura, es soledad y silencio. Todo está en tu cabeza. No tienes que contárselo a nadie. En cambio la promoción es desdoblarte en una especie de papagayo que da la vuelta a equis países según el éxito de cada cual y de cada libro, haciendo entrevistas, diciendo más o menos lo mismo. Por un lado, se hace un poco arduo, pero por otro reconoces que es una suerte poder hacerlo porque también pudiera ocurrir que nadie te hubiese publicado el libro o que nadie lo leyese ni te preguntase por él. Tiene un sabor agridulce: por un lado es bastante agotador ser presentador de uno mismo, algo que no pertenece para nada a la raíz de tu trabajo, y por otro lado agradeces poder hacerlo. Volviendo a Queen, el problema es que los escritores no podemos disolver la banda.
Es habitual encontrarse a actores que sueñan con ser escritores. Es como si nadie estuviera satisfecho con el papel que le ha tocado interpretar en la vida. ¿Tienes algún otro talento que te gustaría explorar?
La verdad es que no. Siempre quise ser escritor, que es lo que soy. Tengo mi otra faceta como guionista de cine y, aunque he dirigido dos películas, soy un guionista que a veces dirige. Esos dos mundos, literatura y cine, eran los que más me apasionaban.
¿Ya desde niño?
De niño quería ser futbolista y más tarde bailarín de ballet. Me apunté a ballet, pero el entrenador del equipo de fútbol del colegio me sacó del pescuezo del ballet porque decía que daba mal ejemplo al resto del equipo, que era cosa de maricas. Ahí se truncó mi carrera como bailarín, pero aunque me gusta mucho el ballet, era tan malo que tampoco hubiese llegado a nada. Era capitán del equipo de fútbol y me gustaba mucho. Seguí siendo espectador de ballet.
¿Tienes algún proyecto para una serie o para una película?
Sí, tengo una adaptación de una novela de Eduardo Iglesias, un escritor donostiarra que me gusta mucho. A ver si algún día dejo de hacer promoción o de escribir novelas y puedo centrarme un rato. Veremos si sale adelante. Lo del cine es complicadísimo.