Carlos Zanón

El rey de la novela negra hispana

1 Octubre 2019 Por Enrique Bueres
carlos zanon escritor
En 2014, su novela 'Yo fui Johnny Thunders' lo consolidó como una de las grandes voces del género. © Xavier Cervera

Carlos Zanón es uno de los grandes de la novela negra en español, pero su ambición y talento no quedan restringidos a los límites del género criminal. Poeta, novelista, articulista, crítico literario, letrista de Loquillo… y comisario. ¿De policía? No, del festival literario Barcelona Negra, cargo que ostenta desde hace tres años.

El autor de títulos como Nadie ama a un hombre bueno, Yo fui Johnny Thunders y Taxi es el único escritor que ha logrado dos de los galardones más relevantes dentro de la novela de género negro: el Premio Hammett y el Silverio Cañada. Ahora se reedita su segunda obra, Tarde, mal y nunca (Salamandra), publicada originalmente hace diez años. También desde hace unos meses tiene en las librerías Carvalho: problemas de identidad (Planeta), libro con en el que resucita al célebre detective creado por Manuel Vázquez Montalbán. Carlos Zanón (Barcelona, 1965) sabe mucho de literatura, pero también de roncanrol. Y ahí no queda la cosa: es, además, una autoridad en los Bee Gees, referentes de la música disco. Ahí es nada.

En Problemas de identidad (Planeta) has resucitado a Pepe Carvalho. ¿Estaba crionizado o has hecho ingeniería genética a partir de sus restos de ADN?
Lo he reconstruido. La idea era que el lector reconociera al personaje, pero tampoco hacer un clon. Al escribirlo en primera persona marco la diferencia entre que alguien te explique una historia o que la hayas vivido tú.

Se ha dicho que eres el heredero de Juan Marsé y Vázquez Montalbán. ¿Te sientes cómodo con esa etiqueta?
Me reconozco en la herencia de Marsé a través de Francisco Casavella más que directamente de Vázquez Montalbán. Me gusta pertenecer a una tradición. No me interesan los autores que parece que lo hayan inventado todo ellos. Todos venimos de algún sitio. Mi tradición también procede de Galdós. La novela negra tiene mucho de costumbrista.

¿Qué puede aportar la novela negra a la correcta interpretación de la complejidad de la sociedad del siglo XXI?
Es el género más voraz de todos y con menos prejuicios. Puede maridar con cualquier otro, por eso funciona. Explica cómo es el mundo, las relaciones sociales, la economía, las luchas de clases. La literatura del ‘quién mató a quién’ o la sofisticación de un asesinato ya no interesa al lector y, en el fondo, tiene poca calidad. Cuando lees a Henning Mankell, lo que te gusta saber es cómo vive aquella gente tan rara, cómo se relacionan, cómo influye el hecho de que un pueblo se quede aislado todo un invierno.  

Has ganado los principales premios de novela negra. ¿Qué significan para ti estos reconocimientos?
Es un estímulo, un orgullo y también una lotería, porque significa que lo que estás haciendo en esos momentos encaja con unos determinados parámetros. Soy muy competitivo, intento hacer las cosas lo mejor posible. Me costó veinte años publicar una novela. Todo lo que ha venido después ha sido un regalo y lo valoro muchísimo. Los premios son un reconocimiento y, por supuesto, me gustan.

¿Cómo ha evolucionado el tratamiento de la violencia en tus novelas?
No me gustan los matones, ni me fascinan los asesinos o los psicokillers. Me interesa la violencia como lenguaje que cualquiera puede ejercer en determinadas circunstancias: te sobra el marido de tu amante, te sobra el que se mete en mitad de un atraco… La violencia en una novela debe tener un sentido, respetar a la víctima y utilizar los recursos necesarios para impactar a un lector harto de verla en las películas.

“La violencia en una novela debe tener un sentido, respetar a la víctima y utilizar los recursos necesarios para impactar a un lector harto de verla en las películas”

¿Tu éxito como novelista está eclipsando tu amplia producción como poeta?
A pesar de haber publicado muchos libros de poesía, como poeta yo no tenía un nombre. Quizás porque mi poesía viene de una tradición musical, más que lírica. Empecé a escribir poesía por Lou Reed, no leyendo a poetas. Así que no creo que ser novelista me haya oscurecido esta faceta.

Adscribirse de un modo muy marcado al género negro puede limitar las posibilidades de un escritor y convertirse en un estigma.
Totalmente. Los periódicos, cuando hacen las listas de los mejores libros del año, ven inviable que una novela negra cope el palmarés. Es una herencia del prejuicio de que la literatura tenía que ser verbalidad y, que si daba demasiada importancia a una trama, era un subgénero. En mi caso, que soy más de novela negra que policial, creo que tengo más posibilidades de entrar y salir del género.

La música es una constante en tu obra y, además, has escrito letras para artistas como Loquillo, Brighton 64 o Pájaro. ¿Te consideras un melómano?
Sí, me encanta la música desde un punto de vista trascendente, atávico. No como hilo musical. Como músico no era talentoso, pero sí como letrista. He tenido la fortuna de poder colaborar con músicos y conocerlos. La literatura es música. Te gusta una página porque suena bien, por las palabras bien elegidas, por el ritmo y el tono. Cuando la literatura no es música es un mero texto redactado.

Uno de tus primeros libros fue un ensayo biográfico sobre los Bee Gees, artistas denostados por los progres en los años 70.
Los Bee Gees tenían una pinta muy extrema. A su lado, los Sex Pistols eran como Cary Grant. El hedonismo de la música disco siempre tuvo mala fama entre la progresía. Durante unos años tuvieron una sobrexposición brutal, como Michael Jackson, que hizo que quedaran estigmatizados. También sufrieron a un mánager horrible, Robert Stigwood, un tipo muy desastre que no supo gestionar su gran capacidad como compositores ni su éxito.

Tarde, mal y nunca se publicó originalmente en 2009. Si la escribieras en este momento, ¿estaría llena de reguetón y trap?
Claro, supongo que cambiaría un poco el tema de la emigración respecto a hace diez años. Quería escribir una novela de barrio, sin darme cuenta de que era una novela negra porque no hay policías ni investigación. Me interesaba más explicar cómo se vive el barrio desde dentro, sin ser buenista ni racista.

Eres crítico literario. ¿Alguna recomendación avalada por ti?
Recomendaría Madre, de Ada Castells, y Cometierra, de Dolores Reyes. También la reedición de El último buen beso, de James Crumley, para muchos la mejor novela negra de todos los tiempos.

Breve radiografía literaria de Zanón por Zanón

“Mi primera novela fue Nadie ama a un hombre bueno (2008), motivada por la revelación de leer Ampliación del campo de batalla, de Houellebecq. En No llames a casa (2012) intenté hacer una novela de pícaros mezclada con una novela de John Updike. Yo fui Johnny Thunders (2014) es un wéstern, el pistolero que vuelve al pueblo y no quiere volver a matar, mezclado con lo que había sido mi educación sentimental musical: el roncanrol. Marley estaba muerto (2015) es un libro de cuentos de Navidad en clave negra y de fantasmas. Y en Taxi (2018), que no es novela negra, quise retomar la idea de La Dolce Vita, con un taxista que da vueltas alrededor de una ciudad sin poder escapar de ella”.