Marina Perezagua

“Escribir me permite vivir con mis personajes”

3 Octubre 2019 Por Use Lahoz
marina perezagua escritora
Su libro de relatos ‘Leche’ supuso la consagración de Marina Perezagua. © Miguel Lizana

Marina Perezagua es capaz de cruzar a nado el estrecho de Gibraltar en cuatro horas y sacarse de la manga en cuatro años novelas como ‘Yoro’, ‘Don Quijote de Manhattan’ o ‘Seis Formas de morir en Texas’. Escribir, bucear... dos maneras de observarse por dentro, de luchar contra la velocidad del mundo. Vive en Nueva York desde hace más de quince años y su cosmopolitismo se percibe en sus historias, ambientadas en lugares remotos pero reconocibles y documentados.

Marina Perezagua (Sevilla, 1978) es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y doctora en Filología por la State University of New York. Es autora de dos libros de relatos (Criaturas abisales y Leche) y dos novelas (Yoro —Premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mejor novela escrita por una mujer en español— y Don Quijote de Manhattan), obras en las ya demostró un atrevimiento poco habitual y una extraordinaria capacidad para fabular y adentrase en territorios literarios complejos y a menudo desasosegantes. Todas esas premisas y todo aquel talento se confirman en Seis formas de morir en Texas, novela con la que debuta en el catálogo de Anagrama. Dueña de un universo particular y único, Marina Perezagua despliega nuevamente en su último título las obsesiones y las cualidades estilísticas que la han consolidado como una voz imprescindible de la actual narrativa española.

Dos familias, dos continentes y una trama sobre el tráfico de órganos sirven a Marina Perezagua para poner en juego a unos personajes cuya suerte queda ligada por un corazón que palpita y que ha dado vida a varias personas. A través de distintas voces narrativas se teje una trama en la que conviven la venganza, el amor y la culpa, con la que la autora mantiene en vilo al lector desde la primera página.

La relación entre padres e hijos está muy presente en toda la novela, ¿era una de tus intenciones?
En realidad, no tengo intenciones conscientes cuando escribo. Pero es cierto que la relación “padres-hijos” está muy presente, no solo en esta novela, sino también en mis libros anteriores. Imagino que al hilar historias sobre diferentes continentes las relaciones familiares vienen a cumplir la función de un símbolo de esa comunicación con ‘el otro’.

En la novela, encontramos personajes tan poliédricos como el de Robyn; una adolescente americana, ciega, irascible, que se expresa por medio de cartas y que espera su hora en el corredor de la muerte tras haber asesinado a su madre. ¿Cuál fue el primer fogonazo de esta novela? ¿Una imagen, una noticia, un recuerdo?
Una historia: la de Damien Echols [de Los Tres de Memphis], que entró en el corredor de la muerte siendo menor de edad y salió hace pocos años, cuando se demostró su inocencia tras haber pasado dieciocho años encerrado sin ver la luz del sol más que una vez. Pero lo que más me llamó la atención fue su bondad, a pesar de las vejaciones y torturas a las que había sido sometido durante la mitad de su vida. Creo que esa bondad también es importante en mi novela.

¿Cómo se te ocurrió incorporar a tu nuevo libro un tema tan inusual como el del tráfico de órganos?
Por una razón literaria. Necesitaba averiguar cómo se podría sacar a una persona del corredor de la muerte, pero con medios algo extravagantes, aunque verosímiles. Entonces descubrí el horror de lo que comenzó a suceder en China en la década de los 90 y que continúa a día de hoy. Cientos de miles de personas inocentes son asesinadas para extraerles los órganos y venderlos a pacientes, normalmente extranjeros. El horror aún es más profundo cuando se piensa que es el propio Partido Comunista Chino el que sustenta esta maquinaria para alimentar los fondos de su sistema sanitario.

Eres una gran creadora de imágenes, con una capacidad fabuladora incuestionable. ¿Qué importancia le das al estilo?
Le doy una importancia máxima. En realidad, cuido mucho todo aquello que compone el factor literario. Soy paciente y no me incomoda trabajar en un párrafo el tiempo que sea preciso. El contenido es importante, tener realmente algo que contar, y esto es para mí el punto de inicio, pero sin estilo no habría literatura.

Suele decirse que las herramientas de un escritor son la memoria, la imaginación y la constancia. En tu caso, por ejemplo, los testimonios de condenados a muerte se corresponden con diversos documentales. ¿Deberíamos añadir también la investigación?
Sí. Las relaciones entre los personajes son siempre ficción, pero los escenarios están plenamente documentados.

Los espacios narrativos de tus novelas suelen estar alejados del mito, tus temas son inquietantes, los personajes muy peculiares... ¿Hay lugar para la improvisación en tu proceso creativo?
Sí, pero en mi caso la improvisación depende del tono. Tiene mucha más cabida en un tono lírico, en la relación epistolar que el personaje principal tiene con su amante, por ejemplo.

“El mar es un espacio onírico. Muchas de las historias surgen cuando estoy nadando; es como recordar con detalles las historias que he soñado”

¿Por qué o para quién escribe Marina Perezagua?
No estoy segura. Creo que para vivir con mis personajes durante el tiempo que permanezco con ellos. Realmente no escribo pensando en un lector porque no existe un lector universal y, aunque quisiera, no podría gustarle a todo el mundo. Por eso, lo que procuro es pensar en la historia y disfrutar el proceso.

Sabemos que vives en Nueva York y que eres una gran apasionada del mar, que te gusta la natación y el buceo y que eres capaz de atravesar el estrecho de Gibraltar a nado en cuatro horas. ¿Qué te ha ayudado más en tu carrera de escritora, nadar o viajar?
Sin duda: el agua. Ahí siento que estoy donde tengo que estar, y muchas de las historias surgen cuando estoy nadando, seguramente porque estoy más relajada. El mar es un espacio onírico. Para mí es como soñar y recordar con detalles las historias que he soñado.