Rodrigo Cuevas
El folclórico atípico
Se define como agitador. El asturiano Rodrigo Cuevas reivindica los valores que transmite la riqueza del folclore español. Y lo hace con un 'look' provocativo en el que conviven pantys, ligas y sus inseparables madreñas. ¿Quién dijo que el folclore tiene que ser aburrido?
En un mundo en el que los tags, y no sólo en las redes sociales, están a la orden del día, admite que no le gusta que le encasillen, que le etiqueten. Pero si ha de definirse de alguna forma, prefiere que se refieran a él como agitador folclórico. Porque lo que a Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) le interesa, más allá de un look cargado de provocación, en el que conviven pantys, ligas y sus inseparables madreñas, es la capacidad que tiene el arte de agitar conciencias, de provocar reacciones, de conmover y emocionar. “Yo no hablaría de provocación. No quiero provocar. Lo mío es más sencillo: necesito expresarme y me salen estas historias. No me estoy inventando nada, todo esto ya se hacía hace setenta años o más. En el folclore están los valores de la vida”.
Y lo dice todo un millennial que a pesar de su juventud se ha pasado trece años estudiando piano y tuba en los conservatorios de Oviedo y Barcelona. Luego le dio por tocar en la calle, ser músico callejero por puro morbo. Como también toca el acordeón, empezó a montar sus propios números y a coger tablas. Reconoce que la calle ha sido para él una gran escuela. De ahí, pasó a colaborar con algunos espectáculos de cabaré de Barcelona. También aprendió fanfarria y pandereta en una aldea de Galicia. Llegó entonces el momento de su iluminación y decidió que quería usar todo lo que había aprendido y transmitirlo a su modo en conciertos, teatros y performances. “El arte que uno hace debe estar conectado a todo lo que hicieron nuestros antiguos, porque es la forma de conectar todo lo que hacemos los presentes”.
Porque Rodrigo Cuevas, a pesar de su modernidad, sigue conectado a “un mundo y a una forma de vida y de relacionarse que agoniza. Lo que viene es una cultura basada en la imagen y en la frivolidad. No me quiero sentir una persona vacía porque ese vacío me produce rechazo e intento que la imagen no supere a lo que quiero contar y vivir”. Esa es la razón por la que sigue viviendo en un pueblo, cuyo nombre no quiere desvelar, y reconoce que a quienes más admira es a sus paisanos, a esa gente anónima “que me han enseñado más de arte que lo que he podido aprender en cualquier masterclass”. En su opinión, “tenemos una cultura impresionante propia, viva, a la que le queda poco tiempo, pero que es tan exótica como la que buscamos en otras partes del mundo. Yo intento transmitir un poco de esa cultura”.
A Rodrigo Cuevas le sigue gustando salir a la calle y saludar a sus vecinos, algo que aprendió de pequeño de sus veranos en casa de su abuelo en Bodes, Asturias. “Cuando regresaba a Oviedo, saludaba a todo el mundo, hasta que mi madre me dijo que allí no se saludaba”.
"Lo que viene es una cultura basada en la imagen y en la frivolidad"
Tras el espectáculo Electrocuplé, pero, sobre todo, después del éxito de El Mundo por Montera, su segundo montaje hecho desde Asturias y para el mundo —el show que ha supuesto el punto de inflexión de su carrera—, Rodrigo Cuevas descubre lo que es el reconocimiento. “Reivindico mi asturianía en todo lo que hago porque soy de allí, pero mis espectáculos no saben de fronteras. Lo que ofrezco se entiende y se disfruta en cualquier parte de España y del mundo”. Con El Mundo por Montera, el artista recorrió durante dos años teatros y salas de toda España, además de actuar en ciudades como Fráncfort, Londres, Roma o Lima. “Es maravilloso llevar tu música tradicional por el mundo”. Ahora Rodrigo ha estrenado Trópico de Covadonga, en el que conviven agitación folclórica y electrónica, divismo de campo y humor, erotismo elegante, coreografías contemporáneas, una puesta en escena que aúna elementos vintage junto con vídeo proyecciones y un vestuario que, una vez más, no dejará a nadie indiferente.
Además, Cuevas ultima en estos días Barbián: Zarzuela-Cabaré, un espectáculo que aúna la música popular con el cabaré y que presentará el 29 y el 30 de agosto en los Veranos de la Villa en Madrid. Planes no le faltan. Nacido para aportar nuevos aires a lo tradicional, asegura con firmeza que de no dedicarse al arte y al espectáculo sería ganadero. “Los animales, las plantas y los seres vivos son lo que más me gusta”. De momento seguirá alegrando el alma de los humanos. Eso sí es arte.