Jorge Arévalo

Mínima información, máxima personalidad

16 Agosto 2019 Por Javier Lázaro
JORGE ARÉVALO FOTOGRAFIADO EN SU ESTUDIO
Jorge Arévalo es, hoy por hoy, uno de los más grandes ilustradores españoles en activo. Revistas, periódicos y grandes firmas llaman constantemente a su puerta solicitando colaboraciones. © Jorge Arévalo

Hablamos con Jorge Arévalo, sin duda uno de los ilustradores en activo más importantes de nuestro país. Creativo y multidisciplinar donde los haya, este madrileño combina sus encantadoras ilustraciones con una mentalidad analítica y una gran capacidad para comunicar, que aplica a proyectos para firmas como BBVA o Cartier.

Jorge Arévalo (Madrid, 1968) se dio a conocer ilustrando personajes para La Luna, el afamado suplemento cultural de El Mundo, en la década de los noventa. Desde entonces, no ha dejado de colaborar en las mejores revistas nacionales e internacionales, como Vogue o The Newyorker; y dentro del mundo de la moda trabaja codo con codo, desde 2016, con Custo Barcelona. Ha publicado varios libros, entre los que destaca Retratos, por el que recibe el Premio Nacional de Diseño Editorial Daniel Gil, en 2006, y el Premio Nacional de la Agencia Española de Protección de Datos al Mejor Libro de Ilustración, en 2007.

¿Cómo comenzaste en el mundo de la ilustración? ¿Recuerdas cuál fue tu primer retrato?

La ilustración siempre estuvo ahí. Con ella complementaba y enriquecía mis diseños, pero tampoco tenía un estilo concreto. Me encontraba muy cómodo ilustrando personajes del cine o la música, hasta que en El Mundo se empeñaron en darme una oportunidad. Luego, la visibilidad de aquellas publicaciones trajo nuevos clientes y encargos. Desde entonces, mi trabajo ha evolucionado bastante, aunque la esencia sigue siendo la misma. No recuerdo cuál fue mi primer retrato “oficial”, pero creo que con Joey Ramone, una de mis primeras ilustraciones para La Luna, quedaron definidos mi estilo y mi personalidad.

Jorge Arévalo iIustra para numerosas publicaciones al tiempo que ejerce de director creativo y de branding para marcas como Cartier, BBVA o Bonnet a Pompon. ¿Cómo te las arreglas para combinar ambos trabajos?

Son dos realidades que conviven sin problemas de forma paralela, y si se cruzan alguna vez se enriquecen y nutren entre ellas. Creo que ambos terrenos cuentan con una base creativa común que al final define los resultados y la forma de entender el proyecto.

“El final de cualquier ilustración debe ser el papel, la impresión, el contacto físico”

En 2016 comienzas a trabajar con Custo Barcelona ¿Cómo surgió esta oportunidad? ¿Qué crees que te ha aportado?

Cuando Custo vio mi primer libro, Retratos, se enamoró de mi trabajo y se encendió una mecha que ha dado pie a infinidad de colaboraciones. Custo trajo mucha más libertad a mis trabajos, la evolución de mi estilo ganó en frescura y carnalidad. Mis dibujos se convirtieron en algo más explosivo, más Custo. Para hacer buenos proyectos, sin duda, es muy importante que confíen en ti y te den el máximo margen de libertad posible. Con Custo todo esto funciona de maravilla.

¿Cómo influyen en tu trabajo las redes sociales?

Llegué tarde y escéptico a Instagram. Al principio, mi trabajo se adaptaba regular a esos formatos tan pequeños que se consumían tan deprisa. Es cierto que Instagram me ha obligado a adaptar algunos contenidos, pero lejos de suponer un problema hoy me doy cuenta de que ha enriquecido mi trabajo ya que hay mucho feedback y contactas directamente con las nuevas generaciones.

¿Por qué autopublicaste tu primera obra?

En 2005 los libros de diseño lo eran todo, maravillosos y caros. Tenías al alcance libros increíbles llegados desde cualquier rincón del mundo. Pensé que mis ilustraciones estarían estupendas en uno de esos libros, así que diseñé un borrador que propuse a las editoriales pertinentes que, a su vez, lo desecharon sistemáticamente. Una tras otra. Como en aquellos tiempos los presupuestos por ilustración eran de infarto y los sueldos de agencia generosos, en un ataque de orgullo e imprudente autoestima, decidí que lo iba a autoeditar. Y, por supuesto, ¡a lo grande!

¿Digital o papel?

El principio fue analógico. Yo ya ilustraba a mano antes de la era Mac y siempre echo de menos el papel, por eso necesito montar exposiciones y sacar libros, para hacer tangible mi trabajo. Creo que el final de cualquier ilustración debe ser el papel, la impresión, el contacto físico, si una ilustración solo tiene recorrido digital, como suele pasar en redes, al final no se sostiene.

Tus ilustraciones tienen mucha personalidad y una paleta de colores muy llamativa. ¿Cómo definirías tu estilo?

Mi trabajo no es minimalista, pero sí intento sintetizar de manera elegante las formas y al mismo tiempo poder jugar con texturas muy barrocas. Siempre me planteo la ilustración como si de una portada se tratara, procuro darle la rotundidad y el diseño necesarios para que tenga mucha consistencia. Respecto a los colores, tengo mis etapas, pero es verdad que hay unos dominantes inevitables. En cualquier caso, el negro siempre está presente, es el que refuerza la viveza del resto.

¿Cómo enfocas cada retrato?

Intento llegar al personaje con la mínima información y sintetizarlo sin perder su personalidad. Darle carácter y situarlo en el contexto exacto es importante, a veces un detalle insignificante marca la diferencia.

¿Hay algún personaje que siempre se te atasque?

Con Sarah Jessica Parker me llevo fatal. Me parece muy atractiva, pero ese físico tan especial suyo siempre me da muchos problemas y no será porque no la haya dibujado cientos de veces (Risas).