Paula Bonet
Historias a golpe de tinta
Literatura, ilustración, pintura… Los límites entre disciplinas nunca han supuesto para la polifacética Paula Bonet una barrera a la hora de expresar su mundo interior. Estos días, en un espacio tan especial para ella como el Festival Eñe, vuelve a participar con el espectáculo ‘Abrir la boca y decir lo nuestro’, en el que la pintura y la poesía en vivo se dan la mano.
Será en el Salón de Baile del Círculo de Bellas Artes el próximo viernes 15 de noviembre cuando la artista Paula Bonet (Vila-real, 1980) pinte en vivo durante 60 minutos en un espectáculo compartido con un recital poético de Lara Moreno y la música que saldrá de las cuerdas de la guitarra de Dani Llamas. Todo ello en el marco del Festival Eñe, una de las grandes citas de la literatura patria.
Ya sea a través de un pincel, con una brocha o mediante las teclas de un ordenador, lo importante para Paula es sacar lo que lleva dentro. Considera que las redes sociales, herramienta clave para muchos de su sector, le han supuesto un buen escaparate para ello y en el que puede mostrar libremente sus ilustraciones. Esas que, además de aparecer en galerías y exposiciones de medio mundo, también figuran en muchos de sus libros, en los que también ejerce como escritora, como Roedores (Literatura Random House, 2018), La Sed (Lunwerg, 2016) o Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END (Lunwerg, 2014). Sin embargo, su mensaje siempre es el mismo: su propia obra, en la que el feminismo ocupa un lugar primordial.
¿Qué supone para ti participar de nuevo en un festival literario como el Eñe?
Mi primera vez fue junto a Sara Morante y Sergio del Molino. Pintaba en vivo mientras Sergio leía algunos de sus textos. Si ya consideraba el Festival Eñe un espacio importante para la cultura del país, desde que estuve dentro pasó a ser un evento con mucho peso en mi crecimiento como autora. Fue Eñe el que me empujó a salir de la seguridad y los procesos lentos del taller y me colocó en un lugar nuevo y vertiginoso. Me enfrenté a la improvisación, a trabajar delante del público y a establecer un diálogo en directo entre mancha y palabra. Participar de nuevo y junto a Lara Moreno en el festival supone un regalo.
Paula Bonet es escritora, ilustradora, pintora… ¿Cómo te defines tú?
Soy narradora. A veces narro con imágenes, otras con palabras, y otras participo de la narración de otra persona con mis ilustraciones. Para mí, imagen y palabra son herramientas comunicativas de la misma manera que pueden serlo la danza o la música. Si supiera bailar o tuviera un mínimo talento con algún instrumento, estoy segura de que mi paleta de herramientas sería más rica.
¿Cómo ves esa relación entre las imágenes y las palabras a la que haces referencia?
Mucho más estrecha de lo que imaginamos. Somos una sociedad eminentemente visual que no valora las imágenes; las consumimos a una velocidad atroz y muchas de ellas también se han producido a esa velocidad. Al mundo editorial le pediría más compromiso con las imágenes que imprime. A veces nos enfrentamos a algunas que provocan verdaderos sarpullidos y duelen en el alma por su poco compromiso, porque buscan el truco fácil o porque la única intención que tienen es facturar importes jugosos.
“Las autoras estamos hablando y muchas con gran exquisitez, compromiso y talento. Estamos en un momento de vital importancia para la narrativa”
¿Qué estado de salud, según tú, tiene ahora mismo la narrativa en castellano?
La literatura española está pariendo grandes obras. Es posible que muchas de ellas no lleguen a la gran masa porque la mayoría de los medios siguen haciendo de escaparate de ese discurso patriarcal único del que tan cansadas estamos. Pero las autoras estamos hablando y muchas lo están haciendo con gran exquisitez, compromiso y talento. Esto, sumado al importante hecho de que narran aquello que no había sido narrado hasta el momento, nos lleva a concluir que estamos en un momento de vital importancia.
¿Cuáles son tus grandes referentes en literatura?
Muchos. Podría enumerar a Mercé Rodoreda, Montserrat Roig, Lucía Baskaran, Belén Copegui, Carmen Martín Gaite, Nuria Labari, Cristina Morales, Lara Moreno, Laura Freixas, Rosa Montero, Christina Rosenvinge, Luna Miguel…
¿Y en ilustración?
No suelo consumir ilustración. Soy más de encerrarme en las pinacotecas. Por ejemplo, no puedo estar en Madrid y no entrar a visitar a Velázquez, a Goya o a Ribera.
¿Qué significa el talento para Paula Bonet?
El mayor de los atributos. Una suerte que ha de cultivarse y de la que —ojalá— se haga un buen uso social. Aunque, ¿quién soy yo para decidir su uso? Cada cual puede hacer con su talento lo que le venga en gana.
¿Cómo han influido las redes sociales en el mundo artístico en general? ¿Crees que ayudan a reforzar los mensajes que tienen los libros o las ilustraciones?
Creo que si se les da un buen uso pueden ser un buen medio de comunicación, pero que también pueden transformarse en un gran monstruo que anula, homogeneiza y engulle. Hace unos años consumía la obra de otros y de otras a través de las redes, pero ya no lo hago. El peligro de querer gustar y acumular likes me aterra. Me provoca un gran desasosiego ver a compañeros y compañeras de oficio que ya no saben cómo colocar sus cuerpos —literalmente, con giros y dobleces— para las fotos, y que se preocupan en conjuntar la ropa en armonía cromática con la obra que aparece borrosa en el fondo. La obra acaba siendo la anécdota; y el autor o la autora, el gancho para los likes. Me aterra ver a las grandes marcas haciendo uso a golpe de talonario de esos escaparates privados.
Personalmente, uso las redes sociales simple y egoístamente, como un escaparate para mostrar mi obra. Después me involucro más bien poco.
“El peligro de querer gustar y acumular likes me aterra”
Eres muy activa y reivindicativa tanto con tu obra como fuera de ella. También impartes varios talleres ¿Cómo crees que se consigue una mayor repercusión hoy día?
Me gustaría que fuera tanto a través de las publicaciones editoriales que salen de la pausa y de la reflexión como a través de los talleres que imparto. Ahora mismo estoy poniendo mucha energía y tiempo en el proyecto La Madriguera, un taller de pintura y grabado que he puesto en marcha en Barcelona. Trabajamos el aguafuerte, la aguatinta, el barniz blando, la algrafía y la xilografía, pero también trabajamos la palabra. Llegan alumnas de todas partes del mundo y, gracias a ellas, este taller no es solo un lugar de creación: también es un espacio seguro para todas las que estamos despertando y sabemos que no vamos a seguir pidiendo permiso para nombrar —y pintar y cuestionar— el mundo también en femenino.