Laura Ferrero
La familia originaria
¿Cómo reaccionarías si, con 35 años, te observaras por primera vez en una imagen junto a tus padres? La escritora Laura Ferrero decidió indagar en su pasado familiar y el resultado es una de las novelas más aclamadas de 2023: ‘Los astronautas’. Las trampas de la memoria, los silencios enquistados y las mentiras que nos contamos fueron las piezas que tuvo que encajar la autora, recientemente nominada a los Goya por el guion de ‘Un amor’, la nueva película de Isabel Coixet.
“Yo tenía una familia, pero nadie me lo contó”. Así arranca la última novela de Laura Ferrero (Barcelona, 1984): Los astronautas (Alfaguara). Con 35 años, la escritora vio por primera vez una imagen de sus padres junto a ella, de su “familia originaria”. ¿La razón? Se divorciaron al poco de su nacimiento y las huellas de esa relación se borraron. “No es un descubrimiento que te cambie la vida, pero sí varía tu visión del pasado”, confiesa. Laura se lanzó a indagar en ese pasado con la intención de escribir un libro sobre esa familia y acudió a los otros protagonistas de la fotografía, pero las respuestas —o mejor dicho, las versiones— de su padre y su madre no fueron las que esperaba. “La memoria es un truco. Cada uno inventa un pasado de acuerdo a sus necesidades”, asegura. Su viaje personal desembocó en una novela que, desde su publicación, no ha dejado de darle alegrías. Y, por si tuviera pocos motivos para sonreír, recientemente sumó uno más: su nominación a los Goya por el guion de Un amor, escrito junto a Isabel Coixet y que adapta el libro homónimo de Sara Mesa.
Los astronautas germina a partir de una fotografía familiar. ¿La inspiración, aunque tendamos a vestirla de grandilocuencia, reside en los pequeños detalles?
En este caso, para mí esa fotografía no era un pequeño detalle porque nunca había visto una imagen de mis padres y yo juntos. Imagínate. Soy hija de una de esas parejas que se divorció en los años 80 y casi todo el material fotográfico de aquella relación fue eliminado. Me di cuenta de que, en realidad, no sabía bien de dónde venía y ese fue el detonante, lo que me empujó a escribir sobre esa familia originaria mía.
Y decides recurrir a tus padres, que te ofrecen versiones contradictorias. ¿La memoria no es fiable?
No, la memoria es un truco. Cada uno inventa un pasado de acuerdo a sus necesidades. A la hora de recordar un suceso familiar, cada miembro lo hace de manera distinta y esas versiones tienen mucho que ver con lo que cada uno necesita retener. Decía Joan Didion que “nos contamos historias para poder vivir”. Cuando transmites una parte de tu pasado, muchas veces no cuentas cómo sucedieron las cosas realmente, sino cómo te hubiera gustado que sucedieran. Y, al repetirlo una y otra vez, nos lo creemos; ni siquiera somos conscientes de estar amañando nuestro pasado.
Tras el ejercicio realizado con la novela, ¿dirías que los hijos llegamos a conocer realmente a nuestros padres?
Creo que es difícil llegar a conocer a la gente en general. En el caso de nuestros padres, lo que ocurre es que no les visualizamos más allá de ese papel; somos incapaces de trascender sus etiquetas de padre o madre para conocerles mejor. Pocas veces nos planteamos quiénes eran nuestros padres cuando eran adolescentes, por ejemplo. Y es porque el papel que ejercen para nosotros está muy sujeto a nuestras necesidades.
“La memoria es un truco. Cada uno inventa un pasado de acuerdo a sus necesidades […] y ni siquiera somos conscientes de estar amañándolo”
En ese desconocimiento, ¿el principal demérito es de los hijos?
No, es de ambas partes. Los padres siempre intentan proteger a sus hijos y, al hacerlo, se guardan cosas que, posiblemente, los hijos pueden asumir perfectamente. A veces se les trata como si fueran tontos. En cualquier caso, las cosas han cambiado, por ejemplo en lo relativo a la educación emocional. Ahora somos conscientes de lo positivo que es que haya un flujo de comunicación sano entre padres e hijos.
Cuando es una niña, la protagonista de Los astronautas usa la imaginación para adornar su realidad. Algo que tú también terminas haciendo en la novela, que no es estrictamente autobiográfica. ¿Nunca debemos renunciar a la fantasía?
Hay veces que te tienes que ir muy lejos para ver lo que tienes muy cerca y la imaginación es una forma de dar ese rodeo. A la protagonista lo que le ocurre es que se da cuenta de que, contando las cosas como realmente son, no va a salir bien parada. Por eso, cuando le piden un dibujo por el Día del Padre, no dibuja a un padre que nunca la viene a buscar, sino a un padre que es un astronauta. Lo real no siempre sirve para contar la realidad.
A través de la novela, confiesas que en tu casa no había casi libros. ¿Cómo se convierte en escritora alguien que, paradójicamente, no se crio rodeada de literatura?
Sinceramente, no lo sé... Cuando dicen que “los niños hacen lo que ven en sus casas”, yo no lo tengo tan claro. Los únicos libros que había en mi casa eran unas recopilaciones de Premios Nobel y nunca vi a nadie leyéndolos. Durante mi infancia, pasaba largos veranos en un pueblo en el que no ocurría nada y ahí empecé a aficionarme a la lectura; era una manera de viajar sin moverme y leyendo era inmensamente feliz. El aburrimiento jugó un papel importante. Ahora estamos sobrestimulados para no sentir tedio, pero este impulsa la creatividad porque te permite pensar, algo que el ritmo de vida actual dificulta.
Tuviste que autoeditarte tu primer libro (Piscinas vacías). ¿Tan difícil es que alguien te dé una oportunidad en el mundillo editorial?
Influyen muchos factores. Es difícil, como era mi caso en ese momento, si se trata de un libro de relatos en vez de una novela. Yo trabajaba en una editorial y conocía el proceso a seguir para publicar, así que, cuando en un par de sitios me dijeron que los relatos estaban muy bien, pero que mejor probara con una novela, pensé en autoeditarme. También es difícil si no conoces a nadie que pueda hacer llegar tu novela a la persona adecuada. Los editores están totalmente desbordados de manuscritos.
“Muchas veces decimos que una persona tiene talento, pero ¿qué queremos decir? Es una palabra con numerosos sentidos y aplicaciones”
Junto a Isabel Coixet, has firmado el guion de Un amor. ¿Cómo es adaptar a una escritora con un universo tan personal como el de Sara Mesa?
A mí me gusta mucho Sara Mesa, así que ha sido maravilloso adaptarla. Su universo y el mío son tan distintos que me ha resultado más fácil. Sus novelas me llevan a la incomodidad, a emociones que yo no transito cuando escribo, así que, como escritora no he sentido la pulsión de cambiar nada. Al final es la voz de Sara la que prevalece —su tono y su intención están ahí— y eso me gusta.
También eres crítica literaria. ¿Eres tu mayor crítica o cuando se trata de ti prefieres abstenerte?
Creo que soy bastante crítica en general, también conmigo misma. Pero para juzgar el trabajo propio no hay distancia, es decir, tú nunca sabes si lo que has escrito es una obra maestra o un desastre. Así que, cuando me interesa realmente tener una opinión se la pido a mi editora. Es una persona que valora, por primera vez y desde fuera, un material en el que llevas trabajando mucho tiempo.
Para finalizar, ¿qué es el talento para ti?
Nunca me lo había planteado, así que tendría que pensarlo… Pero sí te diría una cosa: aunque no tenga claro cómo definirlo, sí sé cuando alguien es talentoso. Muchas veces decimos que una persona tiene talento, pero ¿qué queremos decir? Es una palabra con numerosos sentidos y aplicaciones. El talento es una capacidad innata, algo así como un don, y tenerla conlleva un desafío, pero, sobre todo, una responsabilidad: la de desarrollarla.