Miguel Ángel Hernández

La literatura como oxígeno

7 Junio 2023 Por Roberto C. Rascón
Miguel Ángel Hernández sitúa la acción de ‘Anoxia’ en el entorno del Mar Menor
Miguel Ángel Hernández sitúa la acción de ‘Anoxia’ en el entorno del Mar Menor. © Marian Calero

Érase una vez un escritor de Murcia llamado Miguel Ángel Hernández. Su historia literaria arranca, hace poco más de una década, con una llamada del mítico editor Jorge Herralde. Hoy, se pasea por la Feria del Libro de Madrid con su cuarta novela bajo el brazo: ‘Anoxia’. A los temas constantes en su literatura —vida, muerte, arte y memoria—, añade una honda preocupación por la salud del planeta, simbolizada en la situación crítica que vive el Mar Menor.

El 12 de octubre de 2019, tras un episodio de fuertes lluvias, miles de peces muertos aparecieron a orillas del Mar Menor. Diagnóstico: anoxia, o lo que es lo mismo, falta casi total de oxígeno en el cuerpo. Dolores, la protagonista de la última novela de Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), es testigo de ese desastre natural y, a su manera, también sufre ese mal tras la muerte de su marido. En paralelo, se cruza en su camino Clemente, un enigmático anciano que la introduce en la fotografía post mortem. De la mano de esta extinta práctica fotográfica, Dolores hallará el oxígeno que le faltaba para seguir adelante. Con Anoxia (Anagrama), este profesor de Historia del Arte que llamó la atención de Jorge Herralde con su primera novela, Intento de escapada, se consolida como alumno aventajado de sus maestros: Paul Auster, Annie Ernaux o Emmanuel Carrère. Con motivo de la Feria del Libro, evento patrocinado por Iberia, charlamos con él sobre aprendizaje, inspiración, compromiso y, cómo no, talento.

Acabas de publicar tu cuarta novela y ya eres un escritor consolidado. ¿Soñabas con algo así?
Yo siempre he soñado con tener tiempo para leer porque me considero más lector que escritor. Pero, sí, también soñaba con publicar mis historias. Lo que nunca imaginé es que terminaría haciéndolo en una editorial como Anagrama, pero sucedió y es un privilegio que no quiero perder.

Y, a día de hoy, ¿en qué papel te sientes más cómodo: en el de profesor o en el de escritor?
No lo puedo decir muy alto porque me paga la universidad por dar clase [risas], pero me siento más cómodo como narrador. También escribo ensayos e investigaciones, pero estoy más a gusto contando historias que abordando textos artísticos.

“A veces una historia aparece como una serie de acontecimientos, otras como una emoción a la que no sabes nombrar y que, precisamente, es la que te impulsa a escribir”

Hablando de personas que enseñan, ¿qué novelistas han sido tus maestros literarios?
Son infinitos porque, como te decía antes, soy un lector casi compulsivo y devoro libros uno detrás de otro. Pero, si tuviera que hacer una lista con autores contemporáneos, te diría Auster, DeLillo, De Vigan, Vila-Matas, Ernaux, Carrère, Hustvedt… Te cuento esto mientras miro una pared negra que tengo en mi habitación donde están los nombres de todos aquellos que me influyen. Siempre que leo a un autor algo de él termina residiendo en mí.

¿Dónde encuentras la inspiración para tus novelas?
La inspiración viene de distintos lugares dependiendo de lo que vaya a escribir. Uno es la propia experiencia, tanto a nivel de situación como de emoción. A veces una historia aparece como una serie de acontecimientos, otras como una emoción a la que no sabes nombrar y que, precisamente, es la que te impulsa a escribir. Por otro lado, está el mundo de la teoría y de las ideas, más ligado a mi trayectoria como historiador del arte. Muchas tesis artísticas las desarrollo luego a nivel narrativo.

Anoxia es un título con diversas lecturas. Cuéntanos qué relación guarda esa palabra con lo que narra el libro.
La anoxia es la falta de oxígeno y, sí, es una palabra que funciona a diferentes niveles en la novela. Por un lado, a nivel metafófico: la falta de aire que sufre quien pierde a su ser más querido. La protagonista ha perdido a su marido y le cuesta respirar, retomar su vida. Y, por otro, a nivel literal: el Mar Menor, donde transcurre el libro, sufre episodios de anoxia a causa de la contaminación. La imposiblidad de respirar nos vincula a la muerte y la necesidad de respirar nos impulsa a seguir viviendo.

La acción se sitúa en un pueblo cercano al Mar Menor. ¿La novela es una especie de homenaje a ese lugar y a sus habitantes?
Aunque al final dedique la novela al pueblo que resiste y se levanta tras cada desastre, la elección de ese lugar y ese contexto tiene que ver con lo inevitable que resulta escribir en estos momentos sobre, por supuesto, lo que está ocurriendo en Murcia en particular, pero también en otros lugares: la naturaleza se está viniendo abajo por la acción del hombre. Yo quería hablar de los pueblos, en plural, del Mar Menor —por eso no cito uno concreto—, de la relación que tienen con ese ecosistema y de lo expuestos que están a los impactos del cambio climático. Al final, la trama gira en torno a algo amado que queremos fotografiar antes de que se pierda para siempre y eso podría ocurrirle al Mar Menor.

“Como autor, la Feria del Libro es un momento mágico porque te reencuentras y conversas con tus lectores sobre cosas que has escrito en soledad”

En tus anteriores novelas, los protagonistas eran hombres. En Anoxia, en cambio, es una mujer: Dolores. ¿Cómo fue escribir desde ese punto de vista?
Tras tres libros con protagonistas muy parecidos a mí, o directamente yo, como en El dolor de los demás, necesitaba situarme en otro lugar. Al principio creía que iba a ser un desafío, pero desde el momento en el que Dolores se apoderó de mí —su modo de pensar, de sentir, de estar en el mundo— no lo fue tanto. Cuando creas unos personajes, estos terminan habitándote y, al igual que Flaubert decía que Madame Bovary era él, Dolores soy yo de muchísimas maneras.

¿Qué sientes cuando paseas por la Feria de Libro y te sientas a firmar ejemplares de tus novelas? ¿Te gusta establecer esa conexión con el público?
Soy profundamente feliz en la Feria del Libro. Como lector, estoy deseando terminar las firmas para ponerme a comprar libros. Como autor, es un momento mágico porque te reencuentras y conversas con tus lectores sobre cosas que has escrito en soledad. La literatura la escribe uno en pijama y en soledad y la lee alguien en pijama y en soledad. Yo describo la literatura como la fiesta del pijama [risas]. En un lugar como la Feria esas soledades se dan la mano.

“Sin constancia no hay nada, de hecho, yo no me considero especialmente talentoso, lo que pasa es que soy un obsesivo del trabajo y la escritura”

Tú vives y trabajas en Murcia. Desde tu punto de vista, ¿es más difícil publicar si vives alejado los círculos literarios de Madrid o Barcelona?
Antes sí era más así. Para un escritor era más productivo estar en Madrid o Barcelona porque estabas más en contacto con el mundo de los libros —editores, libreros, periodistas—. En la actualidad, los escritores de provincias seguimos fuera de ese mundo, pero las nuevas tecnologías han reducido la brecha y mantenemos una mayor libertad para escribir. Yo no me movería de Murcia, no solo porque viva muy bien, sino porque considero beneficioso para un escritor estar alejado de ese mundo de los libros que no es estrictamente literario.

Para finalizar, ¿qué es el talento para ti?
Qué difícil, ¿no? Creo que es una predisposición del cuerpo y de la mente para hacer ciertas cosas, pero quiero creer que eso es el 5%, el resto depende del trabajo. Sin constancia no hay nada, de hecho, yo no me considero especialmente talentoso, lo que pasa es que soy un obsesivo del trabajo y la escritura. Pero el talento también tiene que ver con cuestiones de clase, raza o género; hay talentos que se pueden desarrollar o no en función de dónde, cuándo o cómo hayas nacido. Parece que el talento es algo individual, pero también se construye socioculturalmente.