Ariadna Mechó

Una vida en el océano

30 Diciembre 2024 Por Roberto C. Rascón
Ariadna Mechó, científica
La científica Ariadna Mechó durante la gala de los Premios Mujeres a Seguir 2024. © Santiago Ojeda y Ana Escribano

Los Premios Mujeres a Seguir 2024 reconocieron a Ariadna Mechó, Doctora en Ciencias del Mar e investigadora en el Centro Nacional de Supercomputación, en la categoría de Ciencia por su labor en favor de la preservación de los océanos. Receptora de una Beca Marie Curie, financiada por la Unión Europea, pide que la sociedad escuche más a los científicos y defiende que “vale la pena invertir en ciencia en el océano”.

“La mejor manera de proteger el océano es conociéndolo”. Y a esa máxima lleva entregada Ariadna Mechó (Barcelona, 1981) desde hace dos décadas, cuando se embarcó por primera vez en un buque oceanográfico. “Desde pequeñita me ha gustado el océano, pero el flechazo definitivo se produjo durante mis primeras prácticas. Comenzaron a saltar delfines al lado del barco y en ese momento comprendí que lo mío con los océanos iba a ser amor para toda la vida. Aquí me quedo, pensé”. A bordo del Falkor (too), del Schmidt Ocean Institute (SOI), Ariadna fue una de las científicas que descubrió el pasado abril decenas de nuevas especies durante una expedición en el entorno de la isla Rapa Nui —también conocida como Isla de Pascua— (Chile). Un hallazgo que despertó un gran interés a nivel internacional. “Cuando sale información nueva sobre los océanos la gente se interesa muchísimo, por eso es importante la divulgación. El océano está prácticamente inexplorado y cada vez que salimos encontramos cosas increíbles”, recuerda una Ariadna que aprovecha para reivindicar la voz de los científicos. “Los negacionistas hacen mucho ruido y nuestra voz se tiene que oír más. Nosotros transmitimos hechos científicos, la realidad”. Su voz se escuchó, alta y clara, en la última edición de los Premios Mujeres a Seguir, donde fue galardonada en la categoría de Ciencia. Y, precisamente como mujer que pasa mucho tiempo embarcada en alta mar, Ariadna quiere lanzar un mensaje: “Trabajar a bordo de un barco es maravilloso, toda una aventura, pero también puede resultar difícil si eres mujer. Por eso convendría mejorar la seguridad”.

Uno de tus principales objetivos como investigadora es la protección de los océanos y sus ecosistemas. Con afán de concienciar, explícanos por qué es clave su preservación.
Porque sin océanos no habría vida. Tendemos a pensar en los océanos como en algo lejano, cuando en realidad son una parte fundamental de la vida en la Tierra. Dependemos mucho, directa e indirectamente, de los océanos y su diversidad. No solo atenúan el cambio climático, sino que proporcionan alimento o atraen turismo, entre muchos otros beneficios. En resumen, no podríamos vivir sin un océano sano.

El futuro del planeta y, por ende, el de las próximas generaciones está ligado al de los océanos. ¿Su protección hoy es sinónimo de esperanza mañana?
Sí, de hecho, una medida como la de proteger áreas marinas específicas, puesta en marcha hace ya unos años, está dando resultados; los seguimientos que hacemos nos indican que los ecosistemas se están recuperando. En el océano no hay barreras, por lo que los efectos positivos trascienden al área protegida y se extienden a las del entorno.

“Incluso en las zonas más remotas siempre acabas por ver alguna bolsa de plástico o alguna botella. No he visto ningún lugar libre de basura”

Durante tus investigaciones has podido observar de primera mano el impacto de la acción humana en los océanos. ¿Qué es lo que más te ha impresionado?
Llevo casi 20 años haciendo campañas en buques oceanográficos y lo que más me ha impactado es que en todos los muestreos hallamos basura. Incluso en las zonas más remotas siempre acabas por ver alguna bolsa de plástico o alguna botella. No he visto ningún lugar libre de basura. También me impresiona mucho ver las marcas de arrastre que dejan los barcos en el fondo del mar, como si estuviera arado.

El pasado abril formaste parte de la expedición del Schmidt Ocean Institute (SOI) que descubrió decenas de nuevas especies marinas. ¿Cuántos secretos esconden aún nuestros océanos?
Muchos más de los que nos pensamos. Cada vez que llegamos a zonas sin explorar nos encontramos con alguna sorpresa. De hecho, ahora mismo los mejores expertos del mundo en clasificación de especies están haciendo un taller en Chile analizando los ejemplares recogidos en abril y parece que es un festival porque prácticamente todos son especies nuevas. Lo que esconden los océanos es una maravilla.

La expedición tenía como objetivo estudiar el movimiento de las especies marinas en relación con el cambio climático. ¿Qué consecuencias podría tener la alteración de su distribución geográfica?
Las especies que se muevan hacia zonas más adecuadas a nivel temperatura, oxígeno, pH y demás variables se salvarán; las que no lo hagan, en cambio, podrían desaparecer. Al moverse se convierten en especies invasoras y pueden desplazar a otras al ocupar su espacio, lo que implica impactos incluso a nivel geopolítico. De hecho, ya se están produciendo tensiones porque la pesca asociada a un país podría acabar en otro.

El equipo de la expedición estaba formado por 25 científicos de diferentes países, además de miembros de la comunidad Rapa Nui. ¿El talento crece cuando conecta?
Totalmente. El talento, si está rodeado de multiculturalidad y multidisciplinariedad, crece. Cuanto más diverso sea tu entorno, mejores ideas creativas y colaboraciones surgen. Yo he tenido mucha suerte porque siempre me he rodeado de gente de otros países y culturas, y eso me ha ayudado a desarrollar mi talento. Es un gusto.

“El talento, si está rodeado de multiculturalidad y multidisciplinariedad, crece. Cuanto más diverso sea tu entorno, mejores ideas creativas y colaboraciones surgen”

Como miembro del Barcelona Supercomputing Center - Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), ¿qué papel juega la tecnología en la lucha contra el cambio climático?
En el BSC-CNS, en concreto en mi departamento de Earth Sciences, analizamos cómo ha evolucionado el clima y qué impacto va a tener en la salud. Para realizar esa labor la tecnología es una aliada. Por ejemplo, intentamos predecir cómo van a comportarse las comunidades de mosquitos que propagan la malaria y eso es importante porque nos permitirá prepararnos y adaptarnos a los cambios. Mi línea de investigación es la ecología marina y estudio cómo va a afectar el cambio climático a sus comunidades.

“Ir a lugares donde no ha ido ningún ser humano o dar con especies nunca vistas es increíble. Cuando ocurre, le digo a mi niña interior: mira lo que estamos haciendo”

¿Qué ha significado para ti recibir el Premio Mujeres a Seguir en la categoría de Ciencia?
Un reconocimiento grandísimo porque solo se ven los logros, pero detrás de ellos hay mucho esfuerzo y sacrificio. He pasado mucho tiempo fuera, sola y lejos de la familia, teniendo que crear nuevos vínculos en países diferentes. Este premio, por tanto, también es un reconocimiento a todo eso que no se ve y lo agradezco mucho. Además, lo hago extensible a todas las compañeras que me han ayudado a lo largo de mi trayectoria.

La brecha de género en las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) sigue siendo una realidad, ¿cómo animarías a las más jóvenes a zambullirse en un campo como el tuyo?
Merece mucho la pena. Ir a lugares donde no ha ido ningún ser humano o dar con especies nunca vistas es increíble. Cuando ocurre, le digo a mi niña interior: mira lo que estamos haciendo. Me gusta mucho mi trabajo. Hay sitio para las jóvenes en todos los campos del saber. Las mujeres aportamos otros puntos de vista y yo lo observo a diario en el BSC, hay ingenieras e investigadoras haciendo cosas increíbles y eso es muy positivo y motivador.