Carlos Duarte
El futuro del planeta
Cambiar el discurso, pasando del catastrofismo a la esperanza. Eso es lo que pide Carlos Duarte, uno de los oceanógrafos más reconocidos del mundo y flamante Premio MadBlue Cinco Océanos, en lo que respecta al cambio climático. Considera que dibujar un futuro por el que merezca la pena luchar o, lo que es lo mismo, un futuro mejor para nuestros hijos y nietos es la mejor manera de concienciar a la sociedad.
El mar siempre ha estado presente en la vida de Carlos Manuel Duarte (Lisboa, 1960), pero niega que lo suyo fuera vocacional. De hecho, no fue hasta la universidad, y de la mano de la ecología, cuando su mirada se focalizó en esa inmensa masa azul que cubre tres cuartas partes de nuestro planeta. De su conservación depende el futuro frente a la amenaza del cambio climático, y a dicha tarea ha dedicado las últimas décadas hasta convertirse en uno de los oceanógrafos más eminentes del mundo. Así lo reconoció el jurado de los Premios MadBlue Cinco Océanos, entregados en el contexto del MadBlue Global Summit —evento patrocinado por Iberia—: “Por su dedicación a la investigación de los ecosistemas marinos y a su lucha por preservar la biodiversidad de los océanos”.
¿Cuál es el papel de los océanos en la lucha contra el cambio climático?
Los océanos ayudan a regular el clima porque absorben la mayor parte —hasta un 97%— del calor. Además, retiran una tercera parte de los gases de efecto invernadero que inyectamos a la atmósfera. De no ser por ellos las temperaturas serían ya insufribles. Pero los océanos, a su vez, también son víctimas del cambio climático porque su temperatura está aumentando y el CO2 cambia la química del agua, disminuyendo el pH y generando una acidificación que afecta a los organismos marinos.
Entonces, ¿podríamos decir que hemos prestado a los océanos menos atención de la que merecían?
Absolutamente. No solo por los impactos que el cambio climático les ocasiona, también por las oportunidades que ofrecen para desplegar soluciones a ese problema, como la energía eólica marina o la energía undimotriz [generada por el movimiento de las olas]. También a través de la restauración de los ecosistemas marinos, que son los mayores sumideros de carbono del planeta y ayudan a mitigar el cambio climático.
“Los científicos a veces pensamos que aportamos soluciones, pero en realidad estas se cocrean entre muchos actores de la sociedad”
El papel de los científicos es fundamental para la conservación del planeta, pero defiendes que de poco sirve su labor si el resto de la sociedad no se involucra. ¿Sigue existiendo un problema de concienciación?
Más que un problema de concienciación, hay un problema de comunicación. Ante este desafío global, tanto científicos como comunicadores apuntan siempre a titulares muy catastrofistas. Como solamente se señalan los escenarios negativos, parte de la sociedad entiende que son inevitables y cae en la apatía o el escepticismo; deja de esforzarse porque no le han contado en positivo cómo va a ser ese futuro. Los científicos a veces pensamos que aportamos soluciones, pero en realidad estas se cocrean entre muchos actores de la sociedad y los comunicadores ayudan a que la población entienda los problemas, conozca las soluciones y se involucre.
¿La sociedad, entendida como un conjunto de individuos, tiene que estar dispuesta a realizar ciertos sacrificios en beneficio del planeta?
La palabra sacrificio es muy subjetiva, depende de lo que cada uno considere como tal. A lo mejor cosas que se pueden plantear como un sacrificio luego mejoran tu calidad de vida. Una acción que no supone ningún sacrificio es qué programas de gobierno votamos y qué compromiso tienen con la solución. Tenemos que volver al origen de la palabra sostenibilidad, que de tanto usarla ya casi no significa nada, y entender que de lo que hablamos es de responsabilidad con nuestros hijos y nietos, de qué opciones de tener una vida que merezca la pena vivir les vamos a legar. Creo que ningún padre o abuelo piensa en entregar a sus hijos o nietos un mundo y una vida peores. Así que yo no hablaría de sacrificio, hablaría de responsabilidad.
¿Cada vez hay más negacionistas o es que ahora hacen más ruido?
En los últimos años, lamentablemente, han surgido populismos que niegan incluso aspectos sobre los que la ciencia posee pruebas concluyentes desde hace tiempo, como que el planeta es redondo: ¡ahí tienes a los terraplanistas! Y esto también afecta al cambio climático. El ruido que generan las redes sociales, que ni están moderadas ni del todo comprometidas con la verificación de hechos y datos, crea confusión.
“Creo que ningún padre piensa en entregar a sus hijos un mundo peor. Así que yo no hablaría de sacrificio, hablaría de responsabilidad”
Ahora mismo tu principal objeto de investigación es el mar Rojo, ¿qué podemos aprender de él?
Por el lugar donde se encuentra, es el mar más cálido del planeta y en él los organismos han conseguido evolucionar para resistir temperaturas que para otros serían letales. Por tanto, es un laboratorio único para investigar la capacidad de adaptación de la vida marina a las temperaturas que se van a experimentar en muchas zonas del oceáno en el futuro.
También has denunciado el ruido en los océanos. Quizás suene sensacionalista, pero ¿estamos los seres humanos estresando a las especies marinas?
No es nada sensacionalista porque es lo que está ocurriendo. Nosotros no tenemos un sistema auditivo diseñado para percibir el ruido submarino, por eso cuando metemos la cabeza bajo el agua percibimos silencio, pero la realidad es muy diferente: el océano está lleno de organismos que se comunican entre sí. El problema ahora es que todo el ruido generado por la actividad humana —especialmente el transporte marítimo, el cual está presente a escala global 24 horas al día durante 7 días a la semana— genera una cacofonía que impide que los animales se comuniquen para guiar sus movimientos y comportamientos.
“El talento es la capacidad de mirar lo mismo que otros y ver cosas diferentes. Hay algo intrínseco, una inclinación a la curiosidad, y algo que se va puliendo a lo largo de la vida”
¿Cómo llega uno a convertirse en una eminencia de la oceanografía? Es decir, ¿de dónde te viene esa pasión?
El mar siempre me ha atraído y siempre lo he tenido cerca —soy hijo de portugués y de malagueña—, pero nunca sentí una vocación desde el punto de vista científico. No fui el típico niño que investigara los animales marinos, ni puedo decir que me aficionara con los documentales de Cousteau, como les pasó a muchos de mis compañeros. El enfoque científico surgió en la universidad cuando entré en contacto con la ecología, que es una ciencia relativamente nueva y con mucho por descubrir. Para entender mejor la relación entre los organismos y sus ecosistemas, empecé a bucear en el océano.
¿Qué es para ti, uno de los oceanógrafos más reconocidos del mundo, el talento?
El talento es la capacidad de mirar lo mismo que otros y ver cosas diferentes. Hay algo intrínseco, una inclinación a la curiosidad, y algo que se va puliendo a lo largo de la vida en base a experiencias, muchas impredecibles, que van guiando ese talento y haciendo que aflore. Luego está la perseverancia en el trabajo, porque sin eso el talento nunca llegaría a expresarse.
Para finalizar, ¿eres optimista o pesimista respecto al futuro del planeta y de los océanos?
Si me hubieras hecho esta pregunta hace 20 años, te hubiera dicho que era pesimista. Sin embargo, ahora puedo ser optimista porque, entre todos, hemos conseguido algunas victorias. El proceso de deterioro del planeta parecía irremediable, pero vivimos un punto de inflexión; estamos empezando a frenarlo y, en muchos casos, la curva marca una tendencia positiva. Aunque más que optimista, me gusta definirme esperanzado porque el optimismo es una actitud vital que cree que todo va ir bien sin hacer nada, mientras que la esperanza se basa en el esfuerzo y la perseverancia. Así que sí, estoy esperanzado en el futuro porque estamos sentando las bases.