Paula Anta

Paisajes de resistencia

22 Mayo 2025 Por Roberto C. Rascón
Paula Anta
La relación entre naturaleza y artificialidad es el hilo conductor del trabajo fotográfico de Paula Anta. © Cortesía de Paula Anta

La fotógrafa Paula Anta presenta ‘Paisajes de resistencia’ dentro de la sección oficial de PHotoESPAÑA 2025. Un viaje por diversos lugares del mundo —desde Costa de Marfil, Senegal o Mauritania hasta la India o Estados Unidos, sin olvidarse de España— que invita a reflexionar sobre nuestro impacto en el entorno natural. Hasta el 9 de junio en el Torreón Fortea de Zaragoza.

Lo más bonito, también lo más importante, que hace la fotografía es arrojar luz sobre personas, sucesos o lugares”. Lo sabe bien Paula Anta (Madrid, 1977), que con sus imágenes ha visibilizado, por ejemplo, catástrofes medioambientales como la del carguero Probo Koala en Costa de Marfil. Aun así, su mensaje ecologista nunca es explícito porque lo que ella busca es invitar a la reflexión y hacerlo desde la serenidad. De ahí que lo natural no confronte con lo artificial en sus imágenes, sino que convivan. La fotografía, defiende, proyecta la manera de ser de cada uno: “Yo aparentemente soy una persona muy tranquila, pero en realidad soy un culo inquieto. Con mis fotografías pasa lo mismo, transmiten paz y tranquilidad, pero para llegar hasta ahí muchas veces ha sido el infierno [risas]”. Y es que Paula ha fotografiado en contextos muy complejos, como el que rodeó su visita al desierto mauritano y que nos cuenta en esta entrevista. Dichas instantáneas, pertenecientes a la serie Hendu, son solo algunas de las presentes en Paisajes de resistencia, exposición de la sección oficial de PHotoESPAÑA 2025 —evento patrocinado por Iberia— que acoge el Torreón Fortea de Zaragoza hasta el 8 de junio. “Es un viaje a través del paisaje”, explica. La muestra reúne otras tomadas en la India, Senegal, Costa de Marfil, Estados Unidos y, cómo no, España. “Una de las cosas que más me gusta de fotografiar en el paisaje es que estoy sola, conectando con ese lugar”, añade esta viajera empedernida.

Estudiaste Bellas Artes y Piano, pero la fotografía siempre estuvo ahí, ¿no?
No recuerdo un momento concreto en el que dijese que me iba a dedicar a la fotografía. Realmente fueron un cúmulo de circunstancias que, además, ni siquiera estaban relacionadas con el lenguaje fotográfico, sino más bien con el proceso creativo y la expresión artística. Siempre me gustó observar la transformación de los lugares, como el Parque de El Retiro. Mi casa estaba a un lado y mi instituto al otro, así que lo cruzaba a diario con una cámara, fotografiando cómo se transformaba con el paso de las estaciones. También me atrapó el proceso químico porque, cuando estudiaba, no existía la fotografía digital y el trabajo en el laboratorio me fascinaba.

Como incansable observadora de la naturaleza, ¿cuánto tenemos que aprender los seres humanos de ella?
La naturaleza es nuestro origen. Madre naturaleza, como se suele decir. Una percepción que comparten todas las culturas del planeta. Creo que estamos vinculados a la naturaleza, aunque desgraciadamente cada vez nos sintamos más alejados. Como madre nuestra que es, es un modelo a seguir y tenemos que aprenderlo todo de ella: la supervivencia, el respeto, la convivencia… Aunque no vamos por muy buen camino. Ella es la que nos alimenta, la que nos protege y también la que nos castiga.

“Encontrarme con espacios naturales cada vez más dañados fue despertando en mí la intención de sensibilizar sobre el cuidado de nuestro entorno”

¿Cuándo comprendiste que la relación entre naturaleza y artificialidad se convertiría en el tema central de tu obra?
Más bien tengo la sensación de que el tema vino a mí después de mucho trabajo, de muchos experimentos e intentos fallidos. También de mucha libertad a la hora de tomar decisiones y de no tener miedo. Sin duda, el tema se ha ido definiendo porque conecta con mi mirada, mi sensibilidad, mis emociones... Y tiene que ver con el presente que nos ha tocado vivir. Como te decía, tengo la sensación de haber sido yo la elegida por esa temática dentro de un proceso de aprendizaje. No ha sido algo intelectual, sino fruto de unas conexiones quizá invisibles, pero que están ahí y te llevan a hacer lo que haces.

Aunque no te gusta imponer una narrativa, ¿dirías que el fin último de tu fotografía es fomentar una relación más respetuosa del ser humano con la naturaleza?
Es difícil decir cuál es el fin último de mis imágenes… Al comienzo no tenía un discurso ecologista, aunque trabajara en el medio natural o pudiese serlo a nivel personal, pero he visitado lugares donde se me han saltado las lágrimas por el brutal deterioro causado por el ser humano; paisajes de una belleza absoluta totalmente devastados. Esa cercanía con el medio natural, el encontrarme con espacios naturales cada vez más dañados, fue despertando en mí la intención de sensibilizar sobre el cuidado de nuestro entorno. Si una imagen mía lo logra, aunque sea en una única persona, ya tiene sentido haberla creado.

¿Nos presentas tu exposición Paisajes de resistencia?
La exposición está comisariada por Ana Berruguete, que conoce mi trabajo desde hace muchos años. De hecho, lo conoce mejor que yo porque conectó desde el principio con él. Recoge una selección de seis de mis series en un lugar muy singular, el Torreón Fortea de Zaragoza, que es una pequeña torre medieval de estilo mudéjar. Cada sala es un mundo porque presento un paisaje intervenido muy particular. También es una especie de viaje porque vamos desde la India a Senegal pasando por Costa de Marfil, Mauritania o Estados Unidos, llegando incluso a las dehesas extremeñas.

Has fotografiado por medio mundo. ¿El viaje en sí es una fuente de inspiración para ti?
Totalmente. Siempre digo que no sé si me he dedicado a la fotografía para poder viajar porque es lo que más me gusta. El viaje te abre a otras experiencias, a otras culturas, a otras visiones… es como una especie de reseteo. “Aléjate lo más que puedas de donde vienes y ábrete a todo lo que vas a encontrar”, me digo a mí misma. Siempre desde el respeto. Cuando interactúas con personas de otras culturas relativizas y cosas que creías inamovibles dejan de serlo. En resumen, para mí el viaje es una inspiración porque hace que te quites importancia a ti mismo y te abras a algo mucho más grande, el mundo.

“Para mí el viaje es una inspiración porque hace que te quites importancia a ti mismo y te abras a algo mucho más grande, el mundo”

Tus fotografías transmiten serenidad, calma, sosiego… ¿tú sientes lo mismo al realizarlas?
Sí, mis fotografías transmiten eso... De hecho, hace dos años hice una exposición en la Galería Daniel Cuevas titulada Jaam rek, que significa “en paz” en wolof, una lengua de Senegal. Y era porque las imágenes elegidas transmitían precisamente eso. Pero otra cosa distinta es cómo las realizo. El mejor ejemplo es una serie [Hendu] que hice en el desierto de Mauritania. Era una zona bastante peligrosa porque la rondaba el ISIS, había minas antipersonas y teníamos que pasar controles militares. Ese trabajo no estuvo rodeado de serenidad, pero las imágenes sí reflejan paz y una poesía del paisaje, aunque hubiera una crítica detrás.

Comenzaste a experimentar con el retrato como terapia para superar tu timidez. ¿Te funcionó?
No mucho… [risas]. Del retrato también me atrajo esa relación con lo artificioso, además de su vinculación con la pintura. La manera de construir mis imágenes tiene casi más que ver con el proceso de un pintor que con el de un fotógrafo. En el caso de mis retratos, hay una relación muy directa con la pintura barroca. Cuando fotografío a personas la timidez pasa a un segundo plano, pero después vuelve a aparecer. Si eres tímido, eres tímido, pero el retrato es un buen ejercicio psicológico y no deja de ser un aprendizaje.

También ejerces como docente, así que conoces bien a los fotógrafos que vienen. ¿Cuánto talento tienen las nuevas generaciones?
Me gusta promover el talento de los jóvenes porque no lo tienen fácil y hay gente increíble. Cuando veo la energía que tienen me emociono. Necesitan que les tengamos en cuenta y que les introduzcamos en los circuitos porque no les falta talento, es gente que viene pisando fuerte y tiene mucho que decir. Al final esto es como un círculo y yo también aprendo de ellos. Están muy preparados, aunque también tienen acceso a mucha información y a veces les resulta difícil seleccionar para encontrar su propio lenguaje.