David Jiménez

“La realidad no es más que una construcción inventada”

6 Junio 2019 Por Fruela Zubizarreta
David Jiménez
David Jiménez, fotógrafo revelación hace veinte años en un PHotoESPAÑA que arrancaba, es hoy mucho más: es uno de nuestros mejores fotógrafos en activo, propietario sin duda de una de las miradas más personales de nuestro país. © María Brancós

David Jiménez es un hombre tranquilo. Aparentemente, porque la cabeza de este fotógrafo 'madrileño', pionero del fotolibro en nuestro país, alberga una maraña de líneas de alta tensión por las que circulan imágenes poéticas, certezas cuestionadas y una gran sospecha: la realidad, lo que creemos ver, todo aquello que captura el objetivo no es más que gran construcción inventada.

Sevillano de nacimiento (Alcalá de Guadaira, 1970), David Jiménez se siente y se decide madrileño. De familia viajera, su primera juventud tuvo acento estadounidense, hasta que, en 1983, la familia se instala definitivamente en la capital de España. Tenía 13 años y el fotógrafo que había en él empezó, tímidamente, a exigir visibilidad. Optó por matricularse en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, donde empezó dibujando hasta caer en la cuenta de que lápices y pinceles no eran lo suyo.

“A finales de los ochenta ya me dedicaba a la fotografía de forma seria. Mi punto de inflexión fue 1990, cuando participé en un taller organizado por Koldo Chamorro, mi mentor, tristemente desaparecido. Acabé Bellas Artes, pero aquel taller me dejó clarísimo que lo mío no era ser pintor, era ser fotógrafo”.

Casi una década después, la tercera edición de una joven PHotoESPAÑA distinguió a David Jiménez como fotógrafo revelación. Corría 1999. “En aquel momento, yo ya llevaba diez años de trayectoria, que es lo que Koldo decía que se necesitaba, como mínimo, para formarse. Con el tiempo le he ido dando la razón. La fotografía parece algo muy inmediato, muy fácil… y de alguna manera lo es. Pero también es cierto que para llevar a cabo un trabajo serio y profundo diez años es el plazo mínimo más razonable”.

Sin duda, este reconocimiento ejerció de poderoso respaldo positivo. “Cuando te dan un premio te sientes superbién, pero la sensación pasa pronto y hay que seguir trabajando. Los premios no te cambian la vida, pero, por acumulación, sirven para refrendar tu carrera.

Esta distinción coincidió en el tiempo con la publicación de Infinito (Photovisión, 2000), su primer fotolibro, que tuvo una acogida estupenda y que para muchos sigue siendo un referente en lo que llevamos de siglo XXI porque estableció las nuevas pautas de lo que un buen volumen dedicado a la fotografía debería ser. “Fue, sin duda, una etapa de grandes alegrías”.

Universos en expansión
Ahora, cuando la Sala Canal de Isabel II cuelga Universos —su primera retrospectiva en el marco de PHotoESPAÑA 2019—, Jiménez hace balance de su singladura, caracterizada por un espectacular empleo del blanco y negro. Una muestra que concentra sus principales etapas, la espectacular evolución de su talento y la reciente irrupción del color que, aunque aparece en pocas imágenes, proporciona grandes impactos. “No he pretendido un ensamblaje exhaustivo de mi trayectoria, he dado forma a algo más libre con el peso principal depositado en el presente y las puertas abiertas al futuro”.

La obra de David Jiménez es consecuencia de una reflexión principal con picos de obsesión. “Mis preocupaciones creativas siguen siendo las mismas de antes y todas penden, lógicamente, de mi visión del mundo, de mi filosofía. Tengo la sensación, siempre la he tenido, de que el mundo que experimento es una especie de gran ensoñación en la que pasan cosas raras, ilógicas. Porque lo cierto es que la vida real, esa en la que todo parece equilibrado y estable, es también una gran ilusión. Todo lo que creemos conocer no es más que una proyección en nuestras cabezas, una proyección llena de condicionantes. Todo es fruto de construcciones mentales. La vida nos da las razones que queremos obtener. Si tienes miedo a salir de casa, encontrarás infinidad de argumentos que te servirán para no hacerlo. Si tienes ganas de comerte el mundo, encontrarás los refuerzos necesarios. Esa es mi máxima preocupación, reflejar que lo real es una gran construcción inventada”.

Una gran mentira que provoca en Jiménez fascinación constante. “Mi trabajo es una especie de traducción poética de esta reflexión en torno a la interconexión de todos los fenómenos del mundo, la relación entre los ecos y las resonancias que experimento”.

Amigo de las bases sólidas, “educar la mirada es posible y muy necesario, porque amplía nuestra visión del mundo, lo que somos, nos hace más complejos y nos proporciona herramientas mentales maravillosas”.

"Tiendo a trabajar en plazos largos; algunos de mis proyectos llevan ocupándome más de quince años"

Con David Jiménez las prisas no funcionan; de hecho, el fotógrafo es consciente de que para su edad y su trayectoria no ha expuesto tanto. “Soy de los que creen que cuando aprendes a esperar un poco, puedes dar forma a tus ideas con mayor intensidad. Tiendo a trabajar en plazos largos; algunos de mis proyectos llevan ocupándome más de quince años. Por ejemplo, Vértigo, mi segundo fotolibro, se empezó a maquetar a la vez que Infinito, pero no vio la luz hasta 2014”.

Es evidente que el proceso de maduración de sus proyectos es largo: “No soy amigo de las prisas. A veces me digo: Con casi 50 años podrías haber hecho más cosas. Pero es lo que hay; es mi ritmo y no me quejo de nada. Lo que se cocina despacio y con cariño siempre sabe mejor”.

Cabe preguntarse si esa cocción a fuego lento del arte es compatible con una realidad más prosaica: el pago mensual de las facturas. ¿Se puede vivir de la fotografía? “Sí, se puede. Yo vivo de la fotografía, lo que ocurre, y nos pasa a bastantes de mi generación y tipología, es que vivimos de ella desde diferentes vertientes. Yo vendo algo de obra, pero no me obsesiono. Ahora mismo, ni tengo galería ni me agobio por ello. El funcionamiento del mercado no es algo que me fascine; lo veo más bien como una realidad paralela que determina que si vendes mucho eres bueno, lo cual no siempre es verdad. Digamos que el mercado acepta demasiado alegremente este tipo de desfases. Vendo obra, sí, pero también doy clases, organizo talleres y asumo algunos encargos comerciales que me supongan algún desafío y en los que tenga libertad. Tampoco soy de becas o subvenciones”.

Digital cien por cien
Sorprende, sin embargo, que, a pesar de ese amor por el ritmo lento y pausado, David Jiménez sea hoy un fotógrafo cien por cien digital: “Todavía hay mucha gente que se resiste a dejar lo analógico, y lo respeto, pero yo me encuentro muy cómodo en esta realidad. He perdido algunas ventajas, pero he ganado otras muchas”.

Tampoco teme a la democratización de la fotografía vía móvil: “Los profesionales seguirán existiendo, sobre todo por todas esas herramientas creativas disponibles que la gente de a pie desconoce —y que, por otra parte, tampoco necesita— que exigen tiempo y esfuerzo para ser dominadas. No hablo de capacidad, sino de dedicación. Lo que construye a un artista es el tiempo que le ha dedicado a su trabajo. Si te centras durante 25 años en hacer fotos… harás grandes fotos. Es inevitable”.

Resume

David Jiménez (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1970) es licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid (1993). Ha participado en talleres de fotografía con Duane Michals, Antoine d’Agata, Mark Klett, Eikoh Hosoe, Jan Saudek, Bernard Plossu, Koldo Chamorro, Javier Vallhonrat o José Luis Alcaine. Entre sus exposiciones colectivas destacan Infinito (2000), 9 vacíos (2003), Signos (2004) y Lo que queda (2008). Es autor de varios fotolibros de referencia, como Infinito (2000), Vértigo (2014) y Aura (2018).