Jesús Madriñán
Cazador nocturno de belleza
Belleza, desfase y paradojas 'on the dance floor' para entender a la juventud de hoy, para entenderse a sí mismo. Con 'El tiempo revelado', el artista gallego se adentra en las noches de Roma y Madrid para dar fe de ese frenesí enlatado que produce tanta exaltación como vacío. PHotoESPAÑA lo arranca de su laboratorio nocturno para exponerlo a la luz de su olimpo 2019.
¿De dónde surge la idea de diseccionar a la juventud de hoy?
Imagino que nace de la necesidad de ahondar en mi propia identidad, en mí mismo. Yo trabajo desde dentro. No hablo de algo que desconozco, hablo de aquello que me concierne y que necesito descifrar. Siempre he sido una persona muy reflexiva. Necesito analizar y cuestionarme por qué soy así, por qué mi entorno es como es, y de qué manera me afecta y me nutre. Somos seres sociales y ese peso de comunidad, desde un punto de vista social y cultural, siempre me ha interesado.
¿Con qué premisas arranca este trabajo que se presenta en PHotoESPAÑA?
No surge tanto de premisas como de experiencias personales. Hubo un momento en el que la noche significó para mí, como para cualquier otro joven, un lugar de libertad, donde crecer, expresarme e incluso refugiarme. Sin embargo, ese espacio que parecía resultar tan necesario para el desarrollo de mi identidad, suscitaba a su vez una sensación de frustración en mí. Todo lo que sucedía, toda esa vida, ese frenesí enlatado presente en la vida nocturna, despertaba en mí un estado de introspección.
¿Y qué conclusiones has extraído? ¿Cómo es la juventud de hoy?
Creo que la juventud de hoy, tan hiperconectada, es insegura y sufre una gran presión. En este caso, por la irrupción de las redes sociales y el uso que se hace de ellas. Por otra parte, es cierto que vivimos en una sociedad mucho más abierta y progresista, por lo que la noche ya no es el único lugar para poder expresarse abiertamente o para, sencillamente, sentirse cómodos.
Noches, música, copas, discotecas, afters… ¿La obra de Jesús Madriñán se nutre o inspira directamente de algunos malos hábitos nocturnos?
No. Yo me limito a retratar personas, les doy la oportunidad de mostrarse frente a la cámara, frente al mundo. Lo que hayan podido consumir no es de mi incumbencia, aunque por supuesto podrían variar la imagen que uno vaya a proyectar de sí mismo en un retrato; pero eso no es en ningún caso un problema, sino que forma parte del juego. A menudo pienso que soy como un científico que coge una muestra de tejido humano para analizar; yo hago lo propio, pero con un tejido social, lo analizo a través de las personas que lo forman, y cada uno tendrá circunstancias y estados dispares que responderán a la realidad.
“Soy como un científico que coge una muestra de tejido humano para analizar”
Mientras te especializabas en diseño en la Universidad de Barcelona caíste en la cuenta de que el diseño cada vez te interesaba menos…
Mi último año de carrera coincidió con el auge de algunas redes sociales como Fotolog o Myspace, que te permitían mostrar tu trabajo de forma inmediata a muchísimas personas. Parece una tontería, pero ambas plataformas jugaron un papel importante en la visibilidad de mi trabajo más temprano. Enseguida comprendí que ese diálogo con el espectador, y la capacidad expresiva del arte, era lo que más me interesaba.
¿Qué opinión te merece Instagram?
Yo la uso como una herramienta de difusión y promoción ligada a mi actividad laboral. Aún así, debo admitir que, por la propia naturaleza de la aplicación, hay veces que resulta difícil evitar desviar esa promoción hacia uno mismo y hacia su propia imagen. Hay quien abusa de ello, y no solo puede ser perjudicial, sino que a menudo resulta incluso ridículo. En 2010, cuando todavía no existía Instagram y yo estudiaba en Reino Unido, titulé mi tesina La identidad proyectada: El rol de las imágenes en las redes sociales. Siempre ha sido un tema que me ha interesado y, obviamente, está profundamente ligado a mi trabajo.
Si las redes no son el problema, ¿cuál es hoy el principal escollo para la fotografía profesional?
Pienso que las principales dificultades vienen dadas por leyes que no recogen las necesidades de una profesión tan singular como la nuestra. Se necesita un modelo fiscal acorde a la naturaleza de nuestra profesión, a nuestra realidad laboral. Afortunadamente ahí está el Estatuto del Artista y el esfuerzo de todas esas personas, profesionales de la cultura y políticos que lo están sacando adelante. Una sociedad sana es aquella que entiende la cultura como patrimonio y también como motor de desarrollo, no solo intelectual, también económico.
Por cierto, ¿cómo te las ingenias para conseguir los derechos de imagen de sus protagonistas?
Una vez que te metes en una discoteca a las cinco de la mañana con una cámara de placas y un estudio de fotografía portátil, todo lo demás resulta sencillo. Siempre voy acompañado de un asistente, si no sería imposible afrontar tal despliegue de medios en un contexto tan poco apropiado. Él suele ocuparse de los derechos de imagen. En cuanto he retratado a una persona, antes de que salga corriendo a seguir bailando con sus amigos, le informa y le ofrece un documento que recoge su colaboración libre con el proyecto y la cesión de sus derechos de imagen.
¿Y nadie se ha arrepentido al día siguiente de haber salido en tus fotos?
Hasta ahora no, que yo sepa.
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y con un máster en fotografía en la prestigiosa Central Saint Martins de Londres, Jesús Madriñán (Santiago de Compostela,1984) centra sus experimentos en la subversión de la fotografía de estudio como demuestran sus series Good Night London (2011), Boas Noites (2013) o Dopo Roma (2016). Madriñán ha expuesto en España, Italia, Uruguay, México o Estados Unidos. La última, El tiempo revelado —en el Centro de Arte Alcobendas, hasta el 24 de agosto— es uno de los platos fuertes de PHotoESPAÑA 2019.