Andoni Canela

Durmiendo con lobos

23 Enero 2023 Por Beatriz Portinari
Andoni Canela junto a su hijo Unai, que ha heredado su pasión por la naturaleza y que le acompaña en muchas de sus aventuras
Andoni Canela junto a su hijo Unai, que ha heredado su pasión por la naturaleza y que le acompaña en muchas de sus aventuras. © Cortesía de Andoni Canela

El amor por la naturaleza del fotógrafo Andoni Canela nace en su infancia, cuando la curiosidad le empujaba a buscar información en una enciclopedia que había en su casa. De perseguir animales a través de sus páginas sin moverse del sofá, pasó a hacerlo con una cámara de fotos recorriendo kilómetros y kilómetros por todo el mundo. Una pasión que, nos cuenta orgulloso, ha heredado su hijo Unai.

Si por algo destaca el periodista, fotógrafo y documentalista Andoni Canela (Tudela, 1969) es por su proverbial paciencia. Capaz de caminar durante semanas, rastrear durante días y esperar horas en silencio, sin moverse, a que aparezca el animal salvaje que está buscando, Canela se especializó en fotografía de naturaleza, poniendo el foco en especies en peligro de extinción y publicando sus instantáneas en medios como National Geographic, BBC Wildlife o Newsweek. En 2017 estrenó El viaje de Unai y en 2021 Panteras, documentales de mensaje ambientalista que también ha desarrollado en libros como Durmiendo con lobos o La llamada del puma, y en exposiciones como En tierra de linces o El Ártico se rompe. En la actualidad, Canela ha vuelto a perseguir con su cámara al lobo, su animal fetiche, en un proyecto al que dedicará los próximos años.

¿Cómo nace un fotógrafo de naturaleza?
Mi padre tenía una cámara que nos dejaba a mi hermano y a mí. Así que las primeras fotos que hice, con 12 o 13 años, además de a la familia, fueron a las flores y pájaros que habitaban un huertito cerca del Ebro al que solíamos ir. Mi trayectoria posterior, fotografiando la naturaleza del mundo, viene de una curiosidad innata. En mi casa se leía mucho, teníamos la famosa enciclopedia de El Hombre y la Tierra y muchas novelas de aventuras que también me influyeron. Creo que ese cóctel de naturaleza, animales y literatura de viajes pudo marcar mi carrera.

Estudiaste fotografía de forma autodidacta. ¿Crees que es un oficio que se puede aprender con la práctica?
Durante mis estudios de Periodismo, en la Universidad Autónoma de Barcelona, no tuve una asignatura de fotografía hasta tercero, pero para entonces ya había aprendido lo básico a través de libros de técnica fotográfica y de revistas como National Geographic. Me interesaban grandes fotógrafos como Ernst Haas, Thomas Mangelsen y Michael Nichols. En aquella época, mi experiencia fotográfica consistió en el prueba-error. Aunque después me formé en el College of Printing de Londres, no creo que sea imprescindible hacer un curso reglado de fotografía; hoy en Internet casi se puede aprender astrofísica.

“La mayor dificultad para fotografiar animales en peligro de extinción es que los encuentros son fugaces o nocturnos”

¿Cómo eliges el animal que vas a fotografiar y cómo es tu proceso de investigación?
La elección es bastante personal, salvo algún trabajo por encargo. También puedo volver a algún tema, como los felinos, porque creo que me queda trabajo por hacer. El proceso de investigación implica una larga documentación previa, echando mano a toda la bibliografía que encuentro, para entender su comportamiento y saber cómo abordar la fotografía. Cuanta más información tengas, menos te desesperas.

Uno de tus libros de mayor éxito fue Durmiendo con lobos, especie que has vuelto a fotografiar. ¿Por qué?
Llevaba unos cuantos años trabajando fuera de España, con felinos en peligro de extinción, pero el lobo es la especie a la que más años he dedicado. Me sorprende su inteligencia y su capacidad de adaptación; viven en zonas con poco alimento y escaso refugio, son perseguidos y, aún así, consiguen sobrevivir. Ahondar en esta especie es un reto porque hay pocos documentos fotográficos que retraten manadas de lobos, cómo se mueven y cómo funcionan.

¿Qué es lo más complicado de fotografiar animales salvajes?
Te pueden escuchar u oler, así que no puedes acercarte demasiado. Muchas veces ni siquiera hace falta ocultarse porque no vas a estar tan cerca, basta con vestir ropa mimética y colocarte entre la vegetación. También puedes elegir sitios altos para tener mayor visibilidad y, desde ahí, intuir por dónde se van a mover porque dependen del alimento. Por ejemplo, en verano los lobos son predecibles porque crian en una zona concreta, pero cuando los lobatos [crías de lobo] ya son grandes empiezan a moverse libremente y puedes pasarte días sin verlos. Eso pone a prueba tu paciencia.

Sin embargo, el lobo no ha sido el animal más difícil que has fotografiado.
No, el que más tiempo y esfuerzo me llevó fue el leopardo de las nieves en el Tíbet. La primera observación cercana se produjo después de caminar tres semanas, con las baterías de la cámara guardadas y pegadas al cuerpo para que no se congelaran. Tienes que evitar que la humedad y la condensación te impidan hacer fotos en el momento clave.

Muchos de tus trabajos retratan ecosistemas a punto de desaparecer. ¿Por qué?
Busco un protagonista para contar una historia. Cuando conoces problemas de biodiversidad tan potentes, donde la mano del hombre ha diezmado poblaciones, busco los comportamientos humanos y animales que han desembocado en esa situación. La mayor dificultad para fotografiar animales en peligro de extinción es que o no los hallas o, de hacerlo, los encuentros son fugaces o nocturnos.

“Se puede nacer con una sensibilidad especial para la fotografía, pero eso no determina tu futuro porque hay que cuidarla y trabajarla día a día”

Tu hijo Unai, coprotagonista en tu documental El viaje de Unai, ahora sigue tus pasos. ¿Cómo ha sido su evolución?
He visto cómo ha ido madurando su mirada y aumentando su interés por los viajes, la naturaleza y los animales. Su curiosidad es clave. También valoro mucho su esfuerzo en la práctica de la fotografía y el vídeo, como se ve en el trabajo que hicimos juntos (Panteras) durante cuatro años. En plena pandemia, Unai empezó su primer documental en solitario (Entre montañas), que le ha llevado a ser el documentalista más joven del Festival de San Sebastián. Hay gente que viaja lejos para hacer fotos, pero Unai lo hizo a la inversa y se pasó un año documentando su entorno más cercano.

¿Crees que el talento se hereda?
Se puede nacer con una sensibilidad especial para la fotografía, pero eso no determina tu futuro porque hay que cuidarla y trabajarla día a día. Un fotógrafo con menos intuición o menos sensibilidad puede llegar lejos si trabaja duro. En materias como la fotografía, el talento no es tan determinante; tener curiosidad por la vida influye más.

Y, para finalizar, ¿nos puedes contar en qué proyecto estás embarcado actualmente?
Llevo dos años y me faltan otros dos para terminar mi proyecto sobre el lobo. Antes de 2025 no creo que pueda presentarlo, que será fotográfico y documental. Al fin y al cabo, cada vez que afronto un proyecto, aunque ya conozca al animal, es como empezar de cero.