Jesús Tortosa
Arte y combate
El taekwondista Jesús Tortosa pone rumbo a los Juegos de Tokio con optimismo y posibilidades de sobra para colgarse una medalla al cuello en la que será su segunda aventura olímpica. Toca hacerse con el tatami nipón.
A diferencia de muchos de sus rivales, Jesús Tortosa (Madrid, 1997) no tendrá que enfrentarse a sus compatriotas para ir a los Juegos de Tokio. Es lo que tiene ser el mejor taekwondista nacional y uno de los mejores del mundo: a día de hoy, el madrileño ocupa el tercer puesto del ránking, por detrás de dos surcoreanos (de los cuales uno de ellos no podrá competir en los JJ. OO.), lo que le sitúa entre los favoritos para hacerse con una medalla este verano. “En estos cuatro años he conseguido ser tercero del mundo, he logrado varios campeonatos de Europa, medallas internacionales, una buena posición en el ránking…. Todo eso me hace pensar que puedo conseguir sin problema una medalla en los Juegos”, confirma sin rehuir las altas expectativas que tanto él mismo como los expertos le marcan.
A pesar de su corta edad, Tortosa cuenta ya con la madurez que le dieron los pasados JJ. OO. de Río 2016. “Fui a mis primeros juegos con 18 años. Todo era nuevo para mí e iba con muchísima ilusión, un poco a ver qué pasaba. Ahora las reglas del juego han cambiado porque voy con cuatro años más de experiencia”, reconoce. El quinto puesto obtenido en las anteriores olimpiadas y los grandes resultados obtenidos a lo largo de este ciclo le hacen ser de lo más optimista. “Creo que he trabajado bien y que puedo dar aún más que lo que hice en Río. Ahora tengo unos resultados mejores que me avalan y voy con el objetivo de conseguir una medalla olímpica”, sentencia. Una confianza de hierro a la que añade horas de duro trabajo. “Entreno de lunes a sábado y divido el entrenamiento en dos partes. Por la mañana trabajamos la parte más física entrenando resistencia, potencia y fuerza; y por la tarde, hacemos dos horas de táctica aplicada a la normativa del taekwondo y al estilo de los rivales”, explica.
“Fui a mis primeros juegos con 18 años. Ahora las reglas del juego han cambiado porque voy con cuatro años más de experiencia”
Mientras charlamos con Jesús nos llaman la atención los estruendosos gritos de varios taekwondistas que se encuentran entrenando en la sala contigua. Él, por el contrario, no parece inmutarse. ¿Es normal que se grite tanto con cada golpe que dan? ¿También esto se entrena? “Sí (risas). Al final es un deporte de combate en el que sacamos toda la energía. Tenemos que marcar bien cada uno de los golpes con gritos para diferenciarlos de los del rival y que el árbitro sea testigo”, dice. “¡Hay veces que la gente alucina al vernos entrenar!”. Damos fe.
Taekwondo, música y planes ‘foodies’
A medida que avanza la conversación, el guion inicial con el que Jesús se ha presentado va dejando paso a su lado más natural y espontáneo. Se confiesa como un apasionado del taekwondo, un deporte que le inculcó su padre desde que era niño, ya que también él compitió a nivel internacional. “Me gusta tanto el taekwondo que cuando no estoy entrenando o compitiendo, estoy viéndolo. Aún así, intento no estar siempre con la cabeza en ello porque sería demasiado”, reconoce con timidez.
Pero no todo son golpes, gritos y entrenamiento en la vida de este deportista de élite: “Me gusta mucho la guitarra y siempre procuro sacar algo de tiempo para tocarla”, dice. “También me encanta disfrutar de una buena comida. Como vivo a dieta todo el año, cuando puedo me marco con mi chica alguna ‘ruta gastronómica’”, desvela. Dos aficiones que compagina con sus estudios de INEF. “Voy a la facultad antes de entrenar, e intento estudiar al salir del entrenamiento. También procuro hacer otras cosas para no estar todo el día centrado en el taekwondo y tener la cabeza despejada”, dice.
Aprovechando que abordamos la temática de los estudios, le planteamos una pregunta de examen: ¿cómo definiría el talento un experto en artes marciales? “Hay gente que nace con un don para algo; al igual que un panadero nace con la habilidad de hacer una buena masa, un taekwondista nace con la capacidad de pegar patadas de forma innata”. Sin embargo, si bien al ser hijo de un deportista de élite podría atribuir parte de su éxito a la genética, Tortosa se aleja radicalmente de esta idea: “El talento sin trabajo no lleva a nada. Tener un talento está muy bien, pero hay que ligarlo al trabajo y al sacrificio para lograr grandes cosas. Esa es mi filosofía de vida”.
Ya ha probado las mieles del éxito en las dos categorías en las que ha competido (-54 kg y -58 kg): un bronce mundial (2017), otro continental (2014) y tres platas (Campeonatos del Mundo 2016 y 2018 y Juegos Europeos de Bakú en 2015). Sin embargo, a pesar de figurar en las posiciones más altas del ránking desde hace años, de haber sido galardonado en 2015 con el Premio Nacional del Deporte y de lograr medallas en Mundiales, campeonatos de Europa y en los Juegos Europeos, aún hay un reto que se resiste a las patadas y golpes de Tortosa: el oro.