Lydia Valentín
Cómo elevar tu deporte al cielo
Los de Tokio serán los cuartos y últimos Juegos Olímpicos de Lydia Valentín. Si bien la haltera española es toda una experimentada en esto de ganar medallas, su objetivo esta vez será hacer pleno y poner el mejor broche a una trayectoria brillante. Nos lo cuenta en esta entrevista a bocajarro durante un descanso de los duros entrenamientos en los que se encuentra sumergida a diez meses de la gran cita.
Ni ella misma podía imaginar a los 11 años, cuando se debatía entre el tartán y las canchas de baloncesto, que la gran visión de su primer entrenador la situaría como estandarte de un deporte que solo unos pocos conocían en España. “El técnico de halterofilia se fijó en mi porque vio talento, actitud y aptitud. Vio que realmente me gustaba destacar en el deporte y que tenía ambición”, cuenta en medio de nuestra sesión de fotos en la residencia de deportistas madrileña Joaquín Blume. Desde entonces, Lydia Valentín (León, 1985) no ha hecho más que labrarse a pulso —nunca mejor dicho— un nombre en la halterofilia mundial y un hueco entre los deportistas más ilustres de nuestro país. Su oro en Londres 2012, la plata en Pekín 2008 y el bronce en Río 2016, además de dos campeonatos del mundo y cuatro oros europeos lo confirman, sin olvidar las otras diez medallas de bronce y plata que completan su vitrina.
Su fina sonrisa y su característico gesto de celebración, formando un corazón con las manos mientras ladea su cabeza, contrastan con un deporte tan físico y potente como el suyo, del cual lleva años siendo referencia. Ella, abanderando la figura de la mujer deportista, lo sabe, y asume “con una ilusión enorme” el que, gracias a su presencia, “ahora muchas más niñas y muchas más chicas practiquen la halterofilia”. Desde esa misma posición, se enorgullece al señalar que “la figura de la mujer en el deporte español es increíble, lo que se ha visto reflejado en los últimos juegos olímpicos, tanto en Londres como en Río, donde hemos conseguido muchísimas medallas”.
Es consciente de que sus hercúleas extremidades, además de elevar pesas, también han “levantado” a más de uno del sofá para engancharlo a la halterofilia. “Las generaciones que vienen tendrán el camino marcado y cuentan, sobre todo, con referentes en diferentes disciplinas”, asegura con tranquilidad.
“La figura de la mujer en el deporte español es increíble, lo que se ha visto reflejado en los últimos juegos olímpicos, tanto en Londres como en Río”
Contra el dopaje y los prejuicios
Ensalzar el deporte femenino nacional y atraer la mirada de muchos españoles hacia una disciplina que hace años era una auténtica desconocida son dos de los grandes obstáculos a los que se ha enfrentado, y vencido con éxito, Lydia Valentín. Pero no son los únicos. Un “Sí” rotundo, seco y contundente prosigue a la pregunta que le planteamos sobre si considera que la halterofilia es un deporte más castigado por el dopaje que otros. “No es que los halteras estemos más expuestos a controles, sino que se trata de un deporte en el que ha habido muchos casos, por ser una disciplina en la que la fuerza tiene mucha importancia”, reconoce.
Lo que también recalca es que puede “dormir tranquila sabiendo que nadie va a venir a reclamarme esas medallas”, en referencia a los dos metales que recibió años más tarde por la descalificación de sus predecesoras en el podio. “Mis rivales jugaron de una forma no limpia, incorrecta. Aunque no haya sido de la forma en la que más me hubiera gustado lograr y celebrar esas medallas, soy optimista y puedo decir que las tengo y que las he ganado”, asegura antes de sentenciar con orgullo que “la verdadera campeona olímpica en Londres y la subcampeona olímpica en Pekín soy yo”.
Experiencia y talento para Tokio
Ojalá las circunstancias no se repitan, pero sí el resultado. Volver a ver a la haltera leonesa en el podio sería una gran alegría para nuestro país y para el deporte nacional. “Estoy muy motivada, igual que con los tres juegos anteriores, y con ganas de empezar la preparación”, señala Lydia, que a la vez no puede esconder, por palmarés y ambición, que, una vez esté clasificada, “mi objetivo será volver a luchar por una medalla olímpica, sin olvidar el trabajo que eso conlleva y lo difícil que va a ser”. Incluso, aunque los criterios del COE (Comité Olímpico Español) parece que no le otorgarán esta responsabilidad, Lydia fantasea con ser la abanderada de la delegación española en Tokio: “Sería un sueño absoluto”.
Lo que sí podrá es, como participante y medallista en otros Juegos, asesorar a aquellos que viven por primera vez la experiencia olímpica. “Alguien que se ha clasificado para unos Juegos es un crack en la disciplina que sea. Mi consejo es que lo disfrute y demuestre el trabajo que supone llegar a esos Juegos Olímpicos”, comenta con una sonrisa.
Ella misma se emociona con solo imaginarse compitiendo en la capital nipona el próximo verano. “Tokio es para mí el gran reto, el gran objetivo, el gran sueño. Es por lo que entreno y por lo que me levanto cada día, deportivamente, con ilusión y con motivación”, dice. Lydia ya ha confesado que será su última participación olímpica, por lo que la quiere vivir al máximo, disfrutando del camino y con el objetivo de ganar una nueva medalla (completaría un histórico póker de preseas en los cuatro Juegos en los que ha estado). Ese es el reto que la leonesa tiene hoy entre ceja y ceja. O, mejor dicho, entre pesa y pesa.