Ricardo Gómez
El eterno actor

Antes de saber siquiera lo que significaba ser actor, Ricardo Gómez ya actuaba. Con sólo seis años debutó en el teatro, lugar al que regresó cuando necesitó dar rienda suelta a su talento más allá de la serie que le hizo famoso. En reconocimiento a su labor sobre las tablas, que incluye obras como ‘Mammón’, ‘Rojo’ o ‘El hombre almohada’, recibe ahora el Premio Talía al Joven Talento. ¡Y pronto dirigirá su primera película!
Ricardo Gómez (Collado Villalba, 1994) es perfectamente consciente de que, de una manera u otra, para una gran mayoría de españoles siempre será Carlitos. Y no reniega de ello: “Evidentemente el gran proyecto de mi vida es Cuéntame y eso es algo que todo el mundo sabe”. Aun así, y esto ya lo decimos nosotros, el actor madrileño es muchísimo más y lo ha demostrado con creces en los últimos años. Sus trabajos en películas como 1898. Los últimos de Filipinas —nominado a mejor actor revelación en los Goya—, El sustituto —nominado a mejor actor en los Feroz— o la reciente Nevenka, junto a su participación en series como Vivir sin permiso o La ruta —nominado a mejor actor en los Iris— le han permitido salir de su entorno de seguridad y reivindicarse ante los demás, pero también hacia sí mismo. Pero fue el teatro, aquel que le vio nacer como actor con solo seis años, el lugar donde se refugió cuando necesitó explorar nuevos horizontes más allá de Cuéntame.
Precisamente, sus actuaciones en obras como Mammón —Fotogramas de Plata a mejor actor de teatro—, Rojo o El hombre almohada, entre otras, son las que ahora le hacen acreedor del Premio Talía al Joven Talento 2025 que entrega la Academia de las Artes Escénicas en colaboración con Iberia. Un talento que despierta en Ricardo la siguiente reflexión: “El talento es esa sensación que te impulsa a hacer algo concreto sin saber muy bien por qué. Y el tema es que, aunque te pelees contra la idea de ponerlo en práctica, igualmente acabas haciéndolo”. Si esa sensación no le hubiera llevado por la senda de la interpretación, ¿qué estaría haciendo ahora Ricardo? “Si en vez de empezar a actuar a los seis años me hubiera dado por cocinar, imagínate. ¡Iría por la segunda estrella Michelin! [risas]”.
No todo el mundo sabe que tu carrera artística arrancó en el teatro y no en la televisión. ¿Guardas recuerdos de aquella época?
Sí, sí, yo era muy pequeño, pero cuando te pasa algo tan excepcional se queda grabado. A los seis años empecé a trabajar en el musical de La Bella y la Bestia en el Teatro Lope de Vega de la Gran Vía —el mismo donde se representa ahora El Rey León— interpretando a Chip, la tacita, y fue una pasada. Yo era un enano y todo aquello era como estar en Disneylandia.
Llevas toda la vida interpretando, pero ¿cuándo sentiste que podías llamarte a ti mismo actor?
Buena pregunta. Incluso hoy, muchas veces me entra la duda. Comencé muy pequeño, simplemente dejándome llevar, y a medida que crecía me entraron ganas de aportar mi granito de arena. Supongo que tardé mucho en sentirme actor, en parte porque me costó sentir que fuera de mi entorno de seguridad, en este caso Cuéntame, me tomasen en serio. Era uno de mis grandes miedos. Cuando vi que fuera de ese entorno también había gente que valoraba mi trabajo, empecé a creer un poco más en mí mismo.
“Supongo que tardé mucho en sentirme actor, en parte porque me costó sentir que fuera de mi entorno de seguridad, en este caso ‘Cuéntame’, me tomasen en serio”
Entre los actores de tu generación no es fácil encontrarse con uno que tenga una carrera tan sólida sobre los escenarios. ¿Qué tiene de especial el teatro para ti?
El teatro lo tiene todo. Lo hago desde que tengo seis años y, además, me crié viendo a mi madre sobre un escenario. Después de muchos años en televisión, encontré mi refugio en una sala de ensayo y en un escenario con el público enfrente. Al teatro le debo mucho y si algo tengo claro es que, aunque haya momentos en mi carrera en los que el audiovisual centre más mi atención, nunca lo voy a dejar de lado.
Vas a recibir el Premio Talía al Joven Talento. ¿Qué significa para ti el reconocimiento de la Academia de las Artes Escénicas?
Es precioso. El teatro es una disciplina complicadísima, donde es realmente difícil hacerse un hueco y que la gente piense en ti y te tome en serio. Lleva mucho trabajo y cuesta más de lo que aparenta. Yo he tenido la suerte de encadenar en los últimos años proyectos muy ambiciosos y aplaudidos. Además, me permitieron desarrollarme haciendo papeles muy distintos. Sentir que esto le ha llegado a la Academia y que han decidido premiarme por ello, me hace sentir muy honrado y agradecido.
El público te ha visto crecer, ¿en algún momento sentiste la necesidad de romper con la imagen que se habían hecho de ti?
Nunca me ha importado mucho la imagen que la gente pueda tener de mí. Yo sé cómo soy y la gente de mi entorno sabe que soy muy distinto a la imagen pública que se haya podido formar la gente. Cuando ves a alguien en la televisión durante tantos años, la idea que te creas de esa persona está muy ligada a lo que escribe un equipo de guionistas. Nunca he tenido ganas de reivindicar mi verdadera personalidad porque prefiero que solo la conozcan quienes yo decida.
De alguna manera aprendiste a disociar la vida personal de la profesional, ¿no?
Al final no te queda otra. Si además de estar viviendo una situación atípica, que es estar creciendo y al mismo tiempo trabajando en algo con un alcance masivo, no entiendes que es solo un trabajo —un apartado más de tu día a día, como una extraescolar— y lo conviertes en el centro de tu vida, puedes caer en una espiral peligrosa.
“Al teatro le debo mucho y si algo tengo claro es que, aunque haya momentos en mi carrera en los que el audiovisual centre más mi atención, nunca lo voy a dejar de lado”
Quizás sea percepción mía, pero pareces muy selectivo a la hora de elegir tus proyectos. ¿Qué te impulsa a aceptar un papel?
Cuando uno va haciéndose un hueco en la industria, le asaltan muchas dudas porque el camino es complicado. Si eres un privilegiado —como me considero yo— y tienes la oportunidad de esperar, tienes miedo a que pasen meses sin que aparezca algo que te guste realmente. Yo prefiero tener un personaje más pequeño en un proyecto que me guste, que uno grande en uno que no me apasione. Cuando salí de Cuéntame comentaba con mi gente, la que me ayuda a ir dando pasos profesionales, que la intención era disfrutar de cada proyecto y para ello lo importante era que fuesen papeles que me sacudiesen. Dentro de poco… [Ricardo se frena]. No puedo comentar nada, pero es una comedia y me apetece mucho hacerla porque me va a permitir colocarme en un lugar donde nunca he estado.
¿En qué proyectos andas inmerso ahora? ¿Dónde te veremos próximamente?
Además del proyecto del que no puedo comentarte nada, tengo pendiente de estreno un par de series. La primera es La suerte, una comedia muy particular que aborda el tema de la tauromaquia a través de la relación entre un taxista interpretado por mí y un torero encarnado por Óscar Jaenada. El rodaje fue una pasada. Y tengo muchas ganas de que se estrene la segunda temporada de La ruta. Es uno de los proyectos que más me han marcado y más he disfrutado. Aparte, llevo un tiempo desarrollando un proyecto personal y, si todo va bien, el año que viene dirigiré mi primera película.
¿Y qué te impulsa a dar el salto a la dirección?
Llevo muchos años acudiendo al set a contar las historias de otras personas, asumiendo sus puntos de vista. Hay un montón de actores que buscan eso, que no quieren ir más allá y eso es lícito. Yo no sé muy bien por qué, si por haber empezado tan joven o porque sencillamente tengo esa inquietud, pero me apetece mucho aportar mi punto de vista, mis ideas, mis historias.