Eduard Sola

De oficio: guionista

24 Abril 2025 Por Roberto C. Rascón
Eduard Sola
El guionista Eduard Sola aspira al Platino a mejor guion por ‘Casa en llamas’. © María Codina

Feroz, Gaudí, Goya y… ¿Platino? De conquistarlo el próximo 27 de abril, Eduard Sola cerraría una inolvidable temporada de premios con su guion de ‘Casa en llamas’. “Estoy inmensamente feliz”, reconoce, y no es para menos. Defensor de la labor del guionista como un oficio y admirador del gran Rafael Azcona, se dio cuenta rápido de que lo suyo no era dirigir, sino plasmar historias sobre un papel.

Interior. Palacio Municipal IFEMA de Madrid – Noche. Eduard Sola (Santa Eulalia de Ronsana​, 1989) escucha su nombre y sube al escenario a recoger el Platino a mejor guion por Casa en llamas. Si el próximo 27 de abril estas líneas se hicieran realidad, el guionista catalán cerraría un ciclo espectacular: Feroz, Gaudí, Goya y Platino. Además, hasta ahora todos sus discursos de agradecimiento se volvieron virales gracias a frases como “solo la cultura impedirá la deshumanización que nos acecha” (Feroz), “si mi abuelo era analfabeto y yo me dedico a escribir es porque algo ha pasado, se llama progreso” (Gaudí) o “mi generación somos hijos de una multitud de supermadres” (Goya). Cuando le preguntamos si ya tiene preparadas algunas palabras, advierte: “No me gustaría que nadie pensara que, en el caso de ganar el Platino, voy a dar un discurso… A lo mejor digo muchas gracias y ya está. Ya veremos, los nervios del momento decidirán”. Lo que sí nos confiesa durante esta charla es qué guion de la historia del cine salvaría en un entorno apocalíptico: “Cualquiera de Rafael Azcona, pero me gustaría concretarte uno…”. Tras mucho dudar y repasar títulos como ¡Ay, Carmela! o El bosque animado, Eduard se decide: “Te voy a decir La lengua de las mariposas porque es increíble. ¡Tiene un final para la historia!”.

Cuando somos pequeños solemos soñar con ser astronautas, no guionistas. En tu caso, ¿de dónde viene esa pasión por el cine y sus historias?
Cuando era pequeño mis padres no me llevaban mucho al cine, pero a mí me encantaba, así que mi pasión nace del deseo. Tenía un amigo que iba cada semana y me parecía un planazo. Mis padres no eran cinéfilos y, en consecuencia, yo no podía serlo. Todo cambió con la irrupción del DVD… Siendo más mayor, recuerdo estar mirando los extras de El Señor de los Anillos —antes no existían y desconocíamos cómo se hacían las películas— y pensar: “Yo quiero hacer esto”.

Una vez inmerso en el mundo del cine comprendiste que no querías ser director, solo guionista. ¿Por qué?
Cuando fui a la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña), descubrí que quería contar historias a través del cine, pero no quería ir a los rodajes. Todo ese mundo no me gusta mucho. La conclusión fue sencilla, quería ser guionista, y fue todo un descubrimiento.

“Pensar que los guionistas somos esos misántropos con batín, whisky y puro es un error porque yo ni llevo batín, ni fumo puros, ni tomo whisky”

La ESCAC se ha convertido en la gran cantera del cine catalán, pero también español. ¿Qué crees que hacen bien a la hora de moldear el talento?
No sé si moldean el talento… Lo que sí hacen es juntarlo. La ESCAC genera un ecosistema en el que se forjan equipos. Los rodajes están en el centro y compartes cuatro años con decenas de personas queriendo hacer cine. No solo sales de allí con el conocimiento para hacer cine, también con las amistades que te permitirán hacerlo. Las primeras películas que realizamos los de mi generación fueron en base a eso, a amigos que se juntan y dicen: “Hagamos una película”. Ese impulso colectivo fue el germen de nuestras carreras.

Recientemente, Juan Diego Botto decía esto sobre el proceso de escritura: “Para mí escribir es una cosa tediosa, son muchas horas y mucha soledad”. ¿Cómo lo vives tú?
Mi vida está lejos del tedio. Creo que Juan Diego, que a su vez es actor y director, lo dice porque el guion no es el centro de su actividad profesional. La imagen del guionista que trabaja solo en su casa ha ocupado el imaginario popular, pero realmente gran parte de mi trabajo consiste en reunirme y discutir con gente. De buenas, eh [risas]. Es algo muy social. Luego hay que materializarlo solo en casa escribiendo, pero pensar que los guionistas somos esos misántropos con batín, whisky y puro es un error porque yo ni llevo batín, ni fumo puros, ni tomo whisky. De hecho, esta semana no he escrito ni una página, mientras otras me las paso enteras escribiendo.

Durante esta temporada de premios has ganado el Gaudí, el Feroz, el Goya y dentro de muy poco podrías añadir el Platino. ¿Qué balance haces?
Estoy inmensamente feliz. Además, me encanta que esto suceda con Casa en llamas, una película que he hecho rodeado de amigos y que defiende unos valores con los que me siento cómodo. Respecto a los Platino, serían un broche de oro fantástico. No es lo mismo el contexto catalán o el español que el iberoamericano, así que son muy importantes. ¡Qué ilusión si ganara! En cualquier caso, no olvidemos que toda competición cultural no es más que una performance. Una película no es mejor que otra por recibir un premio.

“Los guionistas no demandamos mayor visibilidad porque queramos ser famosos, sino porque debemos valorar al ser humano que hay detrás de cada historia”

Tus discursos recibiendo el Gaudí, el Feroz y el Goya se volvieron virales. ¿Consideras imprescindible aprovechar cualquier altavoz? ¿Ya tienes preparado el de los Platino?
No creo que sea imprescindible, que cada uno haga lo que considere. A mí me parece interesante dotar de contenido el agradecimiento, aunque solo sea porque las galas se hacen largas. Que cite a todos mis primos no le interesa a nadie. El discurso no lo tengo preparado porque aún falta mucho [la entrevista se realiza el 4 de abril]. También es verdad que a mí me impulsan a escribir los nervios previos. Simplemente pienso: “¿Y si me lo dan? ¡Ay, no quiero hacer el ridículo!”. Aunque parezca lo contrario, no tengo una gran estrategia detrás de cada discurso.

Los guionistas trabajáis en la sombra, alejados de los focos, hasta el punto de que las alfombras rojas parecen coto vedado para vosotros. ¿Echáis en falta mayor visibilidad?
Sin duda. Esta temporada de premios me ha dado una visibilidad que no merezco y que sobrepasa cualquier expectativa, pero soy la excepción. Los guionistas no demandamos mayor visibilidad porque queramos ser famosos, sino porque debemos valorar al ser humano que hay detrás de cada historia. No es una cuestión de fanfarronería, es una cuestión legítima. Es surrealista que salgamos del cine sin saber quién ha escrito esa historia que tanto nos ha gustado.

“Un guionista ha de tener los ojos abiertos al mundo porque sin ese talento, el de estar despierto, difícilmente puedes hacer un retrato veraz”

Revisando tu filmografía, se te podría calificar como un guionista polivalente. ¿Crees que es uno de tus puntos fuertes?
No sé si es mi punto fuerte, pero sí sé que me da ventaja. Si coges la lista de los últimos ganadores del Goya, te tienes que ir muy abajo para encontrar al primer guionista que cuente historias de otros. Cuando la industria detecta que hay un tipo al que le gusta explicar las historias de los demás, se frota las manos. Cuando Estíbaliz [Urresola] gana por 20.000 especies de abejas, nadie piensa en llamarla porque se sobreentiende que ella va a seguir contando sus propias historias, no las de los demás. En cambio, yo te cuento Casa en llamas, una historia de Dani de la Orden, y la gente levanta el teléfono. A mí, profesionalmente hablando, esto de la polivalencia me da la vida. Además, no necesito contar mi propia experiencia en el mundo, estoy cómodo separando ambas cosas.

Desde tu punto de vista, ¿cuál es el principal talento que debe tener un guionista?
Un guionista ha de tener los ojos abiertos al mundo porque sin ese talento, el de estar despierto, difícilmente puedes hacer un retrato veraz. Incluso eso es más importante que escribir bien porque, si cuentas con esa capacidad de observación, ya te apañarás para materializarlo sobre un papel de una forma u otra.