Carla Simón
Una mirada única
Cineastas como Carla Simón, de mirada sincera, humilde y honesta, no surgen todos los días. Con solo dos obras, 'Verano 1993' y 'Alcarràs', que aspira a tres Premios Platino (película, dirección y fotografía), la catalana se ha convertido en un referente del cine español. Ya inmersa en su próximo proyecto, uno que, asegura, le va a permitir experimentar, saca unos minutos para hablar del poder del cine.
En 2017, Carla Simón (Barcelona, 1986) se convirtió en la gran revelación del cine español con su debut, la muy personal Verano 1993. Por ello, las expectativas con su segunda película estaban altísimas y no decepcionó. Alcarràs se estrenó en la Berlinale a principios de 2022 alzándose con el Oso de Oro, un hito que nuestro cine no alcanzaba desde 1983 con La colmena. Se convirtió, además, en la primera mujer española en ganar en uno de los grandes festivales (Cannes, Venecia, San Sebastián y Berlín). Ahora, más de un año después, tiempo en el que la directora ha recibido parabienes por todo el mundo, este increíble viaje, tal y como ella misma lo define, llega a su fin en los Premios Platino —patrocinados por Iberia—, en los que aspira a tres galardones: mejor película, dirección y fotografía.
Desde el Festival de Berlín hasta los Platino, pasando por los Premios del Cine Europeo, los Goya, los Gaudí… ¿Te esperabas la espectacular carrera que ha tenido Alcarràs?
No, la verdad es que el viaje de Alcarràs ha sido increíble, nunca pensamos que fuera a llegar tan lejos. Rodamos en un pueblo muy pequeño con gente de la zona, algo muy local, y no habíamos previsto el alcance universal que podía tener. El Oso de Oro de Berlín garantizó ese viaje, ya que ha hecho que la película se vea en todo el mundo. Te das cuenta del poder de la cultura, de exportarnos y de contarnos en otros lugares.
¿Por qué crees que una historia tan local como Alcarràs ha funcionado tan bien fuera de nuestras fronteras?
Creo que tiene que ver con el hecho de que, por muy local que sea, al final todos tenemos una familia y la gente se reconoce en esas dinámicas familiares. Y luego está la problemática de la agricultura, que creo que de una manera u otra está presente en todos los países. La idea de hacer agricultura en pequeño está en peligro de extinción.
“Los Premios Platino son una celebración del cine iberoamericano y un punto de encuentro con amigos”
Los Premios Platino están a la vuelta de la esquina, ¿qué significa para ti y tu equipo el reconocimiento de las academias iberoamericanas?
Nuestro equipo se puso muy contento con las nominaciones porque tienen mucho valor. Hace que nos sintamos parte de una cinematografía que une a productores, directores, intérpretes y equipos. Para mí los Platino son una celebración del cine iberoamericano y un punto de encuentro con amigos, también me dan la oportunidad de conocer a gente a la que admiro.
En Correspondencia, corto realizado junto a la directora chilena Dominga Sotomayor, estableciste un puente con Latinoamérica. ¿Hasta qué punto son importantes esas conexiones?
Me propusieron el proyecto y me dejaron escoger con quién hacerlo, elegí a Dominga porque sentía que compartía con ella una forma de hacer cine. Las dos partimos de cosas próximas a nosotras y me inspiraba mucho su trabajo, así que tenía sentido establecer ese puente. Compartir el cine te hace crecer como cineasta. Por una cuestión de distancia es más difícil establecer relaciones con Latinoamérica y hay que tejer esas conexiones de manera activa.
El año del cine español ha sido fantástico, pero también el del latinoamericano. ¿Podrías recomendarnos alguna de las nominadas a los Platino?
Sí, me pareció muy interesante la colombiana Los reyes del mundo, de Laura Mora. También la boliviana Utama, de Alejandro Loayza.
“En Bachillerato, cuando una profesora nos puso varias películas y empezamos a debatir sobre ellas, me di cuenta del poder del cine”
Cambiando de tema, cuéntanos cómo nace tu pasión por el cine. ¿Hubo algún momento concreto en el que te dieras cuenta de que querías dedicarte a ello?
Yo lo descubrí tarde, a diferencia de otros amigos cineastas que siempre lo tuvieron claro. Crecí en una casa en la montaña donde no veíamos la tele, así que fue en Bachillerato, en el momento en el que una profesora nos puso varias películas y empezamos a debatir sobre ellas, cuando me di cuenta del poder del cine. Las reflexiones que hacíamos sobre el mundo y la condición humana a veces eran más interesantes que las propias películas, así que fueron esos debates los que me hicieron pensar que el cine era una forma de expresión que me apetecía explorar. Por aquella época pensaba en ser periodista porque me gustaba escribir y quería viajar, mi sueño de adolescencia era trabajar para National Geographic [risas].
La figura de la mujer cineasta ha estado históricamente opacada. ¿Sientes que eso está cambiando?
La mitad del mundo son hombres y la otra mitad mujeres, así que lo normal sería que la mitad de las historias fueran contadas por mujeres, pero eso no ha sido así, hemos estado muy lejos de esa paridad. Ahora la meta está clara y estamos ante una reparación histórica, aunque aún falte mucho. Esto será positivo en muchos sentidos, por ejemplo a nivel temático. Hasta ahora ha habido temas que no se han tratado desde la perspectiva de la mujer, como la maternidad o el deseo, y necesitamos abrir discursos y debates en torno a ellos. Siempre digo que nunca habrá demasiadas películas sobre la maternidad.
“Hasta ahora ha habido temas que no se han tratado desde la perspectiva de la mujer, como la maternidad o el deseo”
Desde tu punto de vista, ¿cuál es el principal talento que debe tener alguien que se dedique a contar historias con una cámara?
La curiosidad hacia el mundo que nos rodea. Tienes que investigar mucho sobre algo para contar una historia. Y también tienes que sentir amor por los proyectos, un amor que tiene que ver con la perseverancia y la paciencia que se necesitan en esta industria, porque el cine no es un arte rápido.
Tras firmar dos películas tan aclamadas como Verano 1993 y Alcarràs las expectativas con Carla Simón son muy altas. ¿Tienes miedo a decepcionar?
Esa presión la sentí mucho entre Verano 1993 y Alcarràs porque la segunda película siempre es un poco más difícil. Sentir esa presión cuando estás creando no es fácil, de hecho la sentí mucho al principio, al ponerme a escribir, y al final, durante la edición, no tanto durante el rodaje porque ahí no tienes tiempo para tonterías. Ahora no me apetece sentir esa presión, estamos preparando un proyecto pequeño con una historia que tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo y que me va a permitir experimentar. No aspiro a ganar otro Oso de Oro porque cada película tiene su dimensión y lo importante es contar lo que te apetece en cada momento.
Como no me puedes contar de qué va ese nuevo proyecto, al menos dime qué te impulsa a escribir una historia.
Esa curiosidad de la que hablábamos antes. Hasta ahora he explorado cosas muy relacionadas con mi vida, entender cómo los niños se enfrentan a la muerte o comprender mejor el trabajo de mi familia. Cada proyecto surge de sitios distintos, pero siempre hay unas emociones que me parecen interesantes y que quiero transmitir, y esas emociones pueden ser contadas de muchas formas; ahí entran en juego las imágenes que yo puedo tener en la cabeza.