‘Voguing’

El baile más reivindicativo (que no inventó Madonna)

29 Agosto 2019 Por Teresa Morales
FOTOGRAFÍA BATALLA DE VOGUING
El 'voguing' es todo un espectáculo de poses, andares, movimientos lineales y angulosos, caídas y desfiles. ©Teresa Suárez

Desde los garitos gays del Nueva York de los años 20 hasta las salas del París de 2019, el ‘voguing’ sigue brillando con luz propia y aterriza en España para instaurarse con fuerza. ‘Come on, vogue!’

Harlem, Nueva York. Años 20. Un grupo de personas trans y drags, en su mayoría blancas, deciden organizar concursos de belleza para competir entre ellas. ¿Su objetivo?: conquistar la fama dentro de la propia comunidad LGBTIQ+ del momento. Aquello evolucionó en la década de los 60 y, sobre todo, en los años 80, hasta convertirse en un ambiente protagonizado (en su mayoría) por homosexuales y transexuales afrodescendientes y latinos. La novedad es que dejaron de posar y desfilar como única categoría de competición y comenzaron a organizar también batallas de baile, donde las coreografías se basaban en las expresiones y poses de las modelos de las revistas de moda.

Fue entonces, en la década de los calentadores y el reinado Madonna (quien lo popularizó con el videoclip de su tema Vogue), cuando la famosa revista francesa inspiró el nombre de lo que acabaría siendo un baile políticamente reivindicativo. Porque el voguing como tal nunca ha sido una mera forma de expresión artística: “Yo diría que es prácticamente un estilo de vida dentro de toda una cultura conocida como la escena ballroom”, nos cuenta la bailarina, coreógrafa y pionera en la introducción de la escena voguing en España, Mother Spain, Silvi ManneQueen.

Y es que, como desvela la serie Pose (Netflix), esas 'balls' neoyorquinas de los años 60 y 80 se establecieron como un lugar seguro donde la diversidad sexual no era un hándicap y donde cada uno podía sentirse y expresarse libremente, sin temor a sentirse juzgado o repudiado. Se trataba, pues, de un espacio donde, como apunta Manuel Segade, director del Centro de Arte 2 de Mayo de Móstoles (Madrid), y comisario de la exposición Elements of Vogue del año 2018, “a través del baile y de otras formas de parentesco, más allá de la familia consanguínea, unas comunidades fueron construyendo formas de vida para su supervivencia en colectivo”.

“La escena ballroom permite a las personas expresarse con total libertad. Exalta la posibilidad de vivir por un día (el día de la 'ball') la fantasía de vestirse o vivir situaciones de máximo esplendor que en la vida real no es posible materializar por diferentes motivos. Eso funciona también como una herramienta para mejorar la autoestima, la superación personal y la autoconfianza, algo que posteriormente se ve reflejado en tu día a día”, subraya Silvi ManneQueen.

“El 'voguing' siempre se ha reinventado”

Uno de los puntos más relevantes de la historia y evolución de la escena ballroom, y por lo tanto de los orígenes del voguing, lo protagonizó Crystal Labeija, una drag queen de Manhattan que durante un concurso celebrado en 1967 mostró su desacuerdo con que se otorgara el primer premio a una drag blanca, ya que era recurrente la exclusión de drags negras y latinas en el primer puesto. Tal y como señala Silvi ManneQueen, “esto fue el desencadenante para que crease la primera casa o 'house' (House of LaBeija)”.

Y las casas, como indica Segade, se instituyeron como auténticos hogares para chicos y chicas que nunca habían tenido uno, o que habían sido expulsados de los suyos por su condición sexual. Al mismo tiempo, esas casas se erigieron en equipos rivales durante los bailes o batallas. Y entonces el voguing, la parte más bailonga del asunto, adoptó nuevos estilos y fue evolucionando, al tiempo que las competiciones se hacían cada vez más intensas y populares.

El primer estilo, hoy conocido como Old Way Vogue, se basaba en una sucesión de poses estilosas, con movimientos lineales y angulares inspirados en las artes marciales y los desfiles militares. El segundo, denominado New Way, mantenía las líneas y ángulos, pero la velocidad de los movimientos aumentaba, con efectos visuales y figuras de contorsionismo. Y el tercero, el Vogue Femme, se inspiró en la mujer. “Es el más llamativo a nivel visual. Exalta la feminidad con movimientos de manos y brazos circulares y fluidos, con 'swing' de caderas y con pasos de puntillas simulando los tacones. Se puede bailar de una forma más suave, o de manera más dramática y brusca con movimientos acrobáticos”, explica ManneQueen.

“El voguing siempre se ha reinventado”, comenta Manuel Segade. “Recuerdo que cuando nació el 'dip' (un movimiento muy peculiar del Vogue Femme que consiste en una caída hacia atrás), lo hacía como una referencia estética dentro del baile a la caída y muerte masiva de los cuerpos de las personas 'queer' durante la crisis del sida… Ese gesto, hoy en día, se sigue bailando”.

Pero es este último, el Vogue Femme, el que comienza a ser visible hoy en día en Europa, con París como referente. “Aquí llegó en 2010, de la mano de Lasseindra Ninja, una francesa que había emigrado a Estados Unidos, donde se empapó de toda esta. Aunque ya había personas, como Stéphane Mizrahi, que 'vogueaban' mucho antes que ella”, matiza la fotógrafa Teresa Suárez Zapater, una de las fotorreporteras de la escena ballroom parisina.

Hoy se organizan también competiciones en Zaragoza, Alicante, Barcelona, Málaga y Valencia

Aquí el movimiento ha ido adentrándose lenta pero progresivamente, hasta expandirse con cierta rapidez en los últimos años. En 2009, Silvi ManneQueen, —madre, por cierto, de la Kiki House of F.A.B—, comenzó a organizar talleres de voguing con invitados extranjeros, y en 2014 coordinó la primera 'ball' de España. Instauró una principal, con carácter anual, y algunas otras menores durante el año, generando así la plataforma Madrid Ballroom Scene. “El fin era expandir y dar a conocer esta cultura, y que otras personas se pudieran beneficiar de todas los aspectos positivos y personales que ofrece este entorno”, señala.

Algunos de los participantes de esos primeros 'balls', que residían en otras ciudades, se fueron “contagiando” del gusanillo del baile, y hoy se organizan también competiciones en Zaragoza, Alicante, Barcelona, Málaga y Valencia, por ejemplo. Lo que indica que el voguing (con sus poses, andares, movimientos lineales y angulosos, caídas y desfiles varios) y la escena 'ballroom', han llegado a España no solo para quedarse, sino para difundirse con toda su gloria y esplendor.

La clave de su éxito parece clara: más allá de su espectacularidad (vestuarios, desfiles, movimientos…), el voguing es ante todo un baile de resistencia y símbolo de la comunidad LGTBIQ+.