Picasso conoce a Calder

Un diálogo entre genios en Málaga

19 Noviembre 2019 Por Rosa Alvares
exposicion calder picasso
Imagen del montaje. © Museo Picasso Málaga. © 2019 Calder Foundation, New York / VEGAP, Madrid. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2018

El arte de Pablo Ruiz Picasso se encuentra con el talento disruptivo de Alexander Calder en 'Calder-Picasso': una singular muestra que acoge el museo Picasso Málaga hasta el 2 de febrero de 2020. Analizamos el encuentro fortuito que protagoniza una de las exposiciones clave de esta temporada.

Revolucionaron el arte con sus propuestas únicas, creando universos propios que les encumbraron a la categoría de grandes maestros. Alexander Calder (1898-1976) y Pablo Picasso (1881-1973) coincidieron pocas veces en su vida: se conocieron en 1931, cuando Calder presentó su primera exposición de esculturas no objetivas en la Galerie Percier de París. Volvieron a encontrarse seis años después, en el Pabellón de España de la Exposición Internacional de París, donde la Mercury Fountain de Calder se instaló frente al Guernica de Picasso. A partir de entonces, ambos se convirtieron en celebridades y referentes de su generación. Es cierto que no compartieron las mismas ideas estéticas; sin embargo, les unió el interés común por explorar el vacío o la ausencia de espacio, una inquietud estética que definieron desde la figuración y la abstracción.

Ahora, ese punto de encuentro artístico queda desvelado en Calder-Picasso, una exposición coproducida por el Museo Picasso Málaga en colaboración con la Calder Foundation de New York y la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, que nos enseñará aspectos inéditos de los geniales artistas. “Nunca hasta ahora se había logrado la primicia de que un museo ponga a dialogar a estos dos protagonistas de la historia del arte contemporáneo. Picasso concibió una forma insólita de entender qué era pintar un cuadro que arrasó en todo el mundo con el cubismo. Calder, por su parte, revolucionó la idea de que la escultura era un objeto sobre una peana con sus móviles suspendidos del techo”, asegura José Lebrero Stals, director del Picasso Málaga. “Gracias al entusiasmo de los nietos de los dos artistas, hemos reunido más de cien obras de ambos procedentes de instituciones excepcionales. Aunque habitaron territorios aparentemente opuestos —Calder exploró abstracciones multidimensionales, mientras Picasso investigó constantemente el cuerpo humano y animal— esta exposición invita a experimentar las formas” afirma. El parecido de estilos es a veces perturbador, por lo que identificar el arte del uno y del otro se convierte en un juego. “Este encuentro inesperado entre dos gigantes del arte contemporáneo nos propone reconsiderar desde cero cuáles son las naturalezas profundas de la obra de arte”, advierte Lebrero.

El origen de este cruce de talentos fue una muestra que, tiempo atrás, organizaron los nietos de ambos artistas, Alexander S. C. Rower y Bernard Ruiz Picasso. “Hace algunos años, fui comisario de una exposición íntima con mi amigo Bernard dedicada a las obras de nuestros abuelos, con motivo de la apertura de la nueva galería de Almine Rech en Nueva York”, dice Alexander S.C. Rower, presidente de la Calder Foundation. “La muestra era bastante pequeña y muy personal, pero puso en evidencia que había mucho más que explorar en torno a las resonancias entre Calder y Picasso. El Museo Picasso de París propuso que emprendiéramos una exhibición museística más ambiciosa e invitó al Picasso Málaga a coproducirla”.

Decidir qué piezas conformarían Calder-Picasso no fue tarea fácil, según explica Rower: “El mayor reto cuando eres curator de una exposición es limitar una larguísima lista de excelentes trabajos a una selección concisa que, a la vez, enseñe e inspire a los visitantes, tanto a los curiosos de los museos como a los historiadores de arte. El proceso se va desarrollando inesperadamente, desde la intuición a la investigación, a través de muchas conversaciones. Siempre resulta un esfuerzo apasionante”. El presidente de la Calder Foundation reconoce que, durante el desarrollo del proyecto, ha aprendido nuevos aspectos de la obra del artista americano: “A través de los años, desde que comencé en la fundación, en 1987, hasta ahora, el respeto por el trabajo de mi abuelo se ha acrecentado. Trabajando y aprendiendo con otros estudiosos, comisarios y escritores, me he dado cuenta de la profunda influencia de Calder sobre los artistas del siglo XX y cómo continúa siendo así para otros creadores actuales. El proyecto en el que Bernard Ruiz Picasso y yo nos hemos embarcado —y los hallazgos que iremos descubriendo poco a poco—enriquecerán sin duda esta apreciación durante los años por venir”.

Ahora bien, también los visitantes de Calder-Picasso descubrirán nuevas miradas sobre ambos artistas. Reencontrarse con el malagueño en su ciudad natal siempre resulta inspirador, tal como apunta José Lebrero Stals. “Es emocionalmente intenso y simbólicamente rico recibir la ofrenda que un museo monográfico, como es nuestro caso, puede dar al visitante si vincula la altura creativa de un artista con el lugar donde nació. Tratamos de que no se pierda nunca cierta sensación de intimidad y empatía con el espacio que acoge a personas de todo el mundo. Ofrecer en su ciudad la increíble y larga aventura estética de Picasso es una experiencia reveladora, gracias al poder evocador que tiene el arte en quienes se abren a su energía”.

Para los amantes de Calder, la exposición también reserva algunas sorpresas, como cuenta el nieto del creador: “Una de las piezas de mi abuelo que los visitantes podrán descubrir es Croisière. Con sus alambres gruesos y finos, describe las fuerzas unificadoras, además de dispares, tan esenciales en su obra: solidez y transparencia, inmovilidad y actividad, volumen y vacío…Calder incluyó esta escultura en su primera exposición de objetos abstractos, en la Galerie Percier de Paris, en 1931”. Curiosamente, en la vernissage de esa misma muestra, se encontrarían por primera vez estos dos artistas apasionantes que, con su talento disruptivo, lograron que el arte fuera mucho más genial.