Isidro Blasco
Fotografía, arquitectura y memoria
Vive en Nueva York. Sin embargo, Isidro Blasco no olvida sus raíces y acaba de abrir un estudio también en Madrid, ciudad que acoge la intervención ‘Espacio emergente’, una instalación específica que puede disfrutarse hasta el próximo 26 de enero en el Museo Lázaro Galdiano.
Los recuerdos más lejanos de la infancia de Isidro Blasco (Madrid, 1962) son “los de las llamaradas de fuego saliendo del horno de leña que alimentaba mi padre [el artista Arcadio Blasco] durante toda la noche”. Allí aprendió todo sobre la forma y cómo dominarla, a cómo poder expresar una idea trabajando con el material y las manos. Y es que, desde los 12 años, el que hoy en día es uno de los mayores exponentes de la escultura contemporánea, ya tenía un rincón con su mesa donde hacer sus “experimentos”. Como él mismo reconoce, “me sucedió lo que les pasa a muchos de los hijos de artistas, que nunca lo decidí; era lo que se hacía en casa y lo natural”.
En 1996, Blasco, cuyas obras están presentes en las colecciones del MoMA, el Whitney, el Tweed Museum of Art y el Chicago Institute of Contemporary Art, entre otras instituciones, fijó su residencia en Nueva York. Sin embargo, recientemente, ha volado de nuevo a la ciudad que le vio nacer, donde ha abierto estudio, concretamente en el barrio de Carabanchel, “un lugar muy tranquilo para poder trabajar y concentrarse”.
Madrid también es la ciudad que acoge hasta el próximo 26 de enero Isidro Blasco. Espacio emergente. El Museo Lázaro Galdiano expone este proyecto de intervención escultórica site-specific en el espacio principal que articula el museo, el salón de baile. En palabras del artista, “se trata de una instalación fotográfica con estructura de madera, muy arquitectónica, que muestra fotos tomadas en las propias salas del museo. La estructura crece desde un extremo de la sala hasta el otro, de un modo muy orgánico”.
La técnica como soporte de la creación artística
En Espacio emergente, como en la gran mayoría de su obra, Blasco también pone en juego la percepción artística y la conexión entre la escultura, la arquitectura y la fotografía. La pieza es una escultura en la que todas estas técnicas toman parte y se confunden, y donde juegan un importante rol conceptos como la percepción, la memoria, la identidad y el espacio.
La instalación presenta un espacio en movimiento a través de una construcción realizada con elementos planos montados sobre bastidores y cubiertos por fotografías tomadas en distintos puntos del museo, con un componente arquitectónico muy marcado. Las superficies base se cubren con fotografías C-print de gran formato y alta resolución, que reproducen los fragmentos del museo como un espacio móvil y en fuga. Las imágenes fotográficas manipuladas digitalmente se diferencian drásticamente de la atmósfera y las texturas físicas del espacio real. Se trata, por tanto, de dobles reproducciones —fotográficas o de superficie y escultóricas o de volumen— que no solo reproducen el espacio, sino que lo reconfiguran gracias a su condición inequívocamente constructiva. Con esta pieza, Blasco persigue la amplificación de la experiencia del espectador, su apertura al propio espacio del museo, que con este proyecto cobra un gran protagonismo, así como la sensibilización hacia su historia.
Las variaciones de la percepción del espacio, la particular manera de mirar el entorno y su problemática para materializar el espacio y el vacío, son los temas centrales de las propuestas de Blasco. La mirada que proyecta sobre estos lugares no procede de una descripción objetiva, sino que surge de las emociones y experiencias acumuladas al vivirlos, lugares donde coexisten pasado y presente, destrucción y construcción.
Otra de las constantes de los trabajos de este artista, admirador de nombres como Robbie Rowland, Leandro Erlich, Nuno Sousa o Mike Nelson, es que no se limitan a una sola disciplina, sino que en sus obras se funden y conviven distintas artes. Sin embargo, como él mismo destaca, “quisiera creer que todas las ideas en las que trabajo van orientadas a formar parte de la conversación que se esta teniendo ahora en el mundo de la arquitectura contemporánea. Quizás haya algo de esto, pero cuando voy al estudio y trabajo intensamente en una de mis obras, es el ‘ir haciendo’ lo que más me satisface. Quizás, esto me venga por haber crecido en el entorno de un taller de cerámica, y que por ello el trabajo manual repetitivo da sentido a mis días”. Y a pesar de tocar casi todos los palos, su asignatura pendiente sigue siendo la pintura. “Me gustaría poder pintar como lo hacen los pintores, sobre una tela y con brochas. Utilizo colores en mis instalaciones y esto me da un placer infinito, pero la idea de crear tus colores sobre el lienzo y ser consciente de la textura en la superficie, me parece alucinante y casi imposible”.
Con la visión que le otorga el haber vivido y viajado por todo el mundo, Blasco asegura que el arte español está “totalmente conectado con la escena internacional. Ya no hay ningún desfase, estamos ahí, como uno más formando parte de la conversación (a veces a gritos). Aunque no hay muchas voces porque somos un país mediano, nos movemos mucho y estamos presentes en los foros más importantes”.
Para Isidro Blasco el arte da forma a la cultura en la que vivimos. “Es la expresión de nuestro paso por la vida y la respuesta al contexto donde estamos viviendo”, asegura. Por esa razón, se muestra encantado de que ahora el arte responda a los problemas sociales y de todo tipo que nos preocupan, un arte comprometido y sin tapujos. “Estamos también viviendo la desaparición de un solo camino a seguir. Ahora hay muchas tendencias y movimientos que tienen lugar al mismo tiempo. Y además no hay un solo centro geográfico y todo sucede mucho más rápido. Puede resultar inquietante y es imposible estar al día, pero vivimos en un momento increíble de creatividad y libertad para expresarse”.