Okuda San Miguel
Ese genio loco
Explosión de color. Formas geométricas. Animales fantásticos. Estampados lisérgicos. Paisajes imaginarios. Bienvenidos al universo de Okuda: un mundo chispeante y sin prejuicios que se expande a la velocidad de la luz.
Nada más entrar al estudio madrileño de Okuda (Santander, 1980), un fuerte olor a pintura se encara con la nariz del visitante. “Yo ya no lo huelo”, asegura el artista. “De hecho, ahora el olor es muy leve, pero aumenta cuando, por ejemplo, estamos trabajando con 20 cuadros a la vez”. Solo hacen falta unos segundos –el tiempo que se tarda en cruzar el pasillo que separa la puerta de la entrada de la estancia principal– para familiarizarse con esa fragancia tan potente que domina, prácticamente, todo el lugar. Y unos pocos más para sentirnos como en casa.
Okuda, esto es, Óscar San Miguel Erice, creció en la capital cántabra pintando graffitis en fábricas abandonadas mientras suspendía, casi, hasta el recreo. La cosa cambió cuando comenzó la carrera de Bellas Artes. “Mis padres siempre me han apoyado y he tenido muy buena relación con ellos, pero veían que lo de dibujar era más un problema que una virtud. Desde que me vine a Madrid a estudiar cambiaron su percepción y, mira, ahora están encantados”, asegura sonriendo.
Con su madre, desde hace un tiempo, no solo comparte buena relación sino también proyectos profesionales. Y es que ella se encarga de la realización de algunas piezas y esculturas del artista bordadas a base de lana, hilo y diferentes técnicas de tejido. Okuda lo cuenta orgulloso: “Dejé un saco lleno de lanas en la casita con piscina que tenemos al lado del mar. Cuando volví, mi madre había hecho una torre de cuadrados tejidos. ‘La he hecho yo. En el cole de monjas me lo enseñaron’, me dijo. La verdad es que me pareció una maravilla. Y de repente lo vi claro. Así que le dije: ‘Vamos a probar una cosa. Trasladar mi pintura a la lana’. Cogí unos lienzos, hicimos una gama de colores con las lanas, dimos un número a cada una de las formas de la composición y así empezamos”.
Su inminente nueva aventura, Kaos Garden, le ha llevado por otros derroteros. Creada junto al DJ Paco Osuna y elrow’art, se trata de una visión tecnológica, psicodélica e interactiva de la obra El jardín de las delicias de El Bosco. Esta experiencia, en la que se entrelazan arte vanguardista, música electrónica y referencias pictóricas clásicas, se estrenará el 28 de septiembre en la discoteca Amnesia (Ibiza) y servirá como cierre de la temporada de clubbing. También llegará a otras 15 ciudades –entre ellas Miami y Nueva York– durante este año y el siguiente.
“La manera de ir vestido es un mensaje muy importante. Mi armario es muy parecido a mis cuadros”
Okuda desgrana el proyecto sentado en un sillón de estudio mientras parte de su equipo trabaja en diferentes obras y, de fondo, suena una sesión de música electrónica: “Es algo que deseaba de toda la vida. Vengo del mundo del hip hop de los 90 pero muy pronto me metí dentro del techno. Llevar todo mi universo hasta la pista de baile y al entorno de música electrónica era algo que llevaba dentro de mí sin darme cuenta. El hecho de meterme en mil disciplinas y mil líos ha hecho, sin duda, que mi obra crezca”.
En este proyecto también está implicada Desigual: una de las firmas de moda más coloristas del mercado junto a la que comercializará una colección cápsula. “La manera de ir vestido es un mensaje muy importante. Mi armario, por ejemplo, es muy parecido a mis cuadros. También hay piezas únicas que me hago en sitios que me permiten estampar por entero la tela”.
Entre las referencias del santanderino está Yayoi Kusama, artista japonesa a quien admira profundamente y con la que comparte la pasión por lo lisérgico, lo colorido y lo pop: “Tanto ella como yo mezclamos iconografía ancestral antigua, ornamentos geométricos… Me gusta poner al mismo nivel todo. Lo que pasa por mi mente lo meto en una ensalada”.
Entre los numerosos proyectos en los que se ha embarcado en 2019, uno inédito: la construcción de una falla. “Ha sido la primera falla del Ayuntamiento hecha por alguien que no es de Valencia. Fue un éxito”. Para que a los valencianos no les resultara tan extraña la incursión de Okuda decidieron complementar su presencia en la semana grande de la ciudad contando quién era el artista mediante su primera exposición retrospectiva en el Centro del Carmen; muestra a la que acudieron 150.000 personas. “Creo que ahora estoy empezando a hacer cosas muy potentes. Sobre todo porque pienso de una manera más madura y más a lo grande, sin límites”, cuenta.
En las alturas, precisamente, es donde cada vez pasa más tiempo. Y no solo por viajar constantemente de un sitio a otro: “El sonido del avión me tranquiliza”. Reconoce también que su necesidad de escalar cada vez más alto es “total”: “La he tenido siempre. Cuando acabé el edificio de Toronto, de 25 pisos, me di cuenta de que el poder de transformar el skyline de una ciudad es como magia. Me encanta hacer ese tipo de cosas. Por ejemplo, no se utiliza grúa sino que andamio colgante. Este tipo de cosas me mueven mucho”.
Su próxima exposición en Manila, el muro que customizará en Isla Mauricio, su participación en el festival de arte contemporáneo Unexpected – Forth Smith o el interior del silo que pintará en Ciudad Real como parte del proyecto Titanes volverán a escenificar su personalísima perspectiva de la realidad. Habiendo crecido inmerso en la cultura del graffiti y madurado artísticamente en la universidad, ¿qué ha aprendido en la calle que no le han enseñaron en las aulas? “La seguridad de hacer lo que quiera y hacerme creer que no hay límites. A crearme un mundo infinito. Por eso no tengo miedo a nada. Me dejo llevar por el corazón, por la espontaneidad. Solo tienes que creerlo y transmitirlo. Es así de sencillo”.