Sara Ramo
El peligro de lo cotidiano
La artista hispano-brasileña regresa a Madrid con una propuesta, 'lindalocaviejabruja', en la que denuncia el sexismo cotidiano a través de lo más peligroso: las pequeñas cosas, la vida misma.
La función del arte ha evolucionado a lo largo del tiempo, así como la de los artistas: de traer belleza a la vida de los hombres pasaron, hace tiempo, a aportar conciencia de sus desigualdades. Es el caso de la artista Sara Ramo (Madrid, 1975), quien considera que “el papel del artista en el mundo contemporáneo consiste en dar testimonio de la época que le ha tocado vivir. Por eso pienso que tenemos que posicionarnos como ciudadanos y mostrar nuestra indignación”, asegura. El mejor ejemplo es su último proyecto, lindalocaviejabruja —sin espacios, como un hashtag anárquico y arty con el que quiere denunciar el mercantilismo del mundo contemporáneo en el que todo vale para ganar dinero—, que se expone hasta el 2 de marzo de 2020 en el Museo Reina Sofía.
La obra se articula a través de diferentes formatos, sobre todo vídeo, instalación, escultura y collage, que emplea elementos y escenas de la vida cotidiana para integrarlas en una obra llena de rabia y significado. Así, Ramo saca de contexto estos objetos para subrayar su verdadero sentido en la vida del espectador, como un espejo no siempre amable. Se trata, como suele ser habitual en su trabajo, de un desafío no sólo estético o formal, sino también personal. “Mi ámbito artístico está relacionado con las cosas pequeñas, con lo sutil y la poesía”, asegura.
En efecto, cada objeto encierra una historia: fregonas, telas, papeles pintados y hasta búcaros. “Esos cuencos hechos de arcilla roja que se usaban para perfumes esconden una historia tremenda”, relata. Los utilizaban las mujeres para tener la piel más pálida, ya que contenían un ungüento hecho con plomo que se aplicaba directamente sobre la piel, que absorbía a través de los poros el veneno y les atacaba el hígado. “Lo vemos en Las Meninas, cuando doña María Agustina Sarmiento le ofrece uno a la infanta Margarita en una bandeja de plata”, detalla.
Este es solo un ejemplo de cómo trabaja esta artista, que, tal y como ella misma admite, tiene un tiempo lento y nada fácil. “El cuerpo de mi obra requiere atención y reflexión. No hago productos vendibles por su comprensión, aunque no hace falta ser un intelectual para comprenderlos”, afirma. En esta ocasión, Ramo se interna en la oscuridad con materiales aparentemente banales; pero, como en la vida, detrás de lo inofensivo se esconde el peligro… especialmente para una mujer.
Es una de las obsesiones de Sara Ramo, que en los dos espacios que ocupa esta instalación en el Edificio Sabatini —el Espacio 1 y la Sala de Protocolo— reflexiona sobre las dificultades de ser mujer hoy día en todos los ámbitos: el doméstico, el cotidiano y el sociocultural, a través del teatro popular. “El punto de partita es un vídeo inspirado en Punch y Judy, ese guiñol en el que el señor le pega con una cachiporra a una mujer. Aunque inicialmente no era un espectáculo infantil, se transformó en una historia para niños. Esos títeres son una sublimación de la violencia vista de manera muy naturalizada”, denuncia.
Ese es el gran peligro: la normalización de la violencia, del sexismo, de la opresión. “Las dificultades existen en todos los lugares del mundo porque todos los privilegios son masculinos. De repente estamos viviendo un despertar de las conciencias que es muy bueno, aunque soy de las que cree que sería contraproducente generar una lucha de hombres contra mujeres: tenemos que arrastrar a los hombres a nuestra lucha y tener muy en cuenta que lo que queremos no son los modos patriarcales para nosotras”, admite la artista.
A través de intervenciones en el espacio, instalaciones y la proyección de un vídeo, Ramo trata de plasmar lo que siente, lo que cree y lo que vive cada día una mujer en un mundo de hombres. “Como artista no me he sentido discriminada por mis colegas, pero sí como mujer: en los museos los que mandan son hombres y los comisarios suelen serlo también, así que está claro que siempre van a pensar en otros hombres para los mejores trabajos”, afirma.
El sexismo en su ámbito es un reflejo del que impera en la sociedad contemporánea: no se manifiesta en grandes conflictos, sino en pequeños detalles. “He sufrido con el mundo de los técnicos porque te cuestionan cuando pides algo, como si por ser mujer no tuviera conocimientos suficientes. Y luego está el tema de los hijos; muchas mujeres tienen que dejar de trabajar cuando son madres porque no tienen ninguna clase de ayuda. Los problemas son muchos”, denuncia.
Ramo refleja todo esto en este proyecto que ahonda en diversos aspectos —el inconsciente, la ficción, la magia y la mitología— para generar una resistencia en el espectador, de modo que se cuestione los valores comúnmente asumidos como “normales” en una sociedad obsesionada con la rentabilidad y los beneficios, pero que olvida a las personas, especialmente en el denominado “primer mundo”, que sigue viviendo de espaldas a otras realidades. Esta dualidad, por no llamarla hipocresía, la extrapola también al mundo del arte. “Pienso que en Europa hay más cinismo y en Brasil todo es más vital, más genuino, más auténtico. Allí podemos vislumbrar la semilla de lo nuevo porque la vida se siente de manera más intensa”, sostiene.