Luis Gordillo

De la vanguardia a la calma

1 Agosto 2022 Por Teresa Morales
El veterano artista Luis Gordillo posa rodeado de pinceles y materiales en su estudio
El veterano artista Luis Gordillo posa rodeado de pinceles y materiales en su estudio. © Pilar Linares

Luis Gordillo ha recorrido diversas corrientes estéticas como pintor y ha inspirado a muchas generaciones de jóvenes artistas con obras que rozaban la vanguardia. Hoy, algo más calmado, el artista andaluz sigue cautivando al público con sus series, ‘collages’ y cuadros que hablan de un mundo interior colorista, irónico y, a veces, intrigante. Ahora regresa a su Sevilla natal con su última exposición antológica: ‘Manicromático’.

“Ya soy bastante mayor y he pasado por muchos ismos, he bordeado la vanguardia en muchos casos y llega un momento en que la vanguardia se aleja de uno”, confiesa Luis Gordillo (Sevilla, 1934). Desde hace un tiempo, como él mismo reconoce, surca mares más tranquilos ajeno a la búsqueda de nuevas revoluciones. “Cuando te haces mayor te quedan menos ganas de enloquecer al público”, apostilla. Su obra se ha ido convirtiendo en algo más comprensible y más cercano a la hora de transmitir valores que, en su caso, son siempre estéticos. “Yo soy un pintor muy pintor, mis mensajes son estéticos y no tengo fines políticos”. Su obra, comenta, “ya no es difícil” y, de hecho, las diferentes series que componen Manicromático, su exposición antológica en el espacio Santa Clara de Sevilla (hasta el 28 de febrero de 2023), muestran un pintor cercano, repleto de color, inquietudes y vitalidad a sus 88 años. Los verdes y azules turquesas junto con marrones, rosas y malvas casi pasteles armonizan con magentas, amarillos y limas más intensos en un ejercicio amable, a pesar de que el artista recuerde que detrás de sus obras siempre laten sus propias tensiones psicológicas.

Luis, todas estas obras juntas, desde la década de los 70 hasta ahora, ¿qué le han revelado?
En general, que tienen un cierto aire pop. Yo tuve una época pop al principio de los 60, muy ortodoxa y distinta a la de ahora, pero es que el pop se puede divulgar con muchas estéticas distintas. Esta exposición tiene una estética dinámica, muy colorista, con aires como de gran avenida y grandes espectáculos.

Siendo series de etapas diferentes, estéticamente resultan muy contemporáneas unas con otras.
Es cierto, y es curioso porque realmente mi obra ha cambiado mucho a lo largo de los años. He trabajado dentro de la línea informalista, sobre todo en el informalismo francés, después cambié al pop y más tarde tuve una etapa algo geométrica. De todas formas, durante muchas épocas el alma de mi dibujo, que es muy espontáneo, ha permanecido. Cuando trabajo espontáneamente me da la impresión de que hay una base homogénea en toda mi obra. Pero no en los cuadros, porque mis cuadros se distancian bastante de la espontaneidad.

“La verdad es que con mi obra siempre he sido muy desconfiado, nunca he acabado de creérmela”

¿Hay mucha reflexión detrás de ellos?
Cada vez más. Si te digo la verdad, ahora por los cuadros sufro muchísimo porque es un trabajo muy reflexivo. Tengo la sensación de que estoy haciendo algo muy ingenieril. Es un trabajo profundamente estudiado, observado y controlado, y todo lo que es control es esfuerzo. Eso cansa mucho. Actualmente, el proceso creativo de mis cuadros tiene un recorrido muy extenso en el tiempo. Tardo meses y meses en hacer uno. Y no solamente hago un cuadro, llevo varios a la vez: descanso en uno y me voy a otro. Es como tener una especie de gallinero repleto de animales que se van criando y voy cuidando de todos al mismo tiempo… ¡Y pueden llegar a ser bastantes! Lo que no comprendo es cómo tengo la paciencia y la voluntad de exigirme tanto.

Después de un proceso artístico tan prolongado, ¿hay una relación especial entre usted y sus obras?
La verdad es que con mi obra siempre he sido muy desconfiado, nunca he acabado de creérmela. Con el tiempo la gente te hace críticas muy buenas, te da premios y, de alguna manera, te lo vas creyendo. Eso apacigua el ánimo, da confianza y calma. Por otra parte, la distancia madura mucho el conocimiento de las cosas. Ahora veo cuadros de los años 70 u 80, por ejemplo, y de pronto me digo a mí mismo: “¡Esto está mejor de lo que yo pensaba!”. Cuando los veo ahora es como si fueran personajes que tienen un carácter y que se mueven con cierta autonomía y libertad siendo ellos mismos. Esa sensación de madurez de los cuadros, verlos y reconocer que son objetos-personajes terminados, para mí es muy importante.

No le gusta nada que definan su talento y su obra como mera abstracción, ¿cierto?
Me fastidia enormemente cuando dicen “Gordillo es el mejor pintor abstracto de España”. Eso lo he leído muchas veces. Hay cuadros míos que pueden parecer abstractos, pero yo no siento mi obra como abstracta. Primero, porque en mis obras meto personajes, de un tipo u otro —animales, personas o de cómics—, e ideas que recuerdan a las cosas vivas de la realidad. Incluso ahora aparecen personajes de muchos tipos en mis obras, y hasta cuando parecen más abstractos yo no los veo así, los veo significativos.

¿La digitalización amplifica el discurso de una obra?
La digitalización es importantísima para la pintura en general porque sus límites son extensísimos. Yo me sumé tarde a la cuestión digital y el caso es que me interesa mucho, de hecho, algunas obras de la exposición están hechas con métodos digitales. Hace tiempo ya había trabajado con otras técnicas de reproducción de la imagen, como la serigrafía, por ejemplo. Métodos con los que puedes transformar los colores, la obra en sí, y con los que, con esa variación, puedes encontrar un cuadro distinto que te interese más. Con lo digital esas posibilidades son astronómicas.

“Me he distanciado bastante de las vanguardias porque es algo muy difícil de sostener cuando se tienen ya ochenta y tantos años”

Luis, ¿qué pasa con el talento español que no consigue ser un referente a nivel internacional?
Bueno, hay artistas españoles que están funcionando bien fuera de España y, en general, hay un nivel medio bastante bueno, pero es verdad que no hay artistas reveladores en campos revolucionarios. Pienso que para eso tiene que haber detrás un mercado importante. Ahí el dinero funciona porque da seguridad al artista, da medios para trabajar intensamente. El poder del país también importa. Nueva York, Berlín o Londres son los centros del mundo.

Hábleme del impacto del azar en su arte, ¿tan importante es?
Me interesa muchísimo. Esa sensación que surge cuando estás haciendo un collage y coges una imagen, la pones encima de otra y, de pronto, ¡plaf! Como si fuera un milagro, ha ocurrido algo que no podías prever. Sin embargo, en ese instante, y de ese acto en sí, sale como un rayo, una iluminación creativa. Ese es un ejemplo de lo que es el azar, algo tremendamente activo.

Usted ha sido un pintor en constante mutación, ¿hacia dónde va ahora?
Desde hace unos años para acá mi obra se está calmando. Me he distanciado bastante de las vanguardias porque es algo muy difícil de sostener cuando se tienen ya ochenta y tantos años. Mi obra ha tomado cuerpo y ha madurado mucho, y quizás ya esté hecha por mi edad, por mi psicología, por la propia historia del mundo del arte. Quizás ya no cambie demasiado.