Laura Cano
Un viaje en el tiempo
Los retratos de Laura Cano inspiran modernidad y expiran clasicismo, por eso son capaces de trasladar al espectador a épocas pasadas sin moverse del presente. Pincelada a pincelada, y rescatando colores de antaño, va recreando el pelo, los ojos, la piel o el vestuario de sus modelos hasta entregar piezas de inusitada inocencia, belleza y serenidad. ¿Que hay detrás de esta mirada única?
Hay quienes dicen que es una creadora del siglo XVIII en el XXI, algunos la califican como Niña Rembrandt y otros la definen como mujer del humanismo. Lo cierto es que basta con mirar uno de los delicados y sensibles retratos de Laura Cano para viajar en el tiempo. Ella asegura que, aunque se sienta halagada por esos cumplidos, realmente se considera una artista contemporánea, pese a pintar con técnicas clásicas. Con su particular mirada al pasado, ha creado una forma nueva e inconfundible de concebir el retrato. Porque lo clásico nunca fue tan moderno. Además de pintora, Laura también escribe, colaborando en revistas de viajes e interiorismo, y es profesora en la Universidad de Stanford.
De pequeña soñabas con ser pintora o escritora, pero ¿cómo desarrollaste tu talento con el pincel y la pluma?
En mi casa hemos sido grandes lectores y no había censura, he leído de todo desde que tengo uso de razón. Escribir he escrito siempre, desde que me regalaron mi primer diario. Era tan intensa que mi familia leía el diario a escondidas y cuando pasaba alguna temporada sin escribir tenían la osadía de preguntarme qué había ocurrido. Y pintar siempre me ha gustado, pero desconocía la técnica. Cuando empecé a aprenderla fue como una revelación. A veces la vida te lleva por otros caminos y es necesario que ocurra algo drástico para comprender lo que realmente quieres hacer o de quién quieres estar rodeada.
¿Qué te aportan y qué te exigen cada uno de tus talentos?
Me gustar pintar con luz natural y me levanto muy temprano para aprovechar el día. En cambio, escribo mis artículos cuando es de noche. Todo el mundo tiene talento, pero creo que la cultura del esfuerzo se está perdiendo. Lo queremos todo y al momento, pero hay que ser constante y disciplinado. Cuando empecé a pintar con grisallas y veladuras quería terminar el cuadro esa misma tarde. “No, no, esa capa se tiene que secar; hasta dentro de dos o tres días no podrás seguir”, me advirtieron. Se me cayó el mundo encima, pero pintar me ha enseñado a ser paciente.
“Pintar siempre me ha gustado, pero desconocía la técnica. Cuando empecé a aprenderla fue como una revelación”
La fotografía es fundamental para tu pintura. ¿Cómo es tu método de trabajo?
Afortunadamente, las modelos de mis cuadros no tienen que pasarse días sentadas en la misma postura porque mi pintura se apoya en la fotografía. Una vez que conozco a la persona y me cuenta un poco cómo es o lo que quiere, pensamos en el vestuario, el fondo o la temática. La sesión de fotos suele ser muy relajada y de toda la serie propongo aquellas imágenes que más me gustan, pero es la cliente la que tiene la última palabra.
¿Qué te inspira a la hora de pintar?
Todo. Una historia que me han contado, un detalle en el cuadro de un museo, una frase en un libro, un fotograma en una película, etc. La exposición Wonderful Things de Tim Walker en el Victoria and Albert Museum me explotó la cabeza o el Codex Seraphinianus de Luigi Serafini. El cuadro que estoy pintando ahora tiene algo que ver con unos cursos que hice en el Museo Abstracto, con el Bosco, con Brueghel, con los animales extintos, con el bestiario medieval, con Juana de Arco y con criaturas fantásticas japonesas.
Pero ¿quiénes son realmente tus referentes?
No puedo decirte uno solo. Me encantan Tanning, Magritte, Sorolla, Sargent, Vermeer, Rembrandt, Freud, Murillo, Rubens, Bacon… Hasta el arte medieval, que era mucho más moderno que el contemporáneo. Cuando no conocían algo pintaban de oídas gracias a una imaginación muy potente. En ese sentido, los gabinetes de curiosidades y los bestiarios medievales me fascinan.
¿Qué hace diferente a Laura Cano?
Soy muy pesada y curiosa. Hasta he llevado un cuadro a mi peluquera, que es toda una experta en colorimetría, para que me dijera qué colores veía en el pelo porque yo me había encasillado en los amarillos y los marrones y no me gustaba el resultado. El pelo es una criatura aparte: lleva violetas, azules, rojos, naranjas… ¡Nada de lo que te esperas! También hablo mucho con mi dermatóloga, que me instruye en las características de la piel. La piel es, sin duda, lo que más me gusta pintar porque incluye absolutamente todos los colores.
Pintas con colores de antaño, como el lapislázuli de Afganistán. ¿Por qué esa mirada al pasado?
Lo del lapislázuli es algo romántico. Para empezar, es una piedra semipreciosa, ¿te imaginas pintar con eso? Era un pigmento tardío, costoso y muy difícil de conseguir, y llegó a valer más que el oro. El azul había que poder permitírselo y los pintores se endeudaban para conseguirlo. Cuentan las leyendas que Miguel Ángel dejó inacabado El santo entierro porque se le acabó el azul. O que Vermeer pudo pintar el turbante de La joven de la perla, La lechera o Mujer leyendo una carta gracias a que su mecenas le proveía de lapislázuli. Necesitaba pintar con él y lo puedes encontrar en todos mis cuadros, sobre todo en los ojos.
“Todo el mundo tiene talento, pero la cultura del esfuerzo se está perdiendo. Hay que ser constante y disciplinado”
¿Qué buscas en cada uno de tus retratos y a quién te gustaría retratar?
He tenido la suerte de elegir a quién pintaba: niños especiales con algo mágico, como El Vasquito y La Neskita, o Allegra, una adolescente que tiene aún esa inocencia e ingenuidad que quería retratar antes de que se hiciese más mayor. Los retratos que he hecho por encargo también han resultado ser para gente maravillosa. Y mi sueño sería hacer un retrato de Dolly Parton.
¿Cuál es tu visión del talento en el mundo del arte?
Hay mucha gente con talento natural, pero los que no lo poseemos tenemos que formarnos continuamente, buscar referentes, trabajar mucho y ser disciplinados. No entiendo cuando llaman arte a lo que en realidad es decoración —cuadros que se compran para que combinen con una habitación—. El arte tiene que ser tan potente que sea la habitación la que se adapte a la obra. Yo no creo en las fórmulas; si algo te conmueve, eso es arte.