Joaquín Sorolla
El costumbrismo y la luz de España deslumbran en Londres
En todo artista existe una obsesión que actúa como inspiración y banco de sangre espiritual. En el caso de Joaquín Sorolla fueron dos: la luz y su familia. El talento con el que recreó el costumbrismo de su época y la intimidad que plasmaba en sus retratos le convirtieron en un artista tan completo como perfecto. Hoy, la National Gallery de Londres le dedica una retrospectiva irrepetible abierta hasta el 7 de julio.
La muestra Sorolla: El maestro español de la luz, un conjunto de 60 obras, supone la vuelta de la obra del pintor valenciano a la ciudad inglesa 111 años después de su primera muestra, acontecida en 1908, en la cual, dicho sea de paso, no tuvo demasiado éxito.
Para Christopher Riopelle, curador de esta exposición, la obra de Joaquín Sorolla (Valencia 1863-Cercedilla 1923) vuelve a la capital inglesa con honores y recrea “la intensidad de su mirada al mundo mediante su obsesión por captar el resplandor sobre la piel, los tejidos, el agua y la naturaleza”. Una pasión en la que ocupan un lugar destacado su mujer Clotilde y sus tres hijos.
A su esposa, musa constante de su obra –cifrada en más de dos mil cuadros–, la retrató en escenas caseras y al aire libre junto a sus vástagos. Pero también la pintó ensalzando su feminidad. Prueba de ello sería Desnudo de mujer (1902), una obra muy especial por dos motivos. El primero: es uno de los lienzos que mejor representan su estilo luminista. En segundo lugar, nunca llegó a confirmarse que fuese Clotilde quien aparece desnuda sobre la imponente seda rosa palo.
“La obsesión por captar el resplandor sobre la piel, los tejidos, el agua y la naturaleza caracterizan la obra de Sorolla”
Las escenas al aire libre, protagonizadas por paisajes vegetales y marítimos, representan un papel importante en su producción. El pintor retrató la vida a orillas del mar, a pie de playa (vestido con traje, zapatos y sombrero) con cuadros como Clotilde y Elena en las rocas en Jávea (1905), Instantánea (1906), La playa de Valencia, luz matinal (1908), Paseo a orillas del mar (1909) o Saliendo del baño (1915).
Sorolla recreó además patios y jardines como los lugares en los que se celebra la calma y la vida ociosa. La mezcla entre arquitectura, vegetación y fuentes quedó representada cuando pintó el patio de su residencia madrileña (hoy reconvertida en el Museo Sorolla), la Alhambra de Granada, el Alcázar de Sevilla, las siestas a la sombra o los juegos infantiles.
Joaquín Sorolla murió con tan solo 60 años. Cierta versión cuenta que fue por agotamiento, y otra como consecuencia de haber inhalado demasiados vapores procedentes de los pigmentos químicos con los que pintaba. Tras de sí, como herencia, una sombra violeta, inimitable y genuina, en el impresionismo.