Jaime Mato
Taxidermia para veganos
Jaime Mato convierte la entomología en una de las Bellas Artes. Pero el artista no lo hace a la vieja usanza, sino creando colecciones de escarabajos a partir de cápsulas de café recicladas. ¡Bienvenidos a la era del arte sostenible!
A pesar de vivir en una casa en plena sierra madrileña, Jaime Mato (Madrid, 1982) sigue sin hacerse a los insectos. Al menos, a la mayoría. Se reconoce poco amigo de cualquier tipo de arañas; eso sí, los escarabajos le traen buenos recuerdos de su infancia, cuando ayudaba a su padre a coleccionarlos. Además, desde hace siete años, se han convertido en sus compañeros inseparables, puesto que este particular artista los recrea a partir de cápsulas de café usadas. El resultado es una nueva taxidermia, presentada en bellas cajas a la manera victoriana, pero en absoluto cruenta y repleta de sentido ecofriendly, con la que triunfa en todo el mundo.
Artesano o artista, ¿con qué te sientes más identificado?
Supongo que un poco con las dos cosas… o con ninguna. Me cuesta mucho clasificarme. Me defino como alguien que hace cosas que le gustan, que las imagina y las lleva a cabo. Como las hago con las manos, sí, hay algo de artesano en mí. No sé si soy artista porque ellos suelen querer expresar un mensaje con su obra, y esa no es mi prioridad. Simplemente hago cosas bonitas, mi mensaje es estético, sin más.
¿Cuándo empezó tu pasión por los escarabajos?
De pequeño ya me gustaban los bichos. Mi padre los coleccionaba y yo participaba en esa afición suya: íbamos juntos al campo, los colocaba después en las cajas… Pero luego no continué con esa actividad. Mucho después, viendo los brillantes colores de las cápsulas de café me di cuenta de que se parecían a los caparazones de esos insectos. Al principio me lo tomaba como un juego, pero poco a poco fui perfeccionando la técnica. Reconozco que me gusta toda esa estética del coleccionismo victoriano, con sus cajas tan evocadoras.
Tengo entendido que antes de esto trabajabas como chef…
Mi formación es de cocinero, pero llegó un momento en el que ya no me visualizaba en un futuro haciendo eso. Como siempre me había gustado trabajar con las manos y hacer cosas con madera, al descubrir en las cápsulas de café la posibilidad de convertirlas en escarabajos, me puse a hacerlos. Empezó casi como un juego hace casi siete años, y hasta hoy.
Además de talento, hay que tener mucha paciencia para convertir una cápsula de café en una pequeña obra de arte.
Sin duda, ¡paciencia debo de tener! Se trata de un trabajo muy meticuloso, pero me sale de forma natural; de hecho, muchas veces me gustaría rizar menos el rizo y no ser tan puntilloso. Pero me cuesta, no solo haciendo los insectos, sino también creando los móviles que hago con arcilla y madera.
Los insectos reales despiertan ciertas antipatías, ¿encuentras incomprensión en la gente cuando dices lo que haces?
No, en absoluto. El miedo y la repulsión a los bichos es un sentimiento muy atávico, relacionado con aquellas especies que pueden causarnos algún perjuicio. No puedo luchar contra eso. Pero los escarabajos son otra cosa, parecen más simpáticos que otros animales como las arañas; no pueden envenenarte y tienen un color precioso.
Los tuyos parecen reales.
Es cierto que pueden resultar similares a las colecciones creadas por un taxidermista, pero lo bueno de los míos es que nunca estuvieron vivos.
Aunque sueles emplear los mismos colores, cada pieza es única.
Después de siete años, ya conozco bien el material: hay ciertos patrones que repito, pero la combinación de tonos, las texturas y las técnicas nuevas que sigo aprendiendo, hacen que cada vez sean distintos. Voy ganando en volumen, en tamaños, en formas… Son muchísimos, pero cada uno diferente.
Este trabajo, con cápsulas de café reciclado, tiene también una parte muy ecofriendly. ¿Era la idea?
Estoy muy concienciado con el cuidado del medio ambiente, aunque para ser sincero, no elegí este material de trabajo por esa razón, sino más bien por las brillantes tonalidades que tenían. Además, lo que yo reciclo es una insignificancia con respecto a todas las cápsulas vacías que se generan en el mundo.
¿Qué tipo de personas suele comprar tus piezas?
Un poco de todo, desde gente que le gusta la entomología a personas que les gusta esa corriente antigua que hay hoy en decoración. También hay clientes que los ven en mi Instagram y se encaprichan de ellos. Desde luego, son gente curiosa dispuesta a gastar dinero en un objeto bello. Gracias a las redes sociales, mis escarabajos están viajando a todas partes: desde una granja en el corazón de Inglaterra a México o Nueva York.
¿Has pensado alguna vez en convertir tus escarabajos en joyas?
La verdad es que no, aunque mucha gente me lo ha sugerido. Pero lo que hago es tan delicado que no podría ser manipulado. Al tercer abrazo que te dieran, llevando el escarabajo como broche en la solapa, se acabarían arruinando sus antenas y patitas, ¡y el resultado sería el mismo que si lo aplastaras en realidad! Pero no descarto hacer alguna prueba para intentarlo, aunque mi investigación personal ahora no me pide ir por ahí. Necesito espacio para hacer otras cosas.