Depedro
Cable a tierra
Las letras de Depedro, como él mismo confiesa, se inspiran en lo cotidiano. Algo que sintoniza con un artista que siempre ha mantenido los pies en el suelo. Pero su sonido, que bebe de numerosas influencias, tiene el poder de trasladarte a tierras lejanas: Latinoamérica, Norteamérica, incluso África. Un viaje musical resultado de las conexiones que ha ido estableciendo a lo largo de su carrera.
Jairo Zavala (Madrid, 1973) se considera “un trabajador de la música”. Y es que, como él mismo admite, su carrera no ha sido meteórica. Desde sus inicios en el grupo La Vacazul, allá por 1995, hasta el lanzamiento de su primer disco como Depedro pasaron 13 años. Un tiempo que al artista le sirvió para aprender y conocer el oficio, pero también para establecer conexiones, como con Amparo Sánchez (Amparanoia) o con el grupo Calexico, que le cambiaron la vida. “Calexico me abrió muchas puertas y no hablo solo de contactos, sino de puertas que en mi cabeza estaban cerradas y que el grupo abrió animándome a tocar un nuevo instrumento o a producir una canción”, rememora. En el Festival MadBlue —un evento, 7 y 8 de octubre en el Parque del Oeste (Madrid), que cuenta con la colaboración de Iberia y que se integra en la agenda oficial de la celebración de la Hispanidad— se reencontrará con su queridísima Amparo, pero también con otros artistas con los que ha colaborado, como Corizonas o Santi Balmes (Love of Lesbian). “¡Qué maravilla coincidir! Siempre que tienes la oportunidad de compartir tiempo con un compañero aprendes de él, de cómo suena la música en sus manos y en su voz”, celebra. Y es que Depedro sigue vistiendo lo que él llama su “traje de aprendiz”.
¿Depedro, el músico, y Jairo Zavala, la persona, son muy distintos?
Hay diferencias. Jairo Zavala es mucho más terrenal. En cambio, Depedro tiene una parte artística que me ha permitido conectar con personas con las que nunca creería que fuera a hacerlo y eso me encanta.
Tu padre nació en Perú y tu madre se crio en Guinea Ecuatorial. ¿Que tu música terminara siendo un crisol de influencias era inevitable?
No lo sé, pero sí estoy seguro de que buena parte de lo que escuché y bailé en casa cuando era pequeño ha terminado calando en mis canciones. Durante buena parte de mi carrera no fue así, porque hacía música rock más acorde con mi edad y mi generación.
Pese a beber de numerosas influencias, tu música ha encontrado una sonoridad propia. ¿Fue un proceso natural?
Uno lucha a diario por eso. Lo más difícil que hay en mi gremio es tener una voz propia, una identidad. Y uno sueña con conseguirla, pero no se puede perseguir, es algo que sucede. Yo, que ya tengo una experiencia y he tocado muchos géneros, he aprendido a reprimirme porque no puedes tocarlos todos, corres el riesgo de que tantos ingredientes aplasten tu música. Poco a poco, he averiguado lo que no hay que hacer para ocultar mi voz, mi identidad.
“Conservar mi ‘traje de aprendiz’ lo más impoluto posible me ha permitido llenar la maleta de melodías y de historias en cada uno de mis viajes”
Te pillamos a punto de volar a Chile. ¿Qué significa para un artista como tú, tan influenciado por la música latinoamericana, tocar en aquella tierra?
En esta ocasión, voy a participar en la presentación de un documental (La cinta perdida) que ha realizado Luis Alberto González Arenas, un amigo mexicano. La historia parte de una grabación inédita de Víctor Jara. Para mí significa mucho ir a Latinoamérica porque es una fuente inagotable de inspiración y de aprendizaje. Yo me he criado en España, pero tengo a la mitad de mi familia allí, así que siempre he tenido un ojo puesto en esa tierra.
Tu trayectoria está plagada de viajes. En lo musical, ¿te han servido para empaparte de otros sonidos y derribar prejuicios?
Siempre he sido muy consciente de que nuestra realidad no es la única y de que hay muchas formas de mirar y de sentir. Lo he vivido desde pequeñito y, en mi caso, lo que hizo fue despertar mi curiosidad. Conservar mi traje de aprendiz lo más impoluto posible me ha permitido llenar la maleta de melodías y de historias en cada uno de mis viajes. Cosas que te realizan como persona, que luego acaben o no en canciones es otra historia.
Antes de lanzarte en solitario, formaste parte de muchas bandas. ¿Cómo es estar al otro lado, liderando una?
Una de las ventajas es que ahora no tengo que preguntarle a nadie cuál es el siguiente paso, pero eso supone estar todo el tiempo tomando decisiones, algo fundamental en nuestro gremio porque es lo que define tu camino. Esa es la gran diferencia, que, en vez de ser consensuadas, las tomo solo y sobre mí recae la responsabilidad. No puedo echarle la culpa a nadie [risas].
El MadBlue Festival es un evento alineado con el desarrollo sostenible. ¿La lucha contra el cambio climático es un compromiso ineludible?
Totalmente, y nos apela a todos. El cambio climático es un tsunami que se nos viene encima. Si participar en este festival ayuda a que alguien más abra los ojos ante este fenómeno, estoy encantadísimo de participar y de poner mi granito de arena.
Tras el MadBlue, Calexico actuará en Madrid (13 de octubre). El talento que ellos vieron en ti, ¿dónde lo ves tú ahora?
Lo primero, gracias por decir que vieron talento en mí. Creo que fueron el jamón y el vino que compartimos [risas]. Veo mucho talento, sobre todo, en las nuevas generaciones. Y te voy a dar un nombre: Gustavo Guerrero, que tiene un proyecto personal bajo el nombre de Augusto Bracho. No solo le admiro como artista, sino que he delegado en él —yo que siempre me he autoproducido— la producción de mi próximo disco, que saldrá el año que viene.
Tu relación con la música es bastante autodidacta. En ese sentido, ¿cuánto hay de talento y cuánto de trabajo en tu éxito?
Tuve un año y medio de clases de guitarra con un maestro que se llamaba Chema Saiz y sería injusto no nombrarle porque me ayudó mucho. Dicen que la habilidad puede llegar a ser un obstáculo y, en ocasiones, la gente que tiene la habilidad pero no tiene la disciplina no consigue desarrollar su talento. Yo me considero un trabajador de la música y, si he tenido la suerte de emocionar a alguien con ella, pues maravilloso.
Hablando de talento, ¿qué significa para ti esa palabra?
El talento tiene algo maravilloso y es que es una de las pocas cosas en el mundo que no se pueden comprar con dinero; además, es ingobernable. Y considero que, al final, tiene que ver con un cúmulo de decisiones emocionales bien enfocadas.
“El talento tiene algo maravilloso y es que es una de las pocas cosas en el mundo que no se pueden comprar con dinero; además, es ingobernable”
Siempre has reconocido que eres muy lento a la hora de componer. ¿Es una cuestión de exigencia contigo mismo? ¿Qué debe tener una canción para pasar tu filtro?
Tardo mucho porque cada vez me cuesta más emocionarme con algo que yo hago, puede ser por los años que llevo en el oficio. No me ocurre con lo que hacen los demás. Y lo que tiene que tener una canción es eso, que consiga conectar conmigo, emocionarme, porque si no luego es muy difícil comunicarla y defenderla.
Desvélanos qué te inspira a la hora de componer.
Hay que estar muy despierto. Estar muy atento, por ejemplo, a lo que hacen tus compañeros. Estimularte, sobre todo con cultura —no solo música—, que para mí es un alimento imprescindible y aspirar a que deje una impronta en ti. Pero, aparte de eso, lo que más me inspira es lo que ocurre a mi alrededor —lo cotidiano, lo mundano—, eso que, a menudo, más nos cuesta ver. Hay historias poderosísimas en nuestro entorno.
A lo largo de tu carrera has sido fiel a ti mismo y te has mantenido al margen de las modas. ¿Crees que tus fans valoran esto especialmente?
No sabría decirte porque no ha habido ninguna intencionalidad al respecto. Nadie tiene la llave de qué es lo que hay que hacer, de hecho, empezamos aprendiendo lo que no hay que hacer y eso me parece más interesante. Mi carrera no ha sido meteórica, pero es que a mí nunca me ha interesado ir deprisa porque, ¿qué hago una vez llegue a la meta? Lo más interesante es el proceso.