Pedro León
La cerámica zen que conquista a la alta cocina
Ferrán Adriá, Paco Roncero, Dabiz Muñoz… Muchos de los grandes chefs de nuestro país muestran las creaciones de la más alta cocina sobre las vajillas de Pedro León. Nos citamos con este artesano —así se define él mismo— en su castizo taller madrileño para hablar con él sobre sus piezas, la técnica del rakú y el creciente interés del universo de la gastronomía por este arte milenario.
Aunque nació en Canarias y lleva tres décadas en Madrid, Pedro León (1962, Tenerife) conserva casi intacto su acento venezolano, fruto de años viviendo al otro lado del charco. Hoy, este ceramista diseña vajillas, cuencos y tazas desde ArteHoy, su taller situado en el barrio de Lavapiés, para varios de los chefs con más peso de nuestra geografía. Si bien lleva desde 1996 dándole a la espátula y la arcilla, el auge le ha llegado en el último lustro, coincidiendo con el boom de la gastronomía.
Entre barros, esmaltes y los dos enormes hornos en los que da vida a sus piezas, León nos desgrana con naturalidad su evolución y alguno de los secretos de esta disciplina que, en los últimos tiempos, ha vuelto a poner en alza la alta cocina.
¿Cómo definirías el proceso de creación de Pedro León?
Lo primero que hago es pensar los diseños; los imagino, los escribo, los dibujo en un papel… Cuando saco un diseño o una forma, hago el modelo con barro en crudo o, en algunos casos, en madera. Después utilizo unos moldes de escayola y ya, al final, hago la reproducción con barro y esmalto las piezas.
¿En qué te inspiras a la hora de dar forma a una pieza?
En todo un poco. Sobre todo, en las cosas sencillas de la vida cotidiana: un paseo, los árboles, la playa, el agua, la forma de las piedras… En definitiva, me inspira mucho la naturaleza.
¿Qué tipo de piezas te interesan por encima de otras?
Los cuencos. Me encanta todo lo relacionado con lo oriental, de hecho, practico budismo desde hace muchos años. Además, los utilizo para comer sopa y, por eso mismo, también te diría que las tazas, porque bebo mucho té.
A la hora de hacer vajillas o piezas para los restaurantes, ¿cuentas con libertad creativa o trabajas muy sujeto a las peticiones de cada cliente?
Digamos que tengo dos tipos de clientes. Por un lado, están los que conocen previamente mis piezas y modelos y me piden algo similar, solo que variando colores o formas. Y luego están los que acuden con una idea suya en la cabeza, me la explican y me piden que les haga algo específico. Yo, a partir de ahí, investigo y les ofrezco un producto más concreto.
También eres conocido por emplear en tu taller la técnica del rakú. ¿En qué consiste exactamente?
El rakú es una técnica oriental que nació en Corea, pero que se desarrolló sobre todo en Japón. Me gusta porque tiene mucho que ver con el zen; su filosofía es dejarte llevar por el momento presente a la hora de hacer las piezas. Obviamente, conlleva una técnica, pero lo importante es cómo estás emocionalmente durante el proceso. Es todo un ritual que engloba desde que haces la pieza, aplicas el esmalte, la cueces en un horno especial a 900º, la sacas candente y la secas en serrín. Lo mejor es que nunca te queda igual porque en el proceso de la cocción suele haber cambios naturales como que el esmalte se escurra, por eso, cada pieza es única. Es como si cada una tuviera su propio lenguaje y te dijera algo diferente.
“La ténica del rakú tiene mucho que ver con el zen; su filosofía es dejarte llevar por el momento presente a la hora de hacer las piezas”
¿Cómo descubriste el mundo de la cerámica?
En 1993. Hice con una amiga el examen para entrar en la Escuela de Cerámica en Madrid y aprobamos. Realmente, cuando empecé en esta escuela ya sabía que quería dedicarme a la cerámica y, por eso, estudié los cinco años del proceso formativo.
¿Has tenido referentes en el sector o te consideras autodidacta?
He tenido muy buenos profesores y cuento con la base que te dan los estudios. También he investigado por mi cuenta en mi taller, por ejemplo, jugando con esmaltes y colores diferentes o intentando reinventar lo que ya se ha hecho en el sector. La cerámica es un mundo muy amplio y hay mucho ya hecho, pero creo que siempre puedes hacer algo nuevo. Un ceramista que me ha inspirado mucho es el catalán Artigas, quien llegó a crear su propia forma de piezas decorativas. También Bernard Leach, un inglés que desarrolló lo que conocemos como el rakú occidental, que es el que aplicamos nosotros.
Tu boom llegó en 2014, cuando comenzaste a trabajar para los restaurantes Benares (indio) y Umiko (japonés). ¿Te ha cambiado mucho la vida desde entonces?
Sí. Desde que monté el taller en 1996 comencé a hacer vajillas, principalmente para un restaurante que se llamaba La isla del tesoro y que cerró en 2014. Como dices, ese año fue crucial, ya que es cuando empezó a notarse el boom gastronómico y conocí a la distribuidora ACME en Barcelona. ACME se enamoró de mi trabajo y, gracias a ellos, pude conocer y trabajar para grandes como Ferrán Adriá, Ramón Freixa o Paco Roncero. Actualmente tengo mucho más trabajo y he tenido que contratar a un ayudante para poder asumir toda la carga.
¿Percibes un repunte de la cerámica en los últimos años? ¿A qué puede deberse?
Desde hace un par de años la cerámica se ha puesto de moda de nuevo. No solamente por el boom gastronómico, sino porque la gente empieza a valorar más la cerámica y las vajillas. Ahora se paga más por un plato si está hecho a mano y tiene un proceso de creación artesanal detrás.
¿Qué crees que buscan en ti los cocineros con los que trabajas?
Creo que les llama la atención la espontaneidad y la sencillez que transmiten mis piezas. Intento poner mi energía y mi expresión en cada plato y pienso que eso se nota en el producto final.
¿Qué papel crees que juega una vajilla en la presentación de un plato?
Mucha, y creo que, en parte, eso se lo debemos a la cocina oriental. Por ejemplo, en los restaurantes japoneses se le da muchísima importancia al soporte, en qué zona del plato se coloca la comida, el color de la pieza…. Creo que el soporte influye a la hora de comer y el plato en el que comes también te puede producir una sensación placentera, aunque sea visual.
“Intento poner mi energía y mi expresión en cada plato y pienso que eso se nota en el producto final”
¿El tipo de cocina que se va a presentar sobre tus vajillas te influye en el proceso creativo?
No. Yo tiendo a la sencillez y creo que todos los estilos de cocina se pueden adaptar a mis vajillas.
Como postre de esta entrevista, ¿un deseo o sueño por cumplir?
Tengo sueños muy concretos. Ahora Umiko cumple cinco años y estoy planeando hacer una serie formada por unas veinte piezas únicas para celebrarlo. Otro deseo por cumplir sería hacer piezas en mi taller con Dabiz Muñoz —sé que a través de ACME ha comprado platos míos—. Es alguien muy creativo y con quien me encantaría trabajar.