Eugenio Recuenco
Disparar contra corriente
Captar la realidad con una sensibilidad casi pictórica es parte de la genialidad de Recuenco. Ahora, el fotógrafo madrileño explora su universo más personal desde varias ópticas. Una compilación de mil y una fotografías y una serie son su propuesta contra la cultura de la inmediatez, el conformismo y la falta de libertad.
A Eugenio Recuenco (Madrid, 1968) el espíritu inconformista le viene de nacimiento. Era mayo del 68 y parece que las protestas estudiantiles contra el sistema aceleraron su salida. “A mí, que oía todo aquel jaleo, me entró prisa por nacer y ver que estaba ocurriendo”. Casi seis décadas después, resurge ese germen contestatario, esta vez por la falta de libertad en una sociedad en la que prima la inmediatez y, como él dice, el aplauso fácil. “No se trata de ir a contracorriente sin más, sino de hacerlo por amor a tu trabajo”. Esta convicción fue la impulsora de 365º, un proyecto que concluyó con 365 imágenes recopiladas a lo largo de ocho años.
Buscar incesantemente la calidad en todo lo que pasa por su objetivo es parte de la genialidad del fotógrafo, cuya obra hace mucho que traspasó fronteras. Boucheron, Yves Saint Laurent, Loewe y varias cabeceras de moda de referencia han disfrutado de su talento. Hoy, confiesa que intenta trabajar en proyectos personales y comerciales a partes iguales: “Para mí es importante el concepto y no buscar solamente un cascarón, un envoltorio”. Es exactamente esta inquietud la que le empuja a desarrollar su creatividad en todo tipo de soportes. ¿Lo próximo? Una serie de mil y una fotografías y una serie de televisión en la que espera estar trabajando, en breve, al cien por cien.
Tras recibir a más de 90.000 personas en el CEART de Fuenlabrada, 365º se encuentra ahora dividida entre Berlín (Galería Camera Work) y Shangai (Uni Elite). ¿En su naturaleza estaba convertirse en una exposición itinerante?
En principio no surgió ni siquiera como una exposición. Empezamos a hacer una colección de fotografías. Siempre intuyes que una serie personal se puede convertir en una exposición o un libro, pero no fue premeditado. De hecho, cuando finalizamos el proyecto y pensamos en exhibirlo nos encontramos con que teníamos 365 fotografías que había que iluminar. La tecnología nos ha permitido hacerlo en papel, hierro y tela con cajas retroiluminadas. Gracias a ello el proyecto tiene una gran libertad a la hora de viajar, ya que solo necesita un espacio que lo pueda albergar. Más que una exposición es una instalación.
¿Qué te ha enseñado un proyecto tan longevo?
A convivir e intentar sacar lo mejor de cada uno y respetar se espacio creativo. Se trata de una colaboración con gente del medio y he intentado dar mucha manga ancha para que todos los participantes pudieran disfrutar. Asimismo, he ganado en paciencia, porque en estos ochos años surgen periodos en los que pareces no avanzar. No obstante, disponer de tiempo es una suerte en este tipo de proyectos.
Ha sido casi una década de análisis de la sociedad y la cultura, ¿has percibido cambios transformadores en estos ámbitos?
Sí que percibo evoluciones. Han aparecido nuevas tecnologías, incluso hay una fotografía realizada con el teléfono. Hay cosas en la vida, en la sociedad y en nuestra cultura o primer mundo que se han hecho muy relevantes. Pero más allá de todo eso, no son sino nuevas vías que nos invitan a decir lo que pensamos.
Supongo que un proyecto tan largo como este estará rodeado de anécdotas. ¿Alguna especialmente relevante?
En una de las fotografías de 365º aparece una montaña de ropa que evoca el consumismo. En ese momento yo no conocía La Venus de los trapos, de Pistoletto, pero en la inauguración me comentaron si me había inspirado en ella, porque la imagen prácticamente la representa. Son cosas que ocurren cuando tienes tanto material. Siempre hay alguien en otro sitio que está pensando lo mismo.
Estás embarcado en otro proyecto que incluso superará a este en imágenes, Las Mil y Una Noches. ¿Te motivan los retos a largo plazo?
En realidad, va a verse de forma progresiva, porque voy a mostrar una parte cada año. Lo concibo como un gran museo de un solo autor. Mil y una fotografías en diferentes salas, todas con una intención muy pictórica. Cuando lo terminemos, será aún más difícil de exponer que 365º, porque necesitará un espacio seis veces mayor.
Como comentas, el concepto será pictórico, pero ¿la narrativa está ligada con la actualidad?
Queremos seguir contando el mundo en el que vivimos, lo absurdo y maravilloso que es y toda su problemática. La primera etapa corresponde a una sesión nocturna, la más complicada. Llevamos ocho meses detrás de una fotografía y espero que en noviembre la podamos disparar, porque necesitamos la luna en un determinado punto. Pero habrá otras etapas que hablarán del papel de la mujer y su lucha; otras de sexo, pornografía y cómo se maneja este tema en el mundo. También habrá alusiones al medioambiente.
Ocho meses persiguiendo una fotografía es algo que no muchos se pueden permitir. De hecho, la tendencia en casi todos los ámbitos es la contraria. ¿Lo has vivido en tu propia piel?
A nivel personal no. 365º era una declaración de intenciones en contra de hacia dónde nos lleva la sociedad, la rapidez, la falta de esfuerzo… He notado eso que comentas en el trabajo comercial. Creo que esta crisis es la más estéril que he visto. Cuando empezó, pensé que nos iban a quitar recursos y nos tocaría tirar de ingenio, pero no ha servido para nada. Nos han quitado los recursos y también la libertad. Es muy desalentador porque las cosas pueden hacerse mejor. Nos hemos empequeñecido en todo.
Además de estos proyectos, estás inmerso en una serie de televisión. ¿Qué te atrae de este formato?
Nunca paro. Me queda muchísimo por aprender, pero soy muy inquieto. Me dicen que soy fotógrafo porque utilizo la fotografía en el 80 por ciento de mi trabajo, pero lo que más me apetece es proponer cosas al espectador y crear imágenes.
Entonces, es pronto para saber en qué plataforma y cuándo podremos verla…
Estamos aún en la fase de venta. Es una serie algo arriesgada, tiene un espíritu internacional. Han intentado convencernos de que sea más española, pero a mí me gusta contar historias que se puedan leer universalmente. Ahora vamos a grabar un teaser para saber de qué somos capaces y ver cómo afrontamos un proyecto tan grande. Espero que el año que viene estemos trabajando al cien por cien en ella.
También tienes entre manos un largometraje, (W)Hole Time. ¿En qué punto se encuentra?
En el caso del cine es más complicado. (W)Hole time está medio adormecida, mejorándose progresivamente. Estuve con el equipo en Los Ángeles, vimos a una actriz que me interesaba, y hubo un compromiso con ella y sus agentes. También nos ofrecieron a Gary Oldman pero, al final, el dinero no llegaba. Es muy difícil que alguien se arriesgue por una película que no supondrá un éxito comercial de primeras.
¿Te sientes igual de cómodo detrás de ambas cámaras?
Cuando se trata de contar tu historia no noto mucha diferencia. Diría que en vídeo hay más riqueza porque juegas con el tiempo, con el sonido… Hay muchos elementos que pueden hacer la historia más concreta y eso me gusta. Además, gracias a la ilusión que tengo, nada se me hace duro.