ABIBOO

Arquitectura de otro planeta

8 Noviembre 2021 Por Rosario Fernández
Alfredo Muñoz, de ABIBOO
Alfredo Muñoz, fundador de ABIBOO, un estudio que abarca mucho más que arquitectura. Él lo concibe como una plataforma de innovación. © Fotos cedidas por ABIBOO Studio.

La mezcla de innovación, sostenibilidad, arte digital y realidad virtual que Alfredo Muñoz destila en su estudio de arquitectura ABIBOO le ha llevado a conquistar lugares tan increíbles como el propio Marte. Según él, la clave está en pensar out of the box. ¿Su fórmula mágica? Viajar.

Su sueño de niño era ser albañil. Pero esa ilusión pronto se le quedó pequeña. Después de estudiar arquitectura y de vivir en los cinco continentes, Alfredo Muñoz (Burgos, 1979) decidió montar su propio estudio, ABIBOO. Hoy, sus proyectos viajan por todo el mundo con un sello muy personal, mix de innovación, arte digital y realidad virtual. Talento a bordo habla con este revolucionario de la arquitectura elegido como uno de los 200 visionarios de todo el mundo. Búnkeres y viviendas de lujo son algunas de sus propuestas, pero sin duda la más llamativa es la creación de un metaverso en Marte. Está claro que la Tierra se le queda pequeña.

¿Cómo surgió tu pasión por la arquitectura?
Desde que tengo uso de razón quise ser arquitecto. Recuerdo que ya de muy pequeño soñaba con ser albañil porque estaban haciendo una obra al lado de mi casa y yo quería construir lo mismo que ellos. Me advirtieron de que era una profesión muy dura y me aconsejaron ser arquitecto. Cuando descubrí lo que era la arquitectura decidí que sí, que quería dedicarme a eso. Como además me encantaba dibujar y me gustaban mucho las ciencias y el arte, la combinación no podía ser más perfecta. Aunque también hubo un momento en el que me planteé estudiar astrofísica, que también me gustaba muchísimo. De hecho, gané las Olimpiadas de Física en Burgos y estaba muy metido con el tema de la astronomía.

Y años después, en 2019, ¿qué se siente al ser escogido por el laboratorio de ideas Friends of Europe como uno de los Jóvenes Líderes Europeos menores de 40 años?
Es un orgullo. Una vez que te han nombrado Young European Leader tienes la oportunidad de reunirte con los anteriores y con los siguientes [40 nombramientos anuales], algo que hacemos tres veces al año. El objetivo es generar ideas sobre cómo hacer de Europa un lugar mejor para vivir y aportar valor a una sociedad tan cambiante. Es fascinante y enriquecedor estar rodeado de gente tan diversa del mundo de la política, las artes, la empresa o la tecnología.

Llegar hasta aquí no habrá sido un camino fácil…
Creo que la pasión y el deseo de aventura han sido fundamentales para los logros alcanzados hasta la fecha. En mi caso, llevo trabajando una media de 400 horas al mes desde que comencé mi vida profesional a los 23 años. Antes, ya trabajaba a tiempo parcial desde los 16 años, y lo seguí haciendo mientras realizaba la carrera de arquitectura. Cuando amas lo que haces, no es trabajo. Creo que lo hermoso del diseño, la innovación y cualquier campo vinculado a la creatividad es que cada día es una experiencia nueva y tú eres el autor de tu propia aventura.

“A través de una experiencia inmersiva de realidad virtual podemos experimentar cómo se podría vivir en Marte en una ciudad autosuficiente de aquí a 40 años”

¿Quiénes han sido tus maestros?
Con quince años ayudaba a un arquitecto en Burgos todos los fines de semana. Aprendí muy rápido lo que era la profesión. En la carrera, tuve la oportunidad de trabajar para españoles de prestigio como Alberto Campo Baeza, Iñaki Ábalos y Juan Herreros. Luego ya me dediqué a viajar y trabajar por el mundo; he vivido en los cinco continentes. Como siempre me había fascinado la cultura asiática, sobre todo la japonesa, decidí irme a Japón al acabar la carrera. Allí estuve trabajando con el premio Pritzker Toyoo Itō durante dos años. Luego vine a Estados Unidos de vacaciones, a Nueva York, y la ciudad me enamoró. Decidí probar fortuna en Skidmore, Owings & Merrill (SOM) en 2005, una de las mayores empresas de arquitectura del mundo, donde estuve trabajando cinco años.

Y fue entonces cuando decidiste montar ABIBOO…
Así fue. Cuando estaba en SOM gestioné varios proyectos a gran escala en Oriente Medio y en la India, por eso cuando creé ABIBOO decidí abrir oficina en Nueva York, que era donde vivía, en Madrid, porque la sangre tira, y también en Chennai, en la India, porque era 2010 y había poco trabajo en el mundo de la construcción salvo en países emergentes. Vi la oportunidad de empezar con proyectos de gran escala en países en desarrollo, que no sufrieron la crisis de 2008 de Occidente. Desde entonces hemos estado trabajando en Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, Sudeste Asiático y Oriente Medio. Y siempre divirtiéndonos. 

En este tiempo, ¿en qué se ha convertido el estudio?
Hemos tenido mucha suerte porque desde el principio pudimos hacer proyectos de gran escala, sobre todo en la India, donde muchas de esas propuestas eran mini ciudades de 50.000 personas. Estaban en zonas remotas y empezamos a interesarnos por temas como la sostenibilidad, porque en ocasiones eran asentamientos sin acceso a recursos, con temperaturas extremas, que tenían que funcionar de forma autosuficiente. También hicimos bastantes proyectos de viviendas de lujo. La combinación de ambas soluciones ha ido derivando en propuestas como las que trabajamos ahora, que van más allá de la arquitectura tradicional. Donde estamos haciendo más cosas interesantes es en esta combinación de ambientes extremos, autosuficiencia y tecnología, y en campos que no tocan la arquitectura, como entornos de arte digital y realidad virtual. Generamos una plataforma donde la innovación es transversal. Hoy por hoy, concibo ABIBOO no solo como un estudio de arquitectura, sino como una plataforma de innovación asociada a la autosuficiencia, a la sostenibilidad y a la tecnología.

De hecho, Louis Vuitton te ha elegido como uno de los 200 visionarios de todo el mundo.
Sí. Habían visto nuestro interés por la innovación y el lujo y creían que podíamos aportar ideas. Para celebrar su bicentenario han puesto en marcha un proyecto muy interesante en el que participan arquitectos como Frank Gehry, artistas y actores. No tardamos en aceptar. Louis Vuitton fue pionero porque reinventó la forma de viajar y nosotros teníamos que reinterpretar el baúl que él diseñó. Generamos un entorno que respondía en tiempo real al usuario. La piel de esa caja se adaptaba al sonido, a la música, a la luz… todo ello desde una plataforma de realidad virtual. Es una experiencia inmersiva en la que, además de ver un baúl, entramos en un mundo interior completamente diferente, donde tenemos una experiencia arquitectónica muy profunda, con vínculos con la naturaleza, la arquitectura y el espacio. Aportamos una visión diferente sobre las próximas fronteras del viaje, que abarcarán desde los viajes espaciales al mundo virtual.

Hablando de espacio, también estás trabajando en un proyecto en Marte…
Con el proyecto Onteco, que se lanzó el 6 de octubre, pretendemos generar un metaverso en ese planeta. A través de una experiencia inmersiva de realidad virtual podemos experimentar cómo se podría vivir en una ciudad autosuficiente de aquí a 40 años. Estamos integrando otras herramientas de arte digital y sistemas de blockchain para permitir una experiencia que se acerque lo más posible a la realidad, creando un gemelo digital de una ciudad que realmente es un asentamiento.

Aquí en la Tierra, ¿qué otros proyectos tienes entre manos?
Estamos trabajando en propuestas tan diversas como búnkeres prefabricados que se pueden transportar en contenedores, u otras tan divertidas como Alabama Food Village, que consiste en crear estructuras permanentes para desarrollar el ambiente cultural de una ciudad a través de la música. También proyectos tradicionales, como viviendas de lujo, una en Segovia y otra en la India de 5.000 metros cuadrados.

¿Y qué te inspira para diseñar cosas tan distintas?
Me inspira mucho viajar. De hecho, he sufrido mucho estos dos últimos dos años porque, obviamente, con la pandemia no podía hacerlo. Me gusta viajar de manera inmersiva y sumergirme en culturas muy diversas, porque eso me permite entender formas de pensar que son muy diferentes a las que normalmente estamos acostumbrados. Esto está muy ligado a cómo entiendo la innovación, a pensar out of the box. Cuando el contexto nos obliga a pensar de forma diferente automáticamente salen ideas interesantes. La innovación no va de dar respuestas diferentes a las mismas preguntas, sino de hacer preguntas diferentes.