Ray Zapata
El vuelo del ave fénix
En los Juegos de Tokio, Ray Zapata se colgó la medalla de plata tras un espectacular ejercicio de suelo. Cuando los focos se apagaron, el gimnasta, tal y como reconoce, estaba “quemado”. Hasta el punto de que se planteó dejarlo. Tras unas largas vacaciones, renació dispuesto a completar un nuevo ciclo. Ahora, a menos de un año para París, el hispano-dominicano solo piensa en volar alto para, por qué no, volver a tocar la gloria.
La hija de Ray Zapata (Santo Domingo, 1993) no vino, como se suele decir, con un pan debajo del brazo, sino con una plata colgada del cuello. Su nombre, Olympia, resultó premonitorio. “Quería dedicarle una medalla, así que fue ella la que me impulsó a levantarme cada día para conseguirla”, rememora Ray. El pasado mes de agosto la paternidad volvió a llamar a la puerta del gimnasta. No sabemos si Kayro también vendrá con medalla, pero, por el momento, tal y como confiesa su orgulloso padre, está facilitando su preparación para París: “Hemos tenido mucha suerte con Kayro porque duerme muy bien y no es un bebé llorón”. La temporada de Ray, al igual que la de toda la selección española, no ha sido fácil. El pasado mes de marzo, cuando viajaban rumbo a un campeonato en Portugal, sufrieron un grave accidente de tráfico. La peor parte se la llevó Joel Plata, que tuvo que ser operado de rotura de fémur. Pese a este revés, que complicó la preparación, la selección logró la clasificación para los Juegos en el reciente Mundial de Amberes. “Lo más difícil, clasificarse, ya lo hemos logrado, así que ahora solo queda trabajar con ambición, ganas e ilusión”, celebra Ray.
¿Qué balance haces del Mundial de Amberes, donde la selección consiguió el billete a los próximos Juegos?
A nivel de equipo íbamos tranquilos porque sabíamos que lograríamos la clasificación. Antes íbamos con más dudas, así que eso es un avance. La ambición era llegar a la final por equipos y nos quedamos fuera por sólo cuatro décimas. Este año hemos tenido algunos problemas que nos han perjudicado: el accidente en Portugal o lesiones inoportunas. En el plano personal, mi padre estuvo a punto de fallecer. Todos esos detalles pueden hacer que estés más o menos arriba en una competición.
¿El accidente que sufristeis camino de Portugal afectó mucho a vuestra preparación?
Sí, y no solo físicamente. Psicológicamente también te planteas muchas cosas, vivir de cerca una situación tan peligrosa te cambia la perspectiva. Yo ya disfrutaba diariamente de lo que hacía, pero ahora lo hago más. Sin embargo, el deporte no lo es todo. Si un día no vas a entrenar porque estás cansado, no pasa nada; no vas a ser mejor o peor deportista. Si un entrenamiento no va a ser productivo, en vez de quedarte en el gimnasio amargado y dándole vueltas a la cabeza, es mejor pasar el día con tu familia. Nos tenemos que dar un poco más de margen y no ser tan exigentes con nosotros mismos.
“Si consigo otra plata no me voy a quejar, pero yo voy a trabajar para alcanzar el oro. Tengo potencial y ganas. ¡Vamos a por ello!”
En Amberes se produjo el regreso de Simone Biles a un Mundial. Y lo hizo a lo grande: cuatro oros y una plata. Desde tu experiencia, ¿qué importancia tiene la salud mental en el deporte?
La salud mental es fundamental para conseguir el éxito en el deporte. Yo tengo un carácter bastante cambiante y, a veces, me enredo en pensamientos negativos que el psicólogo desenreda con un par de frases. La figura del psicólogo es muy importante a la hora de trabajar la confianza en uno mismo. Y no solo atiende a lo deportivo, también te ayuda en lo personal porque ambos planos tienen que estar alineados.
Pasado el Mundial, toca mirar al siguiente gran objetivo: París. ¿Cuáles son tus expectativas?
Volver a estar entre los mejores del mundo. Si ya lo estuve una vez, ¿por qué no voy a repetir? Obviamente, se tienen que dar muchas circunstancias para ello. La primera es llegar lo más sano posible. Luego hay que hacer grandes ejercicios, tanto para estar en la final como para pelear por las medallas. Si consigo otra plata no me voy a quejar, pero yo voy a trabajar para alcanzar el oro. Tengo potencial y ganas. ¡Vamos a por ello!
Tu plata en Tokio rompió una racha de 13 años sin medallas para la gimnasia española. ¿Tendremos que volver a esperar tanto?
Hay que ser optimistas porque la gimnasia española está creciendo. Tenemos a un montón de gimnastas jóvenes que tienen mucho nivel y que trabajan para llegar a Los Ángeles. No creo que tardemos otros 13 años en conseguir una medalla. De hecho, yo quiero conseguirla en París. Lo más difícil, clasificarse, ya lo hemos logrado, así que ahora solo queda trabajar con ambición, ganas e ilusión.
¿Te sientes, por palmarés y por veteranía, el líder de la selección?
No me siento el líder, pero sí me gusta aconsejar y animar a mis compañeros para que sean más ambiciosos, que no piensen sólo en ir a participar. Todos hemos cambiado ese chip. No tenemos que ir asustados. Aunque en Amberes nos quedáramos fuera de la final por equipos, hay que seguir creyendo que podemos luchar por los primeros puestos.
Pase lo que pase en París, ¿te planteas continuar cuatro años más y llegar a Los Ángeles?
Si te digo la verdad, después de Tokio estuve a punto de dejarlo. Terminé bastante quemado. Pero luego me dije: “¿Adónde vas, chaval? ¿Por qué no vas a seguir?”. Físicamente estaba sano y mentalmente estaba fuerte, también es verdad que al volver de Tokio me tomé unas buenas vacaciones. Durante estos años he demostrado que, si las lesiones me respetan, tengo el nivel. Ya veremos lo que pasa después de París, pero ¿por qué no seguir un ciclo más y llegar a Los Angeles? Además, puede que haya un cambio de código que me beneficie. ¡Yo creo que me voy a quedar!
“El talento es como un diamante, lo tienes que pulir a base de trabajo para que brille”
Empezaste tarde en la gimnasia, hasta el punto de que muchos dudaron de ti. ¿Cómo recuperaste el tiempo perdido para ponerte a la altura de los mejores?
Tuve que trabajar muchísimo… Tenía carencias técnicas, pero también poseía algo que no tenían otros gimnastas: saltaba mucho más alto; además, tenía facilidad para aprender y muchas ganas de trabajar. Víctor Cano y Gervasio Deferr vieron esas cualidades y me convencieron de que podía conseguirlo. Ellos sabían algo que los demás no y, desde que entré en el Centro de Alto Rendimiento, me dijeron que iba a conseguir una medalla en unos Juegos.
A lo largo de tu trayectoria, ¿qué ha jugado un papel más importante: el talento o el trabajo?
El talento es importante, pero el trabajo lo es aún más. El talento es como un diamante, lo tienes que pulir a base de trabajo para que brille. Yo tengo talento, pero he tenido que pulirlo con mucho trabajo para llegar hasta donde he llegado. Y, aún habiendo alcanzado grandes metas, continúo trabajando a diario para seguir brillando.
Siempre hay una conexión que nos cambia la vida. En tu caso, ¿cuál fue?
Yo destacaría dos, por un lado la que tuve con Víctor Cano y Gervasio Deferr, que me ayudaron a entrar en el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona, donde me habían rechazado previamente. Deportivamente, soy lo que soy gracias a ellos. Y, por otro lado, la que tuve con mi hija Olympia. Quería dedicarle una medalla, así que fue ella la que me impulsó a levantarme cada día para conseguirla.