Alberto Ginés y Ray Zapata
Objetivo: París - Ep. 3
Alberto Ginés y Ray Zapata son muy distintos, pero tienen varias cosas en común: la pasión por sus respectivos deportes, la escalada y la gimnasia artística, un inagotable espíritu competitivo y las medallas, de oro y de plata, conquistadas en Tokio. Además, ambos forman parte del Equipo Iberia Talento a bordo y, cuando se reúnen, entre risas, piques y confidencias, ¡surge la química!
Tanto Ray Zapata (Santo Domingo, 1993) como Alberto Ginés (Cáceres, 2002) saben lo que es ganar una medalla en los Juegos. El gimnasta se colgó una plata en Tokio que, aunque en el momento resultó agridulce —el campeón, el israelí Artiom Dolgopiat, obtuvo la misma nota (14,933) y una regla de desempate decantó la balanza a su favor—, con el tiempo solo dibuja una sonrisa en la cara del hispano-dominicano. Un metal que, además, le sirve de motivación de cara a París: “El oro es uno de los sueños que me faltan por cumplir. Si me he quedado un ciclo más de entrenamientos es para luchar por él y creo que es bastante posible”. Ray transmite una confianza arrolladora en sus posibilidades y seguramente ahí resida parte de su éxito. “Mucha gente se reía cuando decía que mi objetivo era una medalla en unos Juegos, pero no practico mi deporte para demostrar nada a nadie, sino para ver de qué soy capaz”.
“El oro es uno de los sueños que me faltan por cumplir. Si me he quedado un ciclo más de entrenamientos es para luchar por él” — Ray Zapata
El caso de Alberto fue muy diferente. Mientras que Ray disputaba sus segundos Juegos y era uno de los favoritos en su disciplina (suelo), Alberto debutaba y ni él se imaginaba lo alto que podía llegar. Basta con recordar su reacción de sorpresa cuando se anunció su victoria, aquella que le convertía en el primer campeón de escalada. Con solo 18 años hizo historia y aquello le cambió la vida: “Me he dado cuenta de que los Juegos son la máxima expresión del deporte. Ganas una medalla y de repente es un boom mediático, una locura”. Tras unos meses frenéticos, Alberto se puso un objetivo, repetir oro en París, y para ello trabaja a diario en el rocódromo FLASHH Barcelona y en el CAR de Sant Cugat (Barcelona), donde reside.
A unos 600 kilómetros, en el CAR de Madrid, entrena Ray. Pero su rutina es distinta a la de Alberto porque el gimnasta vive fuera de él, en Arroyomolinos. Allí, cada vez que regresa a casa, le espera con los brazos abiertos la personita que le impulsa a seguir adelante, su hija Olympia. “Cuando nació encontré un motivo más para levantarme de la cama cuando estaba cansado y me dolía todo. Para seguir progresando y alcanzar mis objetivos”. Una niña que, tras los Juegos de Tokio, alcanzó tanta fama o más que su padre: “No la había enseñado públicamente, pero de repente mi hija empezó a salir en todos lados y terminó siendo más famosa que yo. Hay gente que nos ve por la calle y dice: ¿Olympia? Y tú eres Ray, ¿no?”. Cada vez que Ray alcanza un éxito, a su cabeza acuden aquellas personas que, incondicionalmente, permanecen a su lado: “En los momentos de triunfo me acuerdo de mi familia porque están cuando lo logras y cuando no. Me quedo con la gente que está ahí ganes o pierdas”.
“Cuando me vine al CAR estaba solo. De hecho, fui el primer escalador en entrar. Poco a poco fuimos creando un equipo” — Alberto Ginés
Pese a la distancia, la familia también es un pilar fundamental para Alberto. Y confiesa sentir especial debilidad por sus abuelos: “Lo son todo para mí. Tenemos una relación muy especial”. Hasta el punto de que su abuela no dudó en tatuarse los aros tras la gesta de su nieto en Tokio, los cuales muestra orgullosa cada vez que tiene oportunidad. “Está más contenta que nada con el tatuaje, además lo tiene en la muñeca y siempre que va a la frutería se arremanga un poco para que le vean los aros y poder presumir de nieto. Lo tenía todo pensado”, confiesa Alberto entre risas.
Pasión y competitividad
Ni la gimnasia artística ni la escalada son deportes que un niño suela elegir, así que surge la pregunta: ¿cómo acabaron Ray y Alberto practicándolos? En el caso de Ray todo comienza cuando aterriza en España: “La gimnasia aparece en mi vida cuando llego a Lanzarote. Mis hermanas empezaron a practicarla y fui a ver una exhibición. Yo pensaba que era solo de chicas, pero también vi a chicos y me gustó mucho. Al día siguiente me apunté y enseguida me puse a dar vueltas en el aire. Ya sabía que era mi pasión, que era lo que quería hacer. Además era un niño bastante hiperactivo, hasta que conocí la gimnasia y me calmé”.
“Yo pensaba que la gimnasia era solo de chicas, pero también vi a chicos y me gustó mucho. Al día siguiente me apunté” — Ray Zapata
Para Alberto la escalada comenzó siendo un juego, quizás la mejor manera de conquistar a un niño. “Empecé a escalar con tres años. Mi padre vio que me gustaba subirme a todos lados, así que un día nos llevó a mi hermana y a mí a un rocódromo. Era como un juego, a ver quién de los dos subía más”. Pero con el paso del tiempo la escalada se convirtió en una forma de vida. “Con 12 o 13 años empecé a competir y vi que era lo que me gustaba realmente. Quería ser el mejor”. Para convertirse en uno de los mejores escaladores del mundo, Alberto tuvo que tomar una dura decisión con solo 15 años: abandonar su Cáceres natal y trasladarse a Sant Cugat. “Cuando me vine al CAR estaba solo. De hecho, fui el primer escalador en entrar. Al principio era un poco raro, la gente me preguntaba qué hacía aquí si ni siquiera había rocódromo. Poco a poco fuimos creando un equipo y actualmente somos ocho”.
“El talento es algo que te ayuda cuando estás empezando porque hace que el aprendizaje sea más fácil, pero no lo es todo” — Alberto Ginés
Y el talento, ¿qué papel juega en el deporte de élite? Ray lo tiene claro: “El talento para mí es innato, realmente naces con él pero tienes que trabajarlo, que pulirlo, que entrenarlo. Un talento trabajado te lleva al éxito. Yo empecé muy tarde a hacer gimnasia y tenía carencias técnicas que con trabajo conseguí pulir”. Alberto coincide en la importancia del trabajo y añade una nueva variable: la disciplina: “El talento es algo que te ayuda cuando estás empezando porque hace que el aprendizaje sea más fácil, pero no lo es todo. Para mí es más importante la disciplina”.