Gerard Descarrega
El poder de la fortaleza mental
El atleta paralímpico, ciego total, sueña con colgarse su tercer oro en París y para hacerlo realidad, reconoce, tan importante (o más) es la salud mental como la física. Graduado en Psicología, defiende el valor de esta ciencia en el deporte y celebra que lo que antes se veía como una debilidad ahora esté totalmente normalizado. “Los psicólogos tienen que estar integrados en los equipos de trabajo deportivos”, asegura.
Con cuatro años, a Gerard Descarrega (La Selva del Campo, 1994) le diagnosticaron retinosis pigmentaria. Poco a poco, su vista fue deteriorándose hasta que a los 18 se produjo el definitivo fundido a negro. Ciego total. Sin falsos heroísmos, el hoy doble campeón de 400 metros (Río en 2016 y Tokio en 2021) reconoce que fue un golpe duro, difícil de digerir. “El deporte me ayudó mucho a recuperarme psicológicamente”, afirma Gerard, que supo convertir ese final en un principio, el de una espectacular carrera como atleta paralímpico. Pero su relación con el atletismo nace antes, “un poco por descarte”, como él mismo recuerda. Con 12 años, Gerard ya era un apasionado del deporte y, para poder seguir practicándolo pese a sus limitaciones visuales, optó por uno que se adecuara mejor a su situación. Aquella decisión le cambió la vida porque el atletismo, confiesa, le ha formado como persona: “Se convirtió en el centro de mi vida. Me ha regalado muchísimas experiencias, tanto buenas como malas. Tú eres tu principal rival y eso te invita a superarte”. Su próximo reto: sumar, de la mano de sus guías —Guillermo Rojo y José María Marvizón— su tercer oro en París. Sin renunciar, por supuesto, a su otra gran pasión: la escalada.
A los 18 años, tras un deterioro progresivo, perdiste la visión. ¿Cómo se gestiona un momento así?
Cuando te pasa algo así, poco a poco tienes que ir digiriéndolo. No es un proceso de un día para otro. Como le hubiera pasado a cualquiera, veía el futuro difuso. Yo no tenía pensado que mi vida fuera por donde ha ido. Claro que quería ser campeón paralímpico, pero sabía que era muy complicado. El deporte me ayudó mucho a recuperarme psicológicamente y las victorias que fui consiguiendo me motivaron a seguir.
Solo cuatro años después de perder la visión te proclamaste campeón paralímpico en Río, ¿qué significó para ti?
El oro es el culmen para cualquier deportista. La de Río fue mi primera final como ciego total —en Londres corrí la final en otra categoría porque aún conservaba algo de vista— y, aunque fuera por poquito, gané. Fue un momento apoteósico, esperaba pelear por las medallas pero no me imaginaba ganando.
Oro en Río, oro en Tokio y ¿oro en París? ¿Cuáles son tus expectativas?
Llegaré a París con 30 años y creo que estoy en la edad perfecta, tanto física como mentalmente. Además, tengo un gran bagaje en competiciones de este estilo y estoy preparándome a tope para llegar en forma y, ojalá, revalidar el título.
“Un guía tiene que tener la humildad de priorizar siempre el rendimiento del atleta ciego, que es el que tiene que dar el máximo”
En el Mundial de este verano te colgaste la plata y te aseguraste la plaza para París. ¿Es un buen resultado o te da rabia haber quedado a solo 21 centésimas del oro?
Yo esperaba pelear por la victoria y, pese a que la final salió mal, lo hice. Al principio fuimos más conservadores porque íbamos pendientes de otros rivales, los a priori más fuertes, pero el atleta brasileño [Felipe de Souza] salió muy rápido y nos faltaron unos metros para alcanzarle. Fue una decepción, entre comillas. Lo que me da rabia es que no estuve al nivel que debería haber estado, debería haber corrido un pelín más rápido y eso es lo único que me echo en cara.
Cuando estás sobre la pista te acompañan tus guías. ¿Dónde reside la clave para que una pareja funcione?
Se tienen que dar determinadas circunstancias personales y deportivas, así que es complicado. Hay que entrenar mucho tiempo juntos y tiene que haber compañerismo y buen rollo. Un guía tiene que tener la humildad de priorizar siempre el rendimiento del atleta ciego, que es el que tiene que dar el máximo. Y tiene que dar un paso al lado si no está al nivel o si tiene alguna lesión. Guille, por ejemplo, no pudo estar en el Mundial porque podía romperse y me acompañó José en el 400. Los tres formamos un equipo.
A lo largo de tu trayectoria, ¿qué ha jugado un papel más importante: el talento o el esfuerzo?
La constancia es fundamental en este deporte, pero también hay que tener talento, que para mí son una serie de características que te vienen de manera innata. Haciendo el mismo trabajo no todo el mundo alcanza los mismos objetivos. Mi cuerpo, por ejemplo, tiene unas características que van muy bien para el 400 y eso, unido a muchísimo trabajo, me da la posibilidad de estar peleando por las medallas.
Se habla mucho de la salud mental en el deporte. Tú, como deportista y graduado en Psicología, ¿consideras que tiene la misma relevancia que la física?
100%. Diría, incluso, que está por encima de la física porque si no estás bien equilibrado mentalmente, aunque entrenes como una bestia, no vas a rendir. En el deporte es básico estar bien contigo mismo y tener un entorno personal sano para estar centrado y poder poner la maquinaria física a tope. Si no, es imposible. Ahora se atiende más a la salud mental y está mas normalizado. Muchos deportistas vamos al psicólogo, sea al clínico o al deportivo, y antes eso podía verse como una debilidad. Los psicólogos tienen que estar integrados en los equipos de trabajo deportivos, como los nutricionistas o los fisioterapuetas.
“Ahora se atiende más a la salud mental. Los psicólogos tienen que estar integrados en los equipos de trabajo deportivos”
Has coronado el Aneto, el Mont Blanc o el Monte Kenia, ¿de dónde viene tu pasión por la montaña?
A mí, desde pequeño, me encantan los retos y las aventuras. Con mi padre y con mis amigos siempre he hecho mucho deporte outdoor en la naturaleza. La montaña en particular me apasiona porque es una experiencia que va más allá de coronar una cumbre y bajar. Me aporta muchísimas cosas positivas que luego me vienen genial para el día a día. Es una suerte poder hacer este tipo de ascensiones.
Recientemente visitaste la cordillera de los Andes. Cuéntanos la experiencia.
La idea era subir el Nevado de Huascarán (Perú), pero la ruta estaba impracticable. Así que tuvimos que buscar una alternativa y escalamos el volcán Chachani de Arequipa (6.075 metros). Luego fuimos a Bolivia y nos quedamos a solo 200 metros de coronar el volcán Sajama (6.542 metros) porque un compañero sufrió mal de altura. Fue una experiencia muy bonita.
Alguna vez has dicho que tus sueños son batir el récord del mundo de 400 y coronar un ochomil. Si tuvieras que elegir uno, ¿cuál preferirías?
Ojalá pueda lograr los dos, pero batir el récord del mundo de 400 conlleva un plus porque es algo que llevo persiguiendo muchos años y estoy muy cerquita. La posibilidad de coronar un ochomil siempre va a estar ahí, pero el alpinismo no es mi día a día, es una actividad más lúdica.