Niko Shera
El hombre tranquilo
Desde el pasado diciembre, una grave lesión mantiene a Niko Shera apartado de los tatamis. Cualquier otro judoka con perspectivas de medalla en los Juegos de París estaría inquieto, pero él mantiene la calma y solo piensa en colgarse el oro. Un triunfo que redondearía una brillante trayectoria, la cual no hubiera sido posible sin el club de judo (DojoQuino) que lo acogió cuando aterrizó en España procedente de Georgia.
Cuando las pulsaciones de los demás se disparan, las de Nikoloz Sherazadishvili (Tiflis, 1996), más conocido como Niko Shera, se mantienen en calma. Hasta el punto de que, entre combate y combate, el judoka, campeón del mundo en 2018 y 2021, es capaz de echarse una cabezada. “Me lo pide el cuerpo —reconoce—. Cuando me despiertan y me dicen que me toca salir al tatami, me levanto, estiro un poco y al lío”. Por culpa de una grave lesión —el pasado mes de diciembre se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha—, Niko lleva varios meses sin echarse esas cabezadas y ya las echa de menos. La recuperación, celebra, va “muy bien”, pero prefiere ir paso a paso, conocedor de la importancia de no acortar los plazos. “El tendón tiene que cicatrizar bien, algo que suele llevar entre seis y nueve meses”, afirma. Ni la lesión, ni el cambio de categoría —tras los Juegos de Tokio decidió pasar de -90kg a -100kg— merman un ápice su ambición y París se dibuja en el horizonte: “Siempre que voy a una competición lo hago con la mentalidad de ganar el oro”.
De pequeño practicabas judo y waterpolo, ¿por qué te decidiste por el arte marcial?
Mi padre influyó mucho en esa decisión. Él también hizo judo, que en Georgia es como una religión, y practicábamos en casa, así que me aficioné. El waterpolo también me gustaba, pero mi padre quería que hiciera judo.
Cuando llegaste a España empezaste a entrenar con el exjudoka Quino Ruiz en Brunete, ¿qué papel ha jugado en tu vida?
Quino me acompaña desde que llegué a España y a él le debo no haber abandonado el judo. Si no hubiera encontrado un club de tanto nivel, a lo mejor no hubiera llegado a nada. En el club hay un gran ambiente, somos como una familia, y todos compartimos la misma pasión por el judo.
“Al final, todo el trabajo va enfocado a dar lo mejor de ti durante unos Juegos o un Mundial, ahí no puedes cometer errores”
En 2018 te convertiste en el primer campeón mundial de judo de la historia de España. Un título que repetiste en 2021. ¿Cómo digeriste esos triunfos?
En 2018 era bastante joven y, aunque estaba empezando a ganar medallas, ser campeón del mundo fue un salto. A nivel deportivo, personal y familiar fue un gran logro, aunque no fui del todo consciente en ese momento. El segundo fue diferente en ese sentido y por eso lo celebré y lo disfruté mucho más, además me sirvió para quitarme presión porque, una vez que eres campeón del mundo, ya quieres serlo todos los años. Volver a ganar me hizo sacar toda la rabia acumulada.
El Mundial de 2021 lo conseguiste a las puertas de los Juegos de Tokio, a los que llegaste como favorito. Finalmente, te tuviste que conformar con un séptimo puesto. ¿Cómo gestionaste el día después?
Al volver de Tokio estuve un mes con mi familia, totalmente ajeno al judo. Compartir ese tiempo con ellos me permitió desconectar para luego poder conectarme de nuevo al judo. Siempre quieres aprender de las derrotas, pero nunca quieres que lleguen en unos Juegos. Al final, todo el trabajo va enfocado a dar lo mejor de ti durante unos Juegos o un Mundial, ahí no puedes cometer errores. En Tokio no tuve el día.
Tras ese revés decidiste abandonar la categoría de -90kg y dar el salto a la de -100kg. ¿Cuál fue el motivo?
Para mi categoría soy bastante alto y en la categoría de -90kg sufría con las bajadas de peso, así que era un paso necesario para seguir compitiendo y alargar un poco más mi carrera deportiva. En realidad, la decisión estaba tomada de antes; teníamos pensado hacerlo en 2020, pero como los Juegos se pospusieron a 2021 aguantamos un año más. La adaptación a la nueva categoría es superimportante y es un proceso que requiere tiempo, de hecho, aún tengo que ganar más peso.
“Siempre que voy a una competición lo hago con la mentalidad de ganar el oro, no lo concibo de otra forma”
Ese proceso de adaptación se truncó el pasado diciembre por una grave lesión. ¿Cómo va la recuperación y cómo estás llevando lo de no competir?
La recuperación va muy bien y pronto volveré a hacer judo. La idea es empezar a competir a finales de año y volver a estar entre los mejores del ranking mundial. No podemos saltarnos plazos en la recuperación porque tiene que cicatrizar bien el tendón, algo que suele llevar entre seis y nueve meses. La idea es meterle más intensidad a partir de junio-julio, ya sin peligro de que se vuelva a romper. Al principio me vino bastante bien no competir, pero ahora ya echo de menos pisar el tatami.
Pese a la lesión, el objetivo continúa siendo París, ¿no?
Eso es, para mí es la competición más importante. Una vez que vuelva a hacer judo, que será en junio-julio, tendré un año entero para prepararme y estar centrado. Siempre que voy a una competición lo hago con la mentalidad de ganar el oro, no lo concibo de otra forma porque para eso entreno y me sacrifico tanto.
La palabra judo puede traducirse como “camino de la flexibilidad”. En tu caso, ¿qué ha aportado a tu vida la práctica del judo?
Yo no cumplo eso de la flexibilidad porque soy todo lo contrario [risas]. Me ha enseñado a no rendirme, a que si me caigo siete veces me tengo que levantar ocho. Luego están los valores que transmite, como la humildad y el respeto. Además, me ha dado amistad, gente a la que voy a tener siempre.
“Muchas veces, cuando salgo de un combate, me tumbo y, sí, me duermo incluso. Me lo pide el cuerpo”
Dicen que eres capaz de dormirte entre combate y combate, ¿crees que esa calma es uno de los secretos de tu éxito?
Cada uno tiene su forma de ser y tiene que adaptarla a la competición. Yo soy una persona calmada y necesito tranquilidad. Si mi cabeza está 24 horas pensando en la competición, cuando llega el momento se satura. Muchas veces, cuando salgo de un combate, me tumbo y, sí, me duermo incluso. Me lo pide el cuerpo. Cuando me despiertan y me dicen que me toca salir al tatami, me levanto, estiro un poco y al lío. Otros judokas lo viven de otra manera, salen de un combate y no paran, están de subidón. Cada uno tiene que encontrar su punto. Al más alto nivel cualquier detalle marca la diferencia, así que hay que intentar tener la mente lo más equilibrada posible.
El judo va más allá de la fuerza física. Para quien no lo sepa, ¿cuánto hay, por ejemplo, de táctica y de estudio de los rivales a la hora de afrontar un combate?
Para estar entre los mejores del mundo es muy importante conocerte a ti mismo, pero también a los rivales. Saber contra quién compites —si es zurdo o diestro, si tiene un estilo u otro, conocer sus fortalezas y debilidades— te da ventajas. Si conoces bien ciertos aspectos de tu rival, puedes presionarlo y llevarlo al límite durante un combate; y cuando eso pasa hay gente que se rinde.
Cerremos la charla hablando de talento, ¿qué significa para ti?
Para mí el talento es algo que te permite empezar un paso por delante de los demás, pero, a partir de ahí, todo depende del sacrificio. Hay gente que no tiene el talento, pero sí el sacrificio. Yo, personalmente, confío más en el sacrificio y el esfuerzo.