Alberto Ginés
En la cima de la escalada
El oro conquistado por Alberto Ginés en los Juegos de Tokio le convirtió en un fenómeno de masas. Cuando los focos se apagaron, el escalador regresó a los entrenamientos con una tarea principal: recuperar la motivación. Ahora, el cacereño, que se muestra autocrítico —reconoce no haber tenido su mejor temporada—, tiene la vista puesta en el clasificatorio, donde confía en asegurarse su presencia en París.
En los Juegos de Tokio, Alberto Ginés (Cáceres, 2002) consiguió algo más que un oro. Logró inscribir su nombre en la historia al convertirse en el primer campeón de escalada. Y lo hizo con solo 18 años. Pese a estar más que acostumbrado a las alturas, no pudo evitar sentir vértigo. ¿Quién, en su lugar, no lo sentiría? De un día para otro, los focos se posaron en él y su vida cambió, hasta el punto de preguntarse: ¿ahora qué? El escalador confiesa que aquella etapa no fue fácil, pero extrajo lecciones como esta: “Siempre gustan más los halagos que las críticas, pero creo que en el alto rendimiento deportivo lo más beneficioso es la crítica constructiva”. La actual temporada tampoco lo está siendo, de hecho, él mismo la califica como “rara” y en el Mundial de Berna (Suiza) no logró su objetivo: clasificarse para los Juegos. Algo que espera remediar en el clasificatorio que se disputará a finales de octubre.
Con solo tres años empezaste a practicar escalada junto a tu padre. ¿Ha cambiado mucho tu forma de vivirla con el paso del tiempo?
Suelo pensar bastante en eso... Durante los primeros años escalaba cuando me apetecía, era algo muy libre y lo hacía por pura diversión. Ahora, en cambio, hay días que me apetece menos entrenar; especialmente en pretemporada, cuando los entrenamientos son especialmente duros y tengo agujetas o me sangran los dedos. Quizás en esos momentos no lo disfruto tanto [risas], pero sigo escalando porque es lo que me gusta. Y, aunque ahora lo tengo más complicado, todos los años intento sacar un hueco para escalar con mi padre.
Para seguir creciendo como escalador, tuviste que cambiar Cáceres por el CAR de Sant Cugat. Tenías 15 años. ¿Fue una etapa especialmente difícil?
Sí, fue complicada. Me fui de vacaciones en verano y, a la vuelta, me avisaron de que me habían concedido la beca en el CAR y tenía que incorporarme en dos semanas, así que fue un poco repentino. Tenía muchas ganas porque seguir entrenando en Cáceres era inviable, así que no fue traumático, pero sí fue duro porque cuando llegué al CAR me encontré con que no había rocódromo, ni escaladores, ni equipo y a la única persona que conocía era a David, mi entrenador. Me preguntaba: ¿qué hago yo aquí? Poco a poco fui conociendo a gente maravillosa y haciendo un grupo de amigos superbueno hasta convertir el CAR en mi casa.
“El objetivo en Tokio ni siquiera era ganar, era pasar a la final y hacerlo lo mejor posible. Pero fui allí y gané, cumpliendo el mayor sueño de un deportista”
Y con 18 años cumpliste tu gran sueño: colgarte el oro en unos Juegos. ¿Con qué sueñas ahora?
Durante los años previos, los Juegos de Tokio fueron mi gran objetivo. Y la meta ni siquiera era ganar, era pasar a la final y hacerlo lo mejor posible. Pero fui allí y gané, cumpliendo el mayor sueño de un deportista. A la vuelta viví momentos complicados, me preguntaba: ¿ahora qué? Cuando salí de la burbuja, es decir, cuando logré volver a mi vida normal y recuperé mi ritmo de entrenamientos, me llevé un golpe de realidad. Pero me centré y me puse a trabajar a tope otra vez. Al final se trata de buscar la motivación y ponerse nuevos retos, como ser campeón del mundo o volver a ir a unos Juegos y ganar de nuevo.
De hecho, tras ganar el oro, trabajaste con un psicólogo. ¿Cómo de importante es la salud mental en el deporte?
Muy importante, tanto en la vida en general como en el deporte en particular. Un psicólogo no es un mago que pueda curarte todos los males, pero sí te da claves para detectar lo que no va bien y herramientas para trabajar en ti mismo. La cabeza es supercomplicada, no son como unas anginas que se curan con antibióticos, y por eso es fundamental trabajar en ella. No solamente cuando te va mal, también cuando te va bien, como me pasó a mí tras los Juegos.
Hubo quien calificó tu victoria en Tokio como un milagro por la falta de infraestructuras para la escalada que hay en España. ¿La situación ha mejorado?
Hace un año conseguimos que nos instalaran un muro en el CAR. Ya es más de lo que teníamos para Tokio, pero siguen faltando instalaciones. Ayer por la tarde [la entrevista se realizó el lunes 4 de septiembre], llegué de Francia. Nos subimos el sábado y el domingo, después de entrenar varias horas, nos volvimos. Hicimos unos mil kilómetros para entrenar cuerda porque aquí no tenemos donde hacerlo.
Tu éxito hizo que mucha gente se animara a practicar escalada. ¿Qué le dirías a alguien que esté empezando y se esté preguntando qué talentos necesita para llegar a lo más alto?
Me siento especialmente orgulloso de haber popularizado la escalada. Ahora parece que casi todo el mundo va a escalar o ha escalado alguna vez. Más allá del talento, para mí lo fundamental es empezar disfrutando. Eso es lo que le diría. El deporte que practiques te tiene que gustar realmente y te tiene que llenar. Si es así, te resultará más sencillo entrenar y competir hasta, quién sabe, llegar a unos Juegos. De no ser así, en cuanto tengas una mala racha te costará mucho seguir.
“La presión es muy subjetiva, es algo que te impones tú mismo y hay que aprender a competir y a vivir con ella”
A Tokio llegaste siendo prácticamente un desconocido, pero ahora hay muchos ojos puestos en ti. ¿Las expectativas suponen una presión?
La presión es muy subjetiva. El hecho de haber ganado un oro no implica que la presión sea mayor. Cuando gané mi primera Copa de Europa juvenil no había tanta gente siguiéndome, pero yo me puse el reto de volver a conseguirla al año siguiente. Al final, la presión es algo que te impones tú mismo y hay que aprender a competir y a vivir con ella.
En el reciente Mundial de Berna no lograste el billete a París, ¿ha supuesto un revés?
Hice una competición bastante mala. Mi temporada ha sido rara porque ha sido la primera vez que me ha ido mejor en el bloque que en la cuerda, que es mi especialidad; no me he encontrado del todo bien compitendo. El principal objetivo era clasificarme para los Juegos, o al menos pelear por ello, pero ni siquiera logré estar entre los 20 primeros. Ha sido un golpe de realidad y me ha servido para centrarme porque creía que iba bien, pero igual no iba tan bien. Aún queda el clasificatorio a finales de octubre, así que a trabajar y mejorar.
El modelo de competición en París cambia respecto a Tokio (velocidad por un lado y bloque y dificultad por otro), ¿cómo te afecta?
En Tokio nos tuvimos que adaptar a un formato completamente nuevo que aunaba las tres disciplinas y en París tocará volver a amoldarse. La idea es que se termine compitiendo en las tres disciplinas por separado porque así ha sido siempre, por lo que en 2028 en Los Ángeles volverá a cambiar. En el mundo de la competición, si no te adaptas no sobrevives. De hecho, el que mejor lo hace es el que mejor se adapta.